
El arpa barroca, instrumento esencial, pero poco estudiado dentro del panorama musical mexicano
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El arpa barroca española llegó a
México en 1519, según relata
Bernal Díaz del Castillo, con el
maese Pedro, uno de los hombres
de la tropa de Hernán Cortés
Foto: Cortesía (Héctor Montaño INAH)
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Ciudad de México.- 10 de octubre del 2007.- (CONACULTA) El arpa es uno de los instrumentos más extendidos por toda la geografía sonora latinoamericana, de formas diversas, pero se encuentra lejos tanto del instrumento clásico de pedales que emplean las orquestas sinfónicas como de la pequeña lira italiana que solía tocar el déspota Nerón o de la kithara griega.
Porque las diversas formas latinoamericanas provienen realmente del arpa barroca española que llegó a México en 1519, de acuerdo al relato de Bernal Díaz del Castillo, en manos del maese Pedro, uno de los 600 hombres que formaban las tropas de Hernán Cortés.
Y justo una trilogía de instrumentos barrocos ibéricos, el arpa junto con los instrumentos de teclas —como el clavecín— y la guitarra, conforman la base, la dotación instrumental de la gran mayoría de los conjuntos de música tradicional mexicana, especialmente de son, tanto jarocho como de arpa grande e incluso, y aunque ya no se practique así, del mariachi.
En torno al arpa virreinal, por cierto, se difundieron un par de concepciones que gravitaban en dos polos extremos: los sonidos celestiales y divinos por un lado y la música de lo sensual y lo profano, de la seducción, por el otro.
Y la región Huasteca —que abarca porciones de Veracruz, Tamaulipas, Hidalgo, Querétaro, San Luis Potosí, Puebla y Guanajuato— no podía sustraerse de esta influencia musical, pues conforma una parte inobjetable de la zona cultural que el antropólogo Antonio García de León ha definido como Caribe afroandaluz.
En esa región, al instrumento se le conocía como el mecan huéhuetl en náhuatl, que significa tambor de cuerda, curiosamente el nombre que ahora recibe la guitarra huapanguera. También recibía el nombre de ajab tavin. Y el arpa muy pronto se incorporó a las antiguas mitologías, por lo que se encuentran relatos que la relacionan con el niño maíz, el alma del elote, que es un niño que tocaba el rabel o violín, y también con la ardilla.
Sí, el ardilla. Una leyenda relata que una ardilla tocaba el arpa con sus uñas largas, con tal asiduidad que acabó por convertirse en el instrumento e incluso ahora aparece como uno de los adornos de las arpas indígenas, al igual que la flor del maíz.
Tales fueron algunos de los datos aportados por la profunda y minuciosa investigación realizada por María Eugenia Jurado y Camilo Raxa Camacho, especialistas del Instituto Politécnico Nacional, misma que presentaron en la ponencia Arpas indígenas de la huasteca, que ofrecieron en el III Foro de Música Tradicional y Procesos de Globalización organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Al lector le parecerá extraño que el arpa se relacione con la Huasteca, pues los tríos tradicionales se conforman de violín, jarana y guitarra quinta o huapanguera, una formación que excluye al arpa. El violín ciertamente desplazó al arpa en la región, pero no siempre y a veces estos instrumentos se complementaban, propusieron los investigadores.
Lo cierto es que por inusitado que parezca, el arpa continúa existiendo en la Huasteca, en diversas comunidades indígenas, principalmente en sus danzas de El Costumbre, en las fiestas patronales y en los festivales culturales; antiguamente se tañía para recoger el elote de las cosechas. Se puede inferir por lo tanto que los mestizos quizás la tocaron.
El Costumbre, dicho sea de paso, es un ritual que se realiza cuando el mundo pierde su orden y este ritual y sus ofrendas buscan devolverle el equilibrio, pues en estos lugares, el mito se vive de forma cotidiana, en el diario acontecer.
Entre las danzas de costumbres estudiadas, relataron, se encuentran las tsacamson para el niño maíz con arpa pequeña, el son de politzon con arpa grande. En la región, por cierto, a los instrumentos se les considera seres vivos e incluso dioses, al igual que al rabel, al violín, y a las sonajas e inclusive a los músicos.
Esta investigación formará parte de un libro de próxima publicación que se concentra en los rituales del Costumbre, provenientes de la cosmovisión que comparten los teenek, los nahuas y los totonacas en la región Huasteca, al grado que llegan a compartir los mismos ritos.
En la actualidad identificamos al mariachi como un amplio conjunto de músicos vestidos de charro, con pantalones ajustados y botonaduras de plata, pistola al cinto y grandes sombreros de terciopelo adornados con chaquiras y estambres brillantes, pero sobre todo con una cantidad considerable de sonoros violines y trompetas que exigen al cantante un volumen desmedido en la voz, antes que la musicalidad deseada. Pero no siempre fue así.
La tradición de los sones jaliscienses, de la que descienden los populares mariachis, comparte muchas características con la del Arpa Grande de Tierra Caliente en Michoacán. Esto es, que carece de trompetas y de ruidosas muchedumbres de músicos, sino que más bien posee una dotación más pequeña y delicada, barroca y de cámara: un arpa, un violín, una guitarra de golpe, una jarana y acaso un tamboreador.
Esa era la formación antigua de los conjuntos de arpa de esa zona, tal y como la relata Alejandro Martínez de la Rosa, investigador de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, quien dictó la conferencia La Costa Sierra de Michoacán, procesos del cambio musical y algunas pervivencias del pasado, también dentro del III Foro de Música Tradicional y Procesos de Globalización.
Justo como el trío Los Aguililla, que apareció en varias películas y programas radiofónicos, con la única salvedad de que no provenían del estado de Jalisco, sino de Michoacán, precisamente del municipio de Aguililla. De guitarreros tuvieron que transformarse en mariachis, especialmente Antonio Rivera, quien comenzó tocando la guitarra de golpe y luego la jarana.
Para este intérprete, la demanda de música folclórica y tradicional cambió su forma de ejercer su profesión. La música de arpa grande dejó de interesar al público y luego sólo importó el mariachi estilizado que se había popularizado en la radio y el cine, al grado que Rivera firmó un contrato de exclusividad que no cumplió, por lo que tuvo que salir huyendo y desde hace muchos años vive en Estados Unidos.
Ejemplos como éste, demuestran que el arpa grande no ha sido bien estudiada, ya sea por dificultades económicas, por dinero o porque el narco controla muchas de las zonas donde florece este género.