Energía: la mandamás

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-Energía: la mandamás
-Empresas, empresarios y política
-Disputas entre ejes

El futuro de los insumos energéticos  trae a todos de cabeza en momentos de revolución de los combustibles y la industria.
    La nueva Cruzada del siglo XXI es motivada por el afán petrolero. Los  acuerdos, negociaciones, acercamientos o disputas entre países también descansan en el entramado del oro negro.
    Con los petroprecios por las nubes, unos países aprovechan la repentina revalorización de sus monedas para comprar petróleo relativamente barato por el diferencial con el dólar y buscar algo de provisiones; otros continúan financiando y construyendo oleoductos binacionales e incluso algunos atraviesan varias fronteras.
    En Iberoamérica, lo que Brasil y España, se atrevieron a emprender hace más de una década apostando por fortalecer su respectiva industria petrolera -sea pública o privada-, México no lo ha  hecho.
    En un determinado momento nadie quiso absorber el costo político de una privatización de la plataforma energética del país y se optó entonces por las salidas falsas con los Contratos de Servicios Múltiples, la apertura silenciosa a las petroleras estadounidenses, brasileñas, españolas, inglesas y a la contratación y subcontratación de trabajadores coreanos, chinos y de otras regiones de Asia cuya mano de obra tan barata ha desplazado al trabajador mexicano en distintas áreas de PEMEX.
    A estas alturas ya no queremos más mentiras, las petroleras extranjeras están en México trabajando desde hace mucho tiempo y han  pasado por encima del 27 Constitucional, y todos los mexicanos sabemos que el petróleo no es mío, ni de usted, ni de ningún mexicano, porque si fuera así no lo pagaríamos al precio que lo hacemos.
    La realidad es que las presiones recaen en el gobierno, en la  posesión del usufructo de la explotación de un campo petrolero y los derechos que sobre de éste pueden tener las empresas para comercializarlo internamente o bien sacarlo del país vía la exportación.
    Desde luego se añade el entramado financiero  de la paraestatal impedida como empresa pública de realizar una serie de acciones buscando la capitalización y rentabilidad que posiblemente lograría de ser una empresa mixta, parte pública y parte privada.
    Siempre he escrito destacando que el caso de Brasil con Petrobras le vendría bien a PEMEX, dado que la multinacional petrolera brasileña es de carácter mixto, la composición del capital accionario es la siguiente: Gobierno Federal 55.7%, Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDS) 1.9%, extranjeros 30.3%, FGTS (un fondo laboral social) 4.6%, el resto entre otros.
    La historia de esta empresa comenzó en 1953 cuando el gobierno del presidente Getúlio Vargas conformó la empresa paraestatal. Fue en 1997 cuando el presidente Fernando Henrique Cardoso propuso abrir las actividades petrolíferas hacia la iniciativa privada dando entonces por concluido el monopolio que el Estado tenía en la empresa.
    Hoy en día,  Petrobras destaca a nivel mundial entre las petroleras más importantes y el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva impulsa a toda costa el posicionamiento de Brasil como productor y suministrador de biodiesel cuando ya lograron el liderazgo como productores del etanol (derivado de la caña de azúcar).
GALIMATÍAS
    Antaño la búsqueda de nuevos mercados, de su conquista, tuvieron en el comercio un factor de ambición, hubo guerras por el oro, la seda, el algodón, en el siglo XXI la energía y sus insumos renovables y no renovables son el nuevo cardumen para guerras, alianzas, invasiones, roces diplomáticos, anexiones etc.
    Además figuran los intereses de la iniciativa privada versus el sector público y el denodado poder adquirido por empresas multinacionales y transnacionales presionando, enfrentándose y confrontándose cada vez más con los Estados.
    América Latina es crisol de esas conflictivas relaciones, lo más heterogéneo en la región deriva precisamente del trato que cada país dispensa a la iniciativa privada local y extranjera en la industria energética.
    Por ejemplo, en Argentina el sector energético se privatizó con la venta de YPF a Repsol, ahora el gobierno intenta rescatar un poco de soberanía primero imponiendo impuestos a las exportaciones de energéticos y segundo, lo más reciente  anunciado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de prohibir a todas las petroleras las exportaciones de combustibles líquidos, gasolina y gasóleo para paliar la escasez de combustibles que padece la población argentina.
    Otro, Venezuela está regresando a la estatización de los recursos energéticos y Bolivia apunta al mismo camino, en tanto, la fórmula brasileña, la mixta funciona de maravillas.
    En ese camino, en el de las definiciones del sector energético de cara a las décadas por venir en este siglo, México transita dilatando decisiones y retrasándose en asegurar su viabilidad energética renovable y no renovable.
    Que este sexenio será el del cambio estructural para la energía en el país no me queda duda, y es que ya no podemos darnos el lujo de llegar al 2012 con el mismo monopolio, el mismo esquema de operación, la misma plataforma tecnológica y repartiendo Contratos de Servicios Múltiples.
    Creo que si dejamos de politizar el tema pueden encontrarse soluciones cabales, sin necesidad de entreguismos extranjeros. Insisto, en el mundo actual, en la energía tenemos que pensar más que con el corazón con la razón y la cabeza, la demanda energética mundial crecerá un 50% entre el 2005 y el 2030, los mexicanos y su plataforma industrial requieren y requerirán de ésta.
    Por ende hay que buscar patrones de entendimiento y producción compatibles con los intereses nacionales y la presencia de la iniciativa privada nacional y foránea.
    Un dato nada más: el investigador Paul Isbell, del Real Instituto Elcano, aporta que las empresas privadas internacionales tienen acceso pleno a algo menos del 15% de las reservas mundiales de hidrocarburos y un posible acceso parcial a algo más; mientras que las empresas estatales  posiblemente controlen más del 75 por ciento.
    Ante el escenario futuro, Isbell advierte de un cierto escepticismo para creer que las empresas estatales tendrán  la suficiente autonomía para poder invertir la suficiente cantidad de sus beneficios en una exploración y producción adecuadas, sobre todo por las prioridades presupuestarias de muchos gobiernos.
    De allí deriva precisamente la principal fuente de preocupación, que el monopolio petrolero estatal prácticamente mantiene a las finanzas del Estado.

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