Azteca 21 entrevista a Hugo Rodríguez Arenas por cuyas venas bulle el amor por el huapango

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Hugo Rodríguez Arenas es originario
de Yahualica, Hidalgo, donde nació
en 1964, y obtuvo el título de
profesor de educación primaria
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21
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El huapanguero hidalguense habla de su trayectoria, de su trabajo con los niños y jóvenes huapangueros y nos cuenta el principio de una historia maravillosa de nuestra música tradicional que aún está por escribirse.
Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Ciudad de México. 30 de octubre de 2007. A finales del mes de julio, durante la realización del XII Festival de la Huasteca, en Huauchinango, Puebla, tuve la suerte de sentarme a desayunar en una mesa en la que se encontraba, entre otras personas, el profesor Hugo Rodríguez Arenas, quien impartía en esos días el taller de guitarra quinta, dirigido a los niños y adolescentes interesados en aprender a tocar este instrumento, o a mejorar su técnica, si es que ya sabían tocarlo.
Aquella mañana de julio platicamos unos minutos y acordamos la realización de una entrevista en esos días festivaleros. Nos encontramos varias ocasiones en la Plaza Cívica huauchinanguense, mas siempre nos faltaba tiempo para sentarnos en una banca y charlar, pues Hugo todo el tiempo andaba ocupado y tratando asuntos, y yo otro tanto. Por suerte, hallamos el modo y finalmente la hicimos, aunque, lo aclaro, quedó trunca. Maestro Hugo, como dice el refrán, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, he aquí, aunque parcial, la entrevista.
Hugo Rodríguez Arenas es originario de Yahualica, Hidalgo, donde nació en 1964, y obtuvo el título de profesor de educación primaria. Su deseo de superación personal y profesional lo impulsó a estudiar otra licenciatura y una maestría. En sus venas bulle el amor por el huapango, formó parte del trío Alborada Huasteca; escribe versería, ha grabado discos compactos y casetes; además, investiga sobre tópicos relacionados con el huapango y la música tradicional mexicana.
Hugo, cuéntame cómo diste tus primeros pasos por el son huasteco.
Éste es el primer verso que grabé y es de mi autoría: “No hacer lo que el potro mande,/ ése es el buen caporal,/ vea qué labor tan grande,/ capotear el temporal,/ caballo grande aunque no ande,/ no lo quiero en el corral”.
Háblame del trío Alborada Huasteca.
Con el trío Alborada casi está terminada la relación, puesto que el profesor Luis Fernando Badillo Medécigo utilizará ese nombre y dejará el de Los Pregoneritos (todo lo anterior debido a que yo no deseo polemizar acerca de esto, ya que mi hermano, que tocaba la huapanguera, se fue a la Huasteca y Luis Fernando se separó hace tiempo). Sin embargo, como fue él quien le puso nombre al trío, por eso le respetaré su decisión y yo me retiro. El trío Alborada Huasteca tuvo nombre y renombre, porque, dondequiera que nos paramos, dejamos una grata impresión entre la gente, pues su canto y forma de interpretar los huapangos fue excepcional, marcó diferencia y atendió siempre a lo más tradicional.
¿Cómo se dio tu inclusión en las actividades del Festival de la Huasteca?
Fue por una invitación del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo (CECAH) en 1998, durante el Segundo Festival de la Huasteca, allí grabamos “La huasanga” con una letanía al final, a la manera de Genaro Zenteno Tadeo (músico destacado, versátil, polifacético, del cual se tienen pocas referencias escritas, oriundo de Ilamatlán, Veracruz, que componía valses, polkas, tangos y tocaba muy bonito el huapango, según me cuenta mi papá). Esta letanía la interpretaron y grabaron Los Rogacianos de Atecoxco, Tianguistengo, Hidalgo:
Mariquita, quita, quita
quítame dolor y pena
debajo de tu rebozo
me paso una noche buena
buena la buena memoria
memoria del que se acuerda
cuerda la de san Francisco
san Francisco no es Esteban
Esteban no es ningún santo
santo es aquel que le rezan
rezan los padres maitines
maitines no son completas
completas serán las mañas
las mañas de un hechicero
hechicero es el urde
urde la araña su tela
tela la de un buen cedazo
cedazo el que harina cuela
cuela la mujer que es limpia
es limpia la que no es puerca
las puercas tienen cochinos
los cochinos tragan hierba
de la hierba nace el trigo
trigo es aquel que se siembra
se siembra porque es costumbre
dijo un viejito al pasar
y lo echaron a la lumbre
porque no supo trovar.
¿Qué me dices de tu experiencia como tallerista?
Como tallerista me han hecho favor de invitarme en dos ocasiones a Huauchinango, Puebla, los encargados de cultura de ese estado y una ocasión los de San Luis Potosí. Sin embargo, debo decir que mi hermano José Alfredo y yo iniciamos un taller en Yahualica, Hidalgo, desde hace ocho o nueve años, donde se han desarrollado habilidades y competencias con relación a la ejecución del violín, jarana y huapanguera, versería y canto. Actualmente, el Ayuntamiento ha retomado estos talleres y don Honorio Torres Pólito está al frente y yo de vez en cuando lo sigo apoyando. Es muy grata la experiencia para nosotros como maestros, pero hace falta construir una guía para tallerear y acompañarla con sus respectivos materiales didácticos.
¿Cómo se dio el trabajo para formar el ensamble de clausura del XII Festival de la Huasteca en Huauchinango?
Ésa es una pequeña muestra de lo que puede hacerse en poco tiempo. Sólo unimos esfuerzos los maestros de jarana, huapanguera y violín –quien dio la parte de la lírica y el canto–, y ése fue el resultado.
¿Podrías contarme de tu experiencia y trato con los hermanos Olivares?
Con don Ricardo y don Chanito Olivares he tenido la fortuna de que han sido amigos de toda la familia y de toda la vida. Aunque nacieron en Papatlatla, Calnali, Hidalgo, y fueron registrados allá, han vivido por más de 60 años en Los Naranjos, municipio de Yahualica, Hidalgo, y son herederos de la tradición de Salvador Murillo Rodríguez (hacendado de Crisolco, Yahualica, hijo de españoles, le decían “El gachupín”, probablemente porque también usaba las gachupas, fue presidente municipal de Yahualica en 1928). Como el viejo Salvador tenía una hermana de nombre Teresa y esta señora tuvo un hijo que se llamaba Germán Téllez Murillo, que vino de Crisolco a vivir a El Arenal, en Yahualica, él era el que conocía a Genaro Zenteno, y como Germán era muy amigo de don Chanito y don Ricardo, entonces ellos aprendieron los valses, polkas, pasos dobles y tangos, lo que dio como resultado el disco compacto que les presenté en Huauchinango, el cual se titula “Valseando por la Huasteca”. Genaro y Salvador eran amigos, aunque Salvador pertenecía a una generación anterior, porque el viejo Salvador murió en 1940, un año después que le quemaron la hacienda y lo enterraron en el potrero, pero, bueno, ya comentaremos en otro espacio esta historia que nunca se ha escrito.
De nueva cuenta, nuestras respectivas actividades nos han impedido reanudar esta plática, no obstante, existe la intención de ambos de continuarla. En tanto, queda el interesante testimonio de este huapanguero hidalguense, que, confío, por su madurez y tenacidad, aún escribirá páginas brillantes en la historia del huapango en Hidalgo. Así, para hacerla más emocionante, como en las novelas folletinescas de antaño, esta historia continuará.
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