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Música - February 2, 2008

La noche del domingo 30 en Xichú se llevó a cabo la consagración de la palabra

La Banda de Tlayacapan
dirigida por el maestro
Cornelio Santamaría, se ha
consolidado como una de
las instituciones culturales
del Estado de Morelos
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 2 de enero de 2008. A las 19 horas del domingo 30 de diciembre de 2007, hora anunciada como la del inicio del programa artístico del 25 Festival del Huapango Arribeño y de la Cultura de la Sierra Gorda, la explanada del Jardín Principal de Xichú aún no está llena. De hecho, el hormigueo de personas es constante; sólo algunas parejas de enamorados ocupan las bancas del jardín, platican y tejen historias acerca del futuro de su amor. En cambio, las calles aledañas están llenas de gente que vino de los ranchos y comunidades cercanas a pasear en la “feria” y a escuchar a los músicos invitados de esa segunda noche de fiesta –el sábado 29 estuvieron el cantor queretano don Lupe Reyes y sus Reyes del Refugio–.

Alex, el niño violinista de
aproximadamente 12 años,
es acompañado por músicos
como su papá Alejandro Montaño,
Ramón Sánchez, Efrén y Carlos
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Pasadas las 20 horas, se escucha la voz de Eliazar Velázquez –“Chalo”, como lo nombran todos los que hablan con él o se refieren a él–, que presenta a Alexcito y su Banda, es decir, el niño violinista de aproximadamente 10 a 12 años que es acompañado por músicos como su papá Alejandro Montaño, Ramón Sánchez, Efrén y Carlos. La explanada, como por arte de magia, en cuestión de minutos se llena de gente. Ellos tienen el honor de abrir esa segunda noche de música del festival e interpretan música tradicional mexicana: sones de Michoacán y Guerrero, una polca, un vals…

El público aplaude el esfuerzo y el arte de ese niño –una promesa de nuestra música tradicional y no tradicional, sin duda– y de la banda cuasi zazhilera que lo acompaña. Luego Chalo señala que Alejandro Montaño fue bajista muchos años de Los Leones de la Sierra de Xichú “y sigue siendo”. Además, dice que esa fiesta es una ofrenda para don Chebo Méndez [connotado y ya fallecido violinista de huapango arribeño que también acompañó a Los Leones… durante varios años y a quien Guillermo Velázquez, en uno de sus discos, ha dedicado unas sentidas décimas], pide a la gente que dé preferencia a los ancianos y a las señoras para que ocupen las sillas colocadas en la plaza y solicita 15 de éstas para la Banda de Tlayacapan, que enseguida subirá al escenario.

Menciona que esta banda morelense tiene una amplia participación familiar y comunitaria, que acompañó al general Emiliano Zapata, que se ha consolidado como una de las instituciones culturales del estado de Morelos y que obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1998. “Nosotros hemos dicho que estos 25 años de trabajo los queremos entregar como una ofrenda para que en nuestro país florezcan la poesía, la imaginación y la dignidad, y éste es uno de los mejores momentos para reiterarlo y para la Banda de Tlayacapan y para la sangre zapatista, en la que nosotros creemos y de la que nos sentimos parte, ¡viva Zapata, señores!”, exclama, y pide un aplauso para la banda, dirigida por Cornelio Santamaría.

Éste agradece y saluda al público de parte de toda la banda, que, a pesar de estar apretada en el escenario, con su poderosa música de viento comienza a esparcir la mágica diversidad de lo mexicano. Tocan himnos, valses, marchas, pasodobles… Entre pieza y pieza hace un alto para leer unas hojas que lleva preparadas. Así, dice: “Ser músico es algo más que serlo, es ser guardianes de la tradición… Por decimos que ser músico es un compromiso con nuestro pueblo, con nuestra gente”. O: “La música es el medio para que la comunidad emprenda estos viajes a otros espacios, a otras dimensiones, al mundo de lo intangible, al mágico universo infinito, a la comunión con sus dioses”. O cuando reflexiona sobre lo que es la cultura y el arte: “Los artistas cargan al mundo, pero tienen que apartarse de él para poder hacer su trabajo. El individuo que desarrolla una actividad artística es un ser privilegiado… está más cerca de Dios… Hablar de cultura es hablar de historia, es hablar de tradición, de usos y costumbres, lenguas, rituales, música, danzas, sentimientos y emociones”.

O cuando define los alcances de la música tradicional: “ésta nos ayuda a dimensionar el tiempo y el espacio, la vida y la muerte; nos genera conciencia social, conciencia de nuestra existencia, fortalece identidades y nos espiritualiza como pueblos hermanos”. Y concluye con un pensamiento luminoso: “La música es voz colectiva de las comunidades, es una extensión de su lengua, su alma, su espíritu… Nos convoca a sentir nuestra existencia a plenitud. En ese sentido, los músicos tradicionales son portadores, fijadores, productores y reproductores de una herencia cultural de gran valor para la humanidad”.

De esta manera cierra su actuación “la banda de música más antigua de México”, según palabras del mismo Santamaría, la gente se le entrega y exige más que pedir: “otra, otra, otra…”. Cornelio pide la presencia en el escenario de Chalo y de Guillermo Velázquez; entonces les dice que a su agrupación le cupo la gloria de acompañar al general Zapata y les hace entrega de la foto más antigua de la Banda de Tlayacapan, en 1914, en la ciudad de México.

Sin duda, un momento emotivo y culminante, como habrá más esa noche. Después de los respectivos abrazos, Chalo, a la altura de las circunstancias, declara: “Muchas gracias, Cornelio,  si es necesario daremos la vida porque haya justicia y dignidad en este país, que viva Zapata, viva México”. La gente lo secunda y Chalo le entrega el reconocimiento por su participación en el festival, en tanto que los asistentes despiden a la banda con aplausos y gritos de bravo.

Eliazar anuncia que los llevarán a cenar y solicita que se preparen los trovadores  “El Chincolito”, José Curbelo, Roberto Silva, Yeray Rodríguez, Alexis Díaz-Pimienta, cuya participación individual será de diez minutos, pues luego continuará Roco, el de La Maldita Vecindad. Mientras se alistan los trovadores mencionados, anticipa el programa artístico especial del lunes 31 de diciembre: “María Inés Ochoa, Los Camperos de Valles, Guillermo Briseño, Hebe Rosell, Lourdes Pérez… Iniciará a las siete para concluir a las once de la noche, para dar paso a la topada entre Guillermo Velázquez y Tobías Hernández”.

Luis Ortúzar Araya,
'El Chincolito de Rauco, una
de las voces más representativas
de la poesía popular de Chile
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Luis Ortúzar Araya, “El Chincolito de Rauco”, inicia el desfile de trovadores internacionales de altos vuelos, que son los invitados especiales del festival. Hombre sencillo, de mirada diáfana y sensibilidad a flor de piel, saluda: “Buenas noches… buenas noches”, insiste al no obtener respuesta. Cuando le responden, continúa: “Es un honor estar en esta tierra de Xichú y poder entregarles el canto del rancho chileno, que se canta en las fiestas, en las trillas, en las esquinas; el canto campesino con guitarra traspuesta, soy cantor natural ciento por ciento, de música no entiendo nada, pero hago mis canciones a mi propia manera, con mi propia música, cantadas a mi manera, que son del gusto del pueblo campesino de Chile, de corazón para ustedes”, dice El Chincolito y, con su guitarra y su voz reposada, ofrece muestras al público de por qué es una de las voces más representativas de la poesía popular de su país, pues interpreta una canción con un cierto sabor a corrido mexicano, luego una guaracha chilena y otra canción más con su voz fuerte, potente, la misma con la que se despide del pueblo de Xichú ese admirable cuidador de ovejas, como se describió él mismo.

Enseguida, Chalo vuelve a dirigir la ceremonia: “Que pase otro de los grandes talentos de la décima improvisada, que ya estuvo una vez aquí y nos vuelve a honrar con su presencia, José Curbelo, de Uruguay”. Éste prueba el sonido (“aló, aló”), pulsa las cuerdas de su guitarra y suelta una décima: “Después que cantó el chileno,/ ahora a mí cantar me toca,/ y me florece en la boca,/ este verso de amor lleno,/ vuelo hasta este terreno,/ que me subyuga y convence,/ es justo que así lo piense,/ y en un verso sin ensayo,/ de un juglar uruguayo/ para el pueblo xichulense…”, aplausos del público y sigue el poeta oriental: “Buenas noches, y ahora en prosa, es para mí un gusto retornar y en una etapa tan significativa como esta de los 25 años, ya hablaremos de eso después, pero ahora quiero entregarles todo mi sentimiento, para decirles que desde que anduve por aquí, hace unos años atrás, no he dejado nunca de recordarlos, están presentes en un lugar muy especial y muy querido de mis memorias, gracias mis amigos mexicanos, y en especial esta gente de la Sierra Gorda, y del Xichú, apoyado con mi guitarra, a ritmo de milonga, del Río de la Plata, entre Argentina y Urugay, que me permite conocer gente criolla como ustedes”, asegura.

“Es muy lindo retornar y encontrar todo un pueblo de pie”, continúa, “iba a cantar sentadito, pero no, voy a cantar simbolizando a los pueblos de Latinoamérica que  están de pie, a la unión de todo este continente, a la Patria Grande que soñaron Benito Juárez, Zapata, San Martín, Bolívar y tantos… Quiero hacer un brindis por el almanaque que cae, cantarles décimas que me acompañan desde hace tiempo, oficios cercanos a mi guitarra, se los voy a conversar simplemente…” y comienza a recitar versos al labrador, albañil, carpintero…

Así sigue este payador o trovador o poeta repentista, que todo es lo mismo, afirma, y se despide improvisando décimas a ritmo de milonga. Luego Chalo anuncia la participación de Roberto Silva y Tony Rivera –“dos músicos que siempre han estado comprometidos con la lucha por la independencia de su país”–, integrantes de la emblemática Orquesta Mapeyé de Puerto Rico; Yeray Rodríguez –“quien llegó hoy desde el norte de África”– y dos excelentes músicos cubanos. De pronto comienza la magia de la música afrocaribeña y la voz de Tony Rivera, seguido por Silva; mientras que Yeray sólo los acompaña con el güiro. “Muchas gracias, un saludo a Xichú de parte de la isla de Puerto Rico, gracias a Guillermo Velázquez y a todos ustedes, que han hecho posible que estemos aquí, de algún modo nos sentimos obligados a retribuirles con música y poesía, con el corazón…”, dice Tony Rivera.

Por su parte, Roberto Silva comenta que “gracias a la tradición Puerto Rico sigue vivo”, y hace un homenaje a todos los que en esta tierra van y vienen, a los inmigrantes y canta un tema alusivo, que apela “a un mundo sin fronteras”. Al concluir su canto, señala “Nos sentimos bien contentos por estar aquí, los quiero y amo con todo mi corazón, viva México, viva Puerto Rico libre”, grita y es coreado por el público.

Sigue el turno de Yeray Rodríguez: “Es un honor participar en esta fiesta, un privilegio toparnos con ese verdadero embajador de Xichú que es Guillermo Velázquez. Xichú ha superado mis expectativas, vengo de esas islas chiquititas, de ahí vengo y estamos aquí, vengo de las Islas Canarias, que curiosamente pertenecen a África por la geografía, a Europa por la política y a América por el corazón”, explica, para dar paso a las décimas con su gran voz: “Más de 15 horas de avión se me fueron en un rato…” y otras dedicadas a Xichú, improvisadas.

A continuación, Chalo solicita la presencia de Alexis Díaz-Pimienta, de Cuba, quien procede de España, y pide a Roco que se vaya preparando. Sube Alexis, autor de “Teoría de la improvisación: primeras páginas para el estudio del repentismo”, y a ritmo de punto cubano comienza su vendaval de décimas improvisadas, que contagia a la gente y la hace seguirlo con palmadas rítmicas, creando un gran ambiente festivo, para cerrar apoteósicamente.

Luego, mientras Roco se prepara, Chalo vuelve a mencionar el programa del domingo 31: “a las nueve de la mañana recibiremos a los mayordomos del Valle del Maíz con la Santa Cruz, que son nuestros hermanos, como los de Tlayacapan, después la danza, luego iremos al panteón a entregar la ofrenda musical a nuestros huapangueros fallecidos, de ahí nos venimos al sindicato a una asamblea de poetas, como los que han estado hoy y otros serranos, entre ellos Tobías Hernández, donde se abordarán temas como el destino y el lugar de esta poesía en estos momentos y la importancia y el sentido de hacer estas fiestas. Además, como apertura de la asamblea de poetas, habrá un video de poetas algunos ya fallecidos y del festival, el programa especial de aniversario, con todos estos poetas, más Los Camperos de Valles, Hebe Rosell, Guillermo Briseño…”.

Al llegar a estos dos últimos hace un alto y dice que hay “una historia del festival que está en el suplemento [del periódico ‘Correo’, de Guanajuato] y otra que no se conoce, que se dará a conocer cada 25 años (risas), así, dos autores intelectuales de este espacio son Guillermo Briseño y Hebe Rosell, no les voy a decir cómo ni por qué, pero ellos son responsables desde hace 25 años de que esto se lleve a cabo”,  la gente aplaude a los artistas mencionados, pues ahí están, presentes.

Después, Chalo pide a Vincent Velázquez que diga unas décimas para presentar a Roco. El hijo de Guillermo Velázquez y miembro del comité del festival lo hace a ritmo de rap, “a la música popular la han querido ningunear como pintoresco folclor, nel… Palabra viva, con ustedes, Cyber Pachukote Sound System, para que se pongan a bailar un ratito”.

Chalo retoma la palabra y da la bienvenida al “maldito, hijo del quinto patio”: “Cuando llueve mucho en estos cerros se oye un rumor lejano, entonces había que ir al río a ver la creciente; desde niños nos enseñaron esto, y lo que pasa en esta fiesta es como esa creciente, por eso lo evoco, y por que tú estás aquí”, agrega.

Roco, que en eso de hablar con sentido no le pide saliva a nadie, manifiesta: “Es un placer venir a festejar con ustedes este 25 aniversario de esta cultura que aguanta huracanes y está enraizada en la sierra, a sentir este calor humano a pesar del frío, algo que en la ciudad se ha perdido, que la plaza pública sea un lugar de encuentro, donde se puedan encontrar nuestra palabra, nuestra historia, nuestras danzas, como el tequio, el trabajo colectivo, gratuito, para todos todo, que realmente nos enriquece el corazón esta cultura”.

Asimismo, habla de su proyecto, del cambio de los sonidos urbanos, “retomamos la tradición milenaria, del canto y la flor, seguimos buceando en nuestra tradición para que nuestra palabra sea verdadera, es un honor estar en este tequio; un aplauso para Guillermo Velázquez y Los Leones de la Sierra de Xichú y a toda esta gente que está cumpliendo 25 años. Me dio gusto escuchar decimeros de varios países, de gran riqueza cultural, también estarán con nosotros Moyenei, de Chile, Estusha y un grupo de rap de Querétaro”, luego lee un poema sobre la mujer, después presenta a Estusha, que toca un cajón y vocaliza simulando ruidos de animales, con ciertas reminiscencias africanas y sonidos electrónicos, con el diyei Aztek 732 en la tornamesa; Roco baila en una orilla.

Después de dos tres rolas, Roco dice “África vive aquí” y elogia a la mujer, “lo más revolucionario y más creativo que puede haber en estos momentos”, luego se tira un rollo sobre la complementariedad de todo: hombre-mujer, noche-día… y canta una rola. Enseguida presenta a Moyenei, mulata delgada de gran energía, cabellera rizada, ojos claros y voz poderosa, a pesar de tener afectada la garganta por el frío, canta una rola cuyo estribillo es “somos la misma palabra” y luego otra, al tiempo que dos niños se suben al escenario a bailar hip-hop.

Roco retoma la palabra y lee fragmentos de comunicados del EZLN, siempre con música electrónica de fondo: “Desconfía de quien mucho habla y escucha atento a quien sabio se calla. Llama a ser con nosotros el colectivo que la gran nación demanda. Suma sueños y dolores, caminando suma mañanas. Vuélvete eco mayor de lo que en tierras indias calla. No calles ningún dolor por ajeno, hazlo tuyo y habla. Dile al otro que hermano es y hermana. Busca lugar a donde madurar el color de la tierra y la esperanza. Ve a casa del purépecha, hermano mayor y grande grandeza hermana. Con respeto a él usa la palabra. Saluda a quien obedeciendo en esa tierras manda. Dale nuestro abrazo a todo ese pueblo que orgullo da al color de la tierra. Con respeto pídele el permiso para la palabra. Si no hay permiso, baja la cabeza y calla. Si hay permiso, baja la cabeza y habla. Háblalo a su corazón principal. Pide ahí abrigo y posada…”. Luego sigue con un rap sobre el canto y la flor, vuelve a leer, a hacer sonar la fuerza y el poder de la palabra, precisamente ahí, en Xichú, tierra donde la palabra es esencial en los huapangos arribeños, lee y canta, recupera el poder revolucionario de la palabra. Luego cede el micrófono a un grupo de raperos de Querétaro –dijo el nombre del grupo, pero no lo entendí–, al que después se unen Moyenei y el mismo Roco y aquello es una fiesta donde la palabra se adapta al ritmo, y la gente corea, aplaude, goza, se divierte. Al final, agradece y vuelve a leer otro fragmento de palabra verdadera, “paz y dignidad”, concluye.

Antes de que Roco se retire del escenario, Guillermo Velázquez sube al escenario y su voz resuena poderosa en medio de la noche para recitar una décima, que no alcancé a escuchar completa: “Nuestra fiesta sigue al trote, para dar gracias a Roco, al aztek y al pachucote, quiero levantar todo lo que se encierra, aquí en medio de la sierra, el festival cierra al top, el huapango y el hip-hop, se abrazan en nuestra tierra…”, gracias, le dice y le da un abrazo.

La gente aplaude y aún quiere “otra, otra, otra…”, a pesar de que la medianoche hace rato quedó atrás y el frío recorre la plaza xichulense. Eliazar anuncia el fin de la fiesta por el momento e invita a los presentes a las actividades del lunes 31. Intento ingresar a la presidencia municipal –donde están los artistas y poetas– para realizar alguna entrevista, pero Chalo me dice que ya es tarde y deben descansar, que mañana los busque. No insisto y me quedo en la plaza, saboreando un tequila con Benjamín, para atenuar el frío y digerir la ceremonia de la consagración de la palabra que acabamos de presenciar. No obstante, la suerte nos deparaba otra grata sorpresa: los trovadores salieron a la plaza, olvidando o sin importarles que debían descansar. Pero de esto hablaremos en la siguiente crónica del 25 Festival del Huapango Arribeño y de la Cultura de la Sierra Gorda en Xichú, Guanajuato, pues es necesario, ya que, como dijo José Curbelo en una décima, “en las grandes ciudades no saben lo que aquí pasa”.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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