
“Brahms. 3 sonatas para violín y piano”, de Erika Dobosiewicz y Edward Wolanin
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Portada de un disco de
excelente factura donde
participa una bella violinista
acompañada de un
muy buen pianista
Foto: 'Quindecim Recordings'
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Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Ciudad de México. 15 de noviembre de 2007. Escuchar música de excelente factura es un privilegio que nos concede contar con grabaciones de calidad realizadas por ejecutantes virtuosos. Tal es el caso de “Brahms. 3 sonatas para violín y piano” (Quindecim Recordings, México, 2007), de la violinista Erika Dobosiewicz y el pianista Edward Wolanin, que apareció hace unos meses en el mercado mexicano.
Brahms ha sido considerado desde hace mucho tiempo como el más clásico de los compositores románticos, incluso en la época en que aún vivía el compositor alemán (Hamburgo, 1833-Viena 1897) se sabía de la desmesurada fascinación que sentía por Beethoven –su “Sinfonía nº 1” llegó a ser calificada como la “Sinfonía nº 10” del compositor nacido en Bonn– y de la admiración que profesaba a Haydn y a Mozart. Esto viene al caso porque, de algún modo, corrobora la raigambre clásica y el acendrado, aunque moderado, romanticismo de Brahms. Y lo anterior se advierte aún más, sobre todo en el caso de Beethoven, con las tres sonatas en comento.
Compuestas en la etapa de madurez, y conocida la severa autocrítica de Brahms, se puede afirmar que estamos ante unas obras que reflejan cabalmente la maestría del compositor para crear atmósferas, para recrear sentimientos y emociones a través del diálogo y la simbiosis proteica entre el piano y el violín. Inevitable el lugar común: obras maestras.
Las sonatas en cuestión son las opus 78, 100 y 108; las dos primeras de tres movimientos y la tercera de cuatro. La 78, como las otras dos, es de una belleza formal intachable, nostálgica y quizás hasta algo plañidera. La 100, me parece, es más sosegada, tranquila, como si la pasión estuviera siempre contenida por la experiencia o sabiduría. La 108 está llena de matices y aires nostálgicos, como un canto a la vida, a la hermosura de las cosas que nos rodean y nos animan a vivir plenamente –el segundo movimiento, “Adagio”, me parece simplemente hermoso, pletórico–.
Ahora bien, sin duda es meritoria, destacable, la interpretación de los ejecutantes Erika Dobosiewicz en el violín y Edward Wolanin en el piano, ambos polacos y con una importante trayectoria en nuestro país y fuera de éste. Además, es sintomático, creo, que en la portada aparezca la violinista solamente, pues, por momentos, el violín adquiere supremacía sobre el piano, que es más discreto, empero, esa característica lo hace brillar más –como se puede apreciar, por ejemplo, en el tercer movimiento, “Un poco presto…”, de la opus 108–. En términos generales, dada la exigencia técnica impuesta por Brahms, la interpretación de los dos es brillante, limpia y con un sentido de identificación con el espíritu que anima las sonatas –intenso, pero mesurado; pasional, pero reposado; vigoroso, pero lento; nostálgico y amoroso–.
“Brahms. 3 sonatas para violín y piano” vio la luz este año, fue grabado en octubre de 2003 en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México, incluye un texto introductorio de Juan Arturo Brennan y semblanzas de los dos músicos en español e inglés.
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