La tradición musical de “Rockdrigo” en el disco “A ver cuándo vas. Los rupestres a Rodrigo González

 La tradición musical de “Rockdrigo” en el disco  “A ver cuándo vas. Los rupestres a Rodrigo González
Portada de un disco para recordar
los tiempos del rock rupestre
Foto: Cortesía CONACULTA

Ciudad de México.- 17 de Septiembre del 2007.- (CONACULTA) “¡Una canción por una ronda de caguamas!” era la consigna favorita de Rodrigo González a todo recién llegado que pisara la azotea de su edificio en la colonia Roma, terreno donde hasta poco antes del terremoto del 19 de septiembre de 1985, tuvo lugar el último estertor que cimentó el verdadero rock mexicano, movimiento vislumbrado como una voz honesta y contestataria, alejada de los mercantilismos, los diseños mediáticos y la rebeldía con alma de perrito french poodle.

 

Aquel era otro México, coinciden músicos como Roberto Ponce, Nono Tarado, Carlos Arellano, Fausto Arrellín, Armando Palomas y Gerardo Enciso, todos brothers del cantautor de El tren de los locos. Ahí estaba el Auditorio Nacional, antes de su remodelación, espacio donde hasta la primera mitad de la década de los ochenta, todavía se veían pancartas con símbolos comunistoides y se organizaba tocadas a donde acudía la banda pesada que después emigraría hacia El Chopo.

 

También estaba el foro de la librería Gandhi, donde se podía entrar a chelear en las amenas tertulias acústicas, igual el Foro Tlalpan, el bar El Cometa, la explanada de la UAM-Xochimilco, el forito subterráneo de la Ollín Yolliztli, y ni se diga la Casa de la Paz, donde muchos grupos mexicanos, en la mejor tradición de los Sex Pistols, realizaron los primeros espectáculos musicales/conceptuales/performanceros, casi siempre aderezados con las lecturas con altavoz de algún poeta punketo.

 

“Eran tiempos de verdadero paraíso para el movimiento del rock independiente. Era ca… buscar lugares para presentarse, pero al mismo tiempo había mucha honestidad”, afirma Fausto Arellín, quien a manera de homenaje a una de las figuras fundadoras de este movimiento, coordinó junto con Fernando Hijar el disco  A ver cuándo vas. Los rupestres a Rodrigo González.

 

La producción, apoyada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Museo Nacional de Culturas Populares, y la participación de la disquera El Angelito, es considerada una de las más exitosas desde su lanzamiento en 2005, como parte de las jornadas en torno al rock mexicano en la que participaron músicos fundadores del movimiento.

 

Sobre el término “rupestres”, Arellín explica que surgió de un ciclo de tocadas que se organizaron a principios de los años ochenta en el Museo del Chopo y que llevó por nombre Festival de la canción rupestre. Para todos los músicos que participaron, entre quienes se encontraban Belem Macari, Rafael Catana, Cecilia Toussaint, Alejandro Lora y Roberto Ponce, el mismo Rodrigo González redactó un manifiesto de lo que en su opinión era un músico que respondía a este bando, aun cuando tocara en los foros defeños de más arrabal.

 

Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos como tanto chango y las faramallas que acostumbran los no rupestres, pero tienen tanto que proponer con su guitarra de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son poetas y locochones; rocanroleros y trovadores. Rockdrigo González.

 

La chamba no faltaba para quien era un rupestre, recuerda Fausto Arellín. “En ese tiempo yo formé al grupo Qual y participábamos con el “Redrogo” en decenas de conciertos, en foros donde se sentía la honestidad de la banda roquera, los gritos y el calor descomunal. Incluso montamos una obra de teatro escrita por José Agustín. Todo ello hasta ese fatídico día del terremoto que nos quitó a uno de nuestros más carismáticos hermanos”.

 

Sobre el reencuentro de los rupestres para rendir homenaje a Rodrigo González, Arellín dijo que casi todas las piezas que se incluyen en este disco son autoría del desaparecido cantante y músico, a excepción de la rola Ánimas, escrita por Roberto González.

 

“La palabra rupestre causa desconcierto la mayoría de las veces. Algunos amigos músicos afirman ¡yo no lo soy!, otros medio se acomodan el nombrecito, y unos más, que ni conozco, orgullosamente se lo apropian. Hay también dizque expertos musicales que lo utilizan peyorativamente para hablar de los músicos cuyas composiciones, a su criterio, utilizan tonos sencillos. Bueno, hay hasta quien se dice inventor de este movimiento”.

 

El músico opina que en la producción se encuentra contenida toda la tradición musical de Rockdrigo, a quien todavía recuerda haber escuchado cantar por primera vez en una reunión chelera en  la casa de Rafael Barajas, mejor conocido como El Fisgón.

 

“Era un tipo de lentezotes, rememora, a quien nadie conocía. Esa tarde Barajas sacó la guitarra, la cual pasó de mano en mano. Cuando al mencionado desconocido le tocó su turno algo cambió en todos nosotros…, escuchamos  por primera vez las ya legendarias rolas Metro Balderas y No tengo tiempo de cambiar mi vida. Aquella sería sin duda la primera reunión en forma del movimiento rupestre”.

 

“Para mí un rupestre, como también lo fue Rodrigo González, es un cuate que conjunta la tradición rocanrolera de los años sesenta y setenta del blues y el rythm and blues, así como el conocimiento de los estilos tradicionales mexicanos como el son, el huapango y el bolero. Son además valedores que han participado en grupos de rock y sus letras narran experiencias vitales relacionadas con su entorno, su ciudad y los personajes que las habitan”, concluyó Fausto Arellín.

 

El disco A ver cuándo vas. Los rupestres a Rodrigo González, se encuentra disponible en la red de librerías Educal de todo el país, así como en distribuidoras del sello discográfico El Ángelito.

Redacción Azteca 21

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