Victor Hugo, interpretado por el actor César Pitalúa es guía en Museo Nacional de las Intervenciones

'Víctor Hugo' guió a un grupo
de personas por la hermosa
construcción colonial edificada
por los franciscanos en el
Señorío de Huitzilopochco
(Churubusco) en 1524
Foto: Cortesía
Arturo López/CONACULTA

Ciudad de México.- 14 de Enero del 2008.- (Ángel Trejo/CONACULTA) El Museo Nacional de las Intervenciones inició su programa de visitas guiadas ¡Juglares en el convento! con un recorrido por las áreas más importantes del ex convento de Churubusco, conducido por el escritor francés Víctor Hugo, interpretado por el actor César Pitalúa.

 

Vestido de riguroso traje negro, acorde con la moda francesa de la segunda mitad del siglo XIX, barba entrecana y simulando el lenguaje gutural franco-español, Víctor Hugo guió a una veintena de personas por la hermosa construcción colonial edificada por frailes franciscanos en el señorío de Huitzilopochco (Churrubusco) en 1524.

 

El autor de la gran novela decimonónica Los miserables, comenzó el recorrido en el monumento que el ex presidente Ignacio Comonfort mandó levantar el 20 de agosto de 1856, frente al pórtico lateral del convento, para conmemorar el octavo aniversario de la Batalla de Churubusco, ocurrido en esa misma fecha pero en 1847.

 

Ahí Víctor Hugo-Pitálua resaltó el heroísmo de los combatientes mexicanos que defendieron el recinto religioso eventualmente convertido en fortificación militar para frenar el avance de las tropas del ejército de Estados Unidos, que pretendían doblegar la capital de México para más tarde, en 1848,  arrebatar al país mitad de su territorio.

 

El guía evocó la hazaña de los miembros del Batallón de San Patricio, formado por soldados irlandeses que habían venido engañados con el ejército estadunidense y que al advertir la verdadera naturaleza de la guerra de invasión contra México, desertaron para sumarse a la defensa de la nación agraviada.

 

Una vez intramuros, el recorrido incluyó una exploración del Portal de Peregrinos, construido específicamente para brindar asilo u hospejade a viajeros en tránsito, servicio que incluía el regalo de una deliciosa sopa boba elaborada en la cocina conventual.

 

Recomendó una revisión minuciosa de esta joya arquitectónica y de la cultura gastronómica novohispana, otra al Vergel del Huerto, espacio de uso agrícola, donde los franciscanos sembraban plantas de consumo alimentario y ornato.

 

Informó sobre las funciones utilitarias del anterrefectorio, sala de espera para los familiares de los frailes; del salón de profundis, en el que éstos oraban y hacían penitencias; y  del  refectorio o comedor.

 

Este lugar tiene forma rectangular: dos largas mesas rústicas de madera con bancadas igualmente uniformes y empotradas a la pared. A la mitad de la sala hay un podio, en el que antes de la refección se leía algún pasaje de la Biblia o el Evangelio.

 

Las reglas conventuales imponían a los frailes la obligación de comer siempre juntos y callados, preservando, asimismo, las normas del calendario cristiano. En días de guardar, se usaba una mesa servida con pan y agua; en días comunes, se utilizaba otra, y en la mesa de fiesta se echaba la casa por la ventana, con los más deliciosos platillos novohispanos, incluidos el atole, tamales, pozole y mole.

 

La visita guiada de Hugo-Pitalúa incluyó una explicación detallada de las diversas batallas de la invasión militar de Estados Unidos de 1846-48, la Intervención Francesa de 1862-67 y la lectura de algunos fragmentos de las dos cartas que el autor de Nuestra Señora de París envió al presidente Benito Juárez en ese lapso, primero para solidarizarse con México ante la agresión del imperialismo de Napoléon, y luego para pedir clemencia a favor de Maximiliano de Habsburgo.

 

A partir de febrero, el programa de visitas guiadas del Museo Nacional de las Intervenciones ¡Juglares en el convento! prevé la participación de otros actores profesionales en la interpretación de personajes como Antonio López de Santa Anna, La Malinche, Pedro María Anaya (el célebre general defensor de Churubusco), Mariano Escobedo y el Porfirio Díaz, en su etapa de bravo soldado que defendió al país ante los franceses.
 

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