Al que mata un perro, le dicen mataperros…

COSAS VEREDES MIO CID

Roberto Montes Vázquez

Al que mata un perro, le dicen mataperros… Y al que dice una mentira le llaman mentiroso. En el gobierno de transición, dice Laura Carlsen, la democracia está atrapada en el lodo. Y en efecto, desde que el PAN es gobierno, en el país, en todos los órdenes, andamos como cucarachas fumigadas, por tantas mentiras que escuchamos del demente de El Bajío y las que seguimos escuchando desde el tapanco.

Laura Carlsen , que es directora del Programa de las Américas en la ciudad de México, donde trabaja como analista en política exterior para el Internationl Relations Center, publica que las encuestas muestran que más de la mitad del electorado esta desilusionado con la democracia en México. Los encuestados respondieron que hay muchos partidos, con ofertas embotadas o confusas y una desconfianza de la política en general como las razones. La enorme cantidad de recursos gastados en las elecciones en una nación donde la mitad de la población es incapaz de resolver sus necesidades básicas y también, la tendencia de los diputados electos a olvidarse de la gente en sus distritos electorales una vez que ocupan el cargo, ha alimentando así el escepticismo hacia el proceso electoral.

Irónicamente, ésta es la misma sociedad capaz de producir marchas multitudinarias en defensa de los derechos de la gente del campo y la autonomía indígena. Una gran distancia separa la democracia formal del pueblo, y mucha gente duda de la existencia de una articulación lógica entre ambos niveles.

Y como para muestra basta  un botón, de las tomaduras de pelo y del atole con dedote, hay les va uno muy amargoso: La lucha por nuestro derecho a ser parte de una nación que ha sido construida, en buena medida, gracias a las luchas campesinas y sobre las espaldas del trabajo rural, llevó al gobierno del cambio (del único que hubo, que fue el  cambio que le birló la concubina de Fox a los «cerillitos» de las tiendas de auto servicio) agobiado y gallina desde las chispas que sacaron los machetes de Atenco, a proponer un Tratado Nacional para el Campo. Y así fue como el 28 de abril del 2003 el tema del campo fue puesto en la mesa de negociaciones entre gobierno y representantes campesinos mediante la firma del Acuerdo Nacional para el Campo.

El Acuerdo contiene el mandato de promover, concertar e instrumentar políticas públicas que permitan reducir de manera efectiva las desigualdades existentes. Para el sector agrario, ese pacto contiene compromisos puntuales. Fue firmado pomposamente por el Pinocho de nariz más larga de toda la historia de los chapuceros crónicos, Vicente Fox, y prevé que el Ejecutivo federal revise lo establecido en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) para el maíz blanco y frijol. Y para hacer más rutilante la farsa fue firmado por el farsante grandote, ante representantes de las Secretarías de Gobernación, Agricultura, Reforma Agraria, Economía, Desarrollo Social, Salud y Medio Ambiente, por el Poder Ejecutivo. Además, gobernadores, algunos enviaron representantes, y como testigos, el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores.
En el discurso de estilo el muy menguado, consideró el documento como una nueva etapa de consolidación democrática, nueva relación entre el Estado y la sociedad, y una victoria política de generaciones protagonistas de la larga marcha de la transformación democrática de México.

El 24 de octubre del 2006, el diputado del PRD, Isidro Pedraza, en la tribuna denuncia: La situación del campo continúa deteriorándose y creemos que no debemos despreciar los esfuerzos realizados en estos tres años y sobre todo, la trascendente movilización campesina y el Acuerdo de 2003. El Poder Ejecutivo ha incumplido con el pacto signado y con los mandatos de la Cámara de Diputados: no se respetan los presupuestos. Fue en el sector rural donde el Presidente Fox demostró de inmediato, la relación de abierta confrontación que establecería con el Congreso a lo largo del sexenio: la Ley de Desarrollo Rural Sustentable fue la primera ley observada por el representante del Poder Ejecutivo aún cuando era una iniciativa ampliamente consensada entre los partidos y los sectores de la sociedad. En su momento y en abierta afrenta a las movilizaciones del sector azucarero, vetó también la Ley de la Caña de Azúcar. Ahora, iniciamos la LX Legislatura con el veto a la Ley de Pesca.

Ahora, quizás, par no verse chiquito ante su antecesor, Felipe Calderón acompañado por los secretarios de Economía, Eduardo Sojo; Hacienda, Agustín Carstens, y Energía, Georgina Kessel, así como por los titulares de Profeco, Antonio Morales de la Peña; CFE, Alfredo Elías Ayub, y Pemex, Jesús Reyes Heroles, anuncia «empoderarísimo», que  el precio de la gasolina, el diesel, el gas licuado de petróleo, así como las tarifas eléctricas de consumo doméstico, no aumentará en lo que resta del año y que el nuevo impuesto de dos centavos mensuales a la gasolina como se aprobó en la reforma fiscal, entrará en vigor hasta enero del 2008.

Dijo estrenando técnica retórica, menos adormecida: «Es prioritario evitar que se genere una escalada de aumentos de precios que perjudique a nuestro país», pero también por la noche, en cadena nacional, Felipito Calderón, en otro reversazo, responsabilizó al Congreso del impuesto a las gasolinas, al determinar que fuera federal y no estatal como lo propuso.

Dice la raza cervecera y mordaz que la mula no era arisca y sienten que va a pasar como el aumento del precio de la tortilla, despacito, cuando menos pensemos ya nos la dejaron en el infinitivo del verbo que significa trasladarse, desplazarse, es decir «ir»… por eso:

Ya ni en la paz de los sepulcros creo…

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