Entrevista exclusiva a Juan Francisco Elorza Ramírez, bailador de huapango arribeño

Juan Francisco es originario
de Xichú, Guanajuato y
considera la música de
huapango como un orgullo
y una expresión de
identidad, de pertenencia
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 23 de enero de 2008. Nació el 25 de febrero de 1956, en Xichú, Guanajuato, del que salió al año de nacido con destino a la ciudad de México, hijo de Lorenzo Elorza Eguía y María Ramírez Gutiérrez. Desde los cuatro años su madre lo empezó a llevar de visita a su tierra natal. “He recorrido a pie toda la sierra, por eso me siento orgulloso de ser de aquí, ya que la inspiración de bailar se debe a haber caminado en la sierra, incluso de noche, o a caballo, me emocionaba con la gente de los ranchos, ver toda la cordillera, era un gran espectáculo.

“Estudié hasta la prepa, después entré a trabajar en empresas farmacéuticas; actualmente, soy estructurista, me dedico a hacer estructuras por mi cuenta. En la juventud andaba en otros rollos, pero siempre he estado ligado a este tipo de música, pues mis papás llevaban música de huapango para allá, a la capital, y nosotros acá traíamos un tocadiscos de pilas, ya que no había luz ni nada, para oír discos, de esos grandotes, gruesos. A los 22 años retomé mi camino, mis raíces. Estoy casado desde hace 26 años con Clotilde Bermejo Govea, purépecha, de Michoacán, tenemos dos hijos, Juan David, de 16 años, y Laura Selene, de 21, ambos de apellidos Elorza Bermejo, ya nacidos allá, en la ciudad de México; creo que ya se están interesando en esto al ver que uno lleva muy adentro esta música.

“Para mí, la música de huapango es un orgullo y una expresión de identidad, de pertenencia, y más por ser de la tierra donde predomina el son arribeño, muy diferente, por ejemplo, al huapango de la Huasteca. Yo soy versátil y me gusta escuchar todo tipo de música. Recuerdo que oíamos discos de el ‘Viejo’ Elpidio o de son jarocho. En esos años, el huapango arribeño no se grababa, sólo se oía en la sierra, en una fiesta o en una celebración.

“Empecé a bailar en forma cuando encontré la esencia del huapango a los 35 años, cuando encontré mi destino, al sentir la querencia de la tierra y retomar esa plenitud, esa hermosura, es como una luz o una voz que nos dice ‘Tú eres de aquí y debes tomar lo que es de aquí, lo que es de uno’, y más que uno debe contribuir a dar a conocer el huapango arribeño a diferentes generaciones y regiones. Aquí en Xichú, desde que me acuerdo, siempre ha habido trovadores, pero vivir en el D.F. hizo que absorbiera otra cultura, escuchara otro tipo de música… como el rock.

“En cuanto a mi forma de bailar, te puedo decir que salió así, se me dio de repente, yo no sabía nada, nomás me fijaba en los bailadores de aquí, pero mi estilo lo considero propio, pues una cosa muy importante es que hay que sentir la música para darle un estilo propio al baile. Además, estar aquí me inspira a bailar, por eso me considero bailador tradicional, no de escuela, no de ballet. Como te dije, la forma en que me inspiro para bailar tiene que ver con haber caminado en la sierra, brincado, corrido, saber resbalarme, deslizarme en las hierbas, de ahí viene para mí la esencia de por qué me muevo así. No, no me gusta participar en eventos o encuentros oficiales u organizados por las autoridades porque creo que perdería la esencia de bailador tradicional y no sentiría la música como la siento. Normalmente, mi pareja de baile es una señora de Oaxaca que tiene una gran sensibilidad por este tipo de música; nos gusta expresar ese sentimiento.

“También me gusta bailar son huasteco, tanto allá en la Huasteca como en las huapangueadas que se hacen en el D.F. En promedio, bailo arribeño una vez cada tres meses, pues no siempre hay topadas o lugares donde bailar. Durante 25 años seguidos he venido a esta fiesta de Xichú, he visto crecer el festival, que ha ido cada vez más hacia arriba, y creo que nadie imaginó que este pueblo iba a figurar internacionalmente por este festival y por Guillermo Velázquez y Los Leones de la Sierra de Xichú; es una muy buena propuesta la de él, nos motiva y nos enseña a no dejarnos, a luchar por nuestra cultura.

“Curiosamente, a él lo conocí a los 16 años en Juguetes y Muñecas Ensueño, en Tlalnepantla, donde yo entré como ayudante general, entonces cuando me pasaron al Departamento de Personal lo vi, pues él era empleado administrativo. Vio mis papeles y me preguntó, “¿Tú eres de Xichú?”, le dije que sí, y sólo me dijo, “Qué bien”, y ya. Sí, somos amigos, me conoce, nos encontramos aquí y allá en eventos como estos y nos saludamos con gusto. Por cierto, Guillermo y Chabela iban a mi casa, cuando vivíamos en San Pedro Zacatenco, por el Instituto Politécnico Nacional, pues eran allegados a los que yo llamo mis padres de crianza, también de Xichú, Manuela Guillén Zárraga y Francisco Guillén Guillén, hasta huapangueaban ahí. Ellos, como muchos otros pobladores xichulenses, emigraron cuando terminó la bonanza de la mina, por ahí de 1957.

“Pues sí, esto ya no se puede dejar, es hasta donde lleguemos, vamos a dejar de bailar huapango hasta que Dios nos recoja”, asegura Juan Francisco, al tiempo que atiende a un hombre ebrio que todo el tiempo de la conversación le estuvo solicitando que bailara: “Baila el gabán”, le dice, “qué bonito baila este hombre, me gusta verlo bailar”, añade, dirigiéndose a mí. El bailador arribeño se despide, luego de beber su tequila, quedando de continuar la plática en otra ocasión. Y al verlo bailar, justifico la impertinencia y la tozudez de ese xichulense que no deja de beber tequila y de verlo casi extasiado, mientras Juan Francisco parece transportarse a otra esfera celeste, pues se balancea natural y majestuosamente, sonriente, con su hermoso gabán o sarape blanco, en el que están bordados, de un lado, la testa de un caballo y, del otro, el nombre de ese mágico reducto serrano: Xichú.

*Entrevista realizada el amanecer del 1 de enero de 2008 durante la topada entre Tobías Hernández y Guillermo Velázquez del 25 Festival de Huapango Arribeño y Cultura de la Sierra Gorda, efectuada en esa población serrana de Guanajuato.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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