Ex-conejita de Playboy se transforma emulando a Lady D y salva la vida de muchos huérfanos en Haití

Krabacher, de 43 años, creó la
'Mercy and Sharing Foundation',
organización que ofrece albergue,
educación y atención médica
a miles de niños
Foto: Internet

Puerto Príncipe, Haití.-13 de octubre del 2007.- Tiene los ojos vidriosos y es tan delgado que se le notan los huesos. El bebé recién nacido se llama Rony y mira hacia el techo, hora tras hora, inmóvil en su cuna debido a un tumor del tamaño de una pelota de béisbol que sobresale en su nuca.

Entonces aparece una mujer de pelo rubio y cintura angosta, con una contagiosa sonrisa, jeans y aros con diamantes, quien se le acerca en el pabellón de un hospital modesto y lo toma delicadamente entre sus brazos.

“Aquí casi no alzan a los chicos'’, dice Susie Scott Krabacher, quien alguna vez fue tapa de la revista Playboy y desde hace 15 años ha salvado a numerosos bebés abandonados en Haití.

Krabacher, de 43 años, creó la Mercy and Sharing Foundation, una organización con sede en Aspen, Colorado, que ofrece albergue, educación y atención médica a miles de niños de los barrios más pobres del país.

Esta fundación caritativa, que funciona con donaciones privadas casi exclusivamente, administra seis escuelas, tres orfanatos, un centro para bebés abandonados y una clínica para detectar cáncer cervical.

“Si no fuese por ella, todos esos chicos no estarían vivos hoy'’, expresó Bob Lataillade, director del orfanato más grande de la Fundación en Puerto Príncipe.

Krabacher ha escrito un libro autobiográfico en el que relata su inusual transformación de conejita que iba a fiestas en la mansión de Hugh Hefner, el dueño de Playboy, a activista responsable de la creación del primer pabellón para bebés abandonados que tiene un hospital de Haití.

El libro “Angels of a Lower Flight'’, publicado por Simon & Schuster, salía a la venta en octubre. El libro, que se espera sea llevado al cine, cuenta la infancia de Krabacher en medio de la pobreza en Alabama y su etapa alocada con Playboy, a la que le dedicó diez años y alcanzó su punto culminante cuando fue tapa de la revista de mayo de 1983.

Con su largo pelo rubio y su físico escultural, Krabacher llama la atención en las calles de la capital haitiana. Ha visitado los barrios más peligrosos luciendo botas de taco alto y polleras sueltas, para pedirle a los pandilleros de la zona que no entorpezcan el funcionamiento de sus obras caritativas.

En su primera visita al país en 1994, Krabacher fue al Hospital General de la capital y quedó conmovida por la cantidad de bebés abandonados que vio. No los alimentaban y dos de ellos habían fallecido y nadie se había dado cuenta.

“Había ratas del tamaño de un chihuahua. Corrían por todos lados y mordían a los niños. Fue horrible'’, rememora Krabacher, quien vive en Aspen y visita Haití varias veces al año.

Krabacher convenció a los administradores del hospital de que le permitiesen a ella y a su marido, Joe, costear la reparación del pabellón de niños, el cual hoy alberga 20 pequeños.

Igual que Rony, muchos son dejados por sus padres en la puerta principal del hospital, casi siempre en estado de salud muy precario. “Va a sufrir toda su vida. Pero al menos podemos darle un poco de humanidad, así no muere en la miseria más absoluta'’, expresó Krabacher, mientras mecía gentilmente a Rony en sus brazos.

Rony falleció pocas semanas después, a los tres meses de edad. Krabacher ha debido soportar muchos tropiezos para ayudar a los niños haitianos. Cuando inauguró el nuevo pabellón de bebés, se robaron los ventiladores del techo, la nevera y los colchones de las camitas.

Luego de que elementos rebeldes derrocaron al presidente Jean-Bertrand Aristide en el 2004, Krabacher viajó a Haití en medio del caos y se encontró con que las turbas habían saqueado un depósito de alimentos y robado el arroz, los frijoles y la leche del orfanato.

La obra de Krabacher ha sido ampliamente reconocida. Haití le dio una ciudadanía honoraria y la ex conejita fue invitada en el 2004 al Palacio de Buckingham de Londres para recibir el premio Rose, reservado para las personas que ayudan a los pobres, siguiendo el ejemplo de la princesa Diana. (Agencias)

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