
Vuelve la fiesta más grande del mundo con el carnaval de Río de Janeiro
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Miles de personas se apostan
a lo largo del monumental
desfile de escuelas de samba
Foto: Internet
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Río de Janeiro.- 10 de Enero del 2008.- Todos saben que el carnaval de Río es la fiesta más grande del mundo, pero para muchos, las hordas de cuerpos sudorosos y semidesnudos pueden ser tan intimidatorias como atractivas.
La reputación de violencia de la ciudad y las dificultades derivadas de no hablar portugués hacen todavía más importante que los turistas reciban consejos acerca de cómo disfrutar de la fiesta.
Los residentes apenas se han recuperado de sus resacas de fin de año cuando se preparan para la vorágine de cinco días que sacude este balneario como un maremoto. Antes del carnaval, los extranjeros conocedores concurren a las favelas en las colinas, donde las principales agrupaciones efectúan ensayos semanales para ir poniéndose a punto, o al Sambódromo, donde los ensayos gratuitos ofrecen una muestra de lo que será el desfile principal con menos gentío.
Para el mismo carnaval, que este año cae en los cinco primeros días de febrero, hay básicamente tres modos de celebrarlo: participar de la fiesta en la calle, presenciar el desfile de samba desde el Sambódromo, o, para los verdaderos aventureros, participar del mismo desfile.
La mayoría de los principales grupos de samba permiten que los turistas se incorporen a su contingente siempre que vistan los disfraces, conocidos como “fantasías'’. Los grupos los venden por la internet y en los hoteles más grandes de la ciudad, donde los llevan hasta los compradores. Los elaborados disfraces pueden costar de 500 reales (280 dólares) a 2.500 reales (1.400 dólares), y suministran a los juerguistas una perspectiva diferente.
Lo bueno de desfilar es la emoción de cantar y bailar bajo las luces brillantes del estadio delante de una multitud. La cara negativa: una vez que termina el desfile, los parranderos se quedan fuera del estadio disfrazados con pocas opciones aparte de regresar al hotel para ver el resto del desfile por televisión.
“En mi opinión es una de las celebraciones más fantásticas del mundo. Si usted la ha visto por televisión o en prensa, es veinte veces mejor'’, se entusiasmó Arthur Martínez, un ejecutivo retirado del correo en Indio, California. “Apenas tarda uno siete minutos en entrar en ambiente. La samba es muy contagiosa'’.
“No hace falta aprender a bailar samba, aunque es mejor si uno lo hace'’, agrega Martínez, que se aficionó al carnaval carioca en 1978. A los brasileños les gusta que los extranjeros al menos intenten bailar.
Por supuesto, se ríen de los pasos torpes, pero prefieren que se muevan a que se queden tiesos. Los 88.500 espectadores que colman el Sambódromo observan el paso de los principales grupos de samba, el núcleo de las celebraciones del carnaval carioca. Los grupos transitan la ancha pista de un kilómetro (casi media milla) de largo, donde las doce principales escuelas de samba montan cada una espectáculos de 80 minutos con cientos de tamboriles, miles de bailarines y aproximadamente una docena de carrozas espectaculares.
Para los turistas, el mayor problema es que el Sambódromo está en un barrio bajo de la ciudad, y las entradas suelen agotarse con meses de anticipación. Quedan muchas entradas disponibles por medio de agencias de viaje y revendedores, pero a un precio elevado.
Coimbra Sirica, ejecutiva de relaciones públicas de Northport, estado de Nueva York, optó por comprar las entradas por medio de un agente de viajes, incluyendo el transporte al y desde el estadio, porque quería que sus hijos jóvenes experimentaran el carnaval sin preocuparse por su seguridad.
“Mi mayor entusiasmo fue ver a los chicos empezar la velada un poco tiesos y terminarla bailando frenéticamente'’, afirmó. “Me encanta el país, me encanta su música, pero me preocupa la seguridad'’. Sirica y su familia, que vinieron el año pasado, siguieron los consejos locales de dejar en el hotel sus pertenencias más valiosas y llevar sólo un poco de dinero al desfile.
Un medio más fácil y barato de celebrar la fiesta es participar en el carnaval callejero. No hacen falta entradas ni disfraces para ir detrás de una de las muchas “bandas'’ y “blocos'’ que desfilan por las calles durante el carnaval. Las “bandas'’ tocan los éxitos de los carnavales anteriores, mientras que los “blocos'’ componen una nueva canción para cada carnaval que repiten incansablemente.
La Banda Ipanema _una de las más famosas y favorita de la comunidad homosexual carioca_ desfila por la playa de Ipanema el sábado y martes de carnaval, que este año corresponden al 2 y 5 de febrero. Los aficionados al bloco Carmelitas suelen vestirse de monjas. El grupo desfila el viernes por la noche y suele atraer una compacta multitud en el barrio Santa Teresa, en lo alto de una colina.
Y el Cordao de Bola Preta, una de las bandas de carnaval más tradicionales, colma el centro de la ciudad el sábado por la mañana, lo que la convierte en favorita de familias con hijos pequeños. Algunos de los principales blocos se han convertido en víctimas de su propio éxito en los últimos años, ya que atraen tanta gente que los músicos casi no pueden evolucionar sobre el terreno.
Y si el turista considera que todo esto es demasiado problema, siempre le queda la alternativa de quedarse en la playa y esperar que la fiesta llegue a él. (Agencias)