Lecciones de deuda
POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
-Lecciones de deuda
-Ciudad de México: retos
-Gasto de inversión, ya
La ciudad de México, una de las más populosas del mundo, en el año 2015 será una megaurbe junto con Sao Paulo y Bombay.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en la edición del último número de su revista “Finance and Development”, en la actualidad sólo Tokio supera la cifra de veinte millones de habitantes con 35.2 millones de personas, ello implica serio retos para la planeación.
Para los próximos ocho años, además de Tokio, en otras ciudades seguirá aumentando el ritmo de crecimiento de la población urbana en detrimento de la rural, este será el sino de la ciudad de México y para el 2030, el propio FMI estima que, a nivel mundial, el 60% del total de habitantes será urbano.
¿Alguien está preparado para la concentración demográfica que aguarda a las ciudades? Sin un planteamiento de cara al futuro nadie puede estarlo, sin una regulación ordenada y una administración eficaz, el futuro de las megaciudades será caótico.
La ciudad de México, que nunca ha sido la de la esperanza, llegará rezagada al 2015, poco preparada en materia de servicios públicos para atender a más de 20 millones de habitantes. No quiero ni pensar en la estación del metro Hidalgo a las 18 horas para abordar un convoy, ni en los colapsos viales porque sigue la demanda por automóviles, ni en la cantidad de basura, toneladas diarias de desperdicios que salen de los hogares, restaurantes, comercios y hoteles entremezcladas unas con otras, orgánicas e inorgánicas.
Tampoco en el costo por la vivienda, de gente que estará peleando por un espacio para habitar cuando la densidad demográfica es más que acuciante y los cinturones de miseria y el hacinamiento avanzan.
Pobre ciudad de México, ¿cómo podrán los capitalinos seguir viviendo entre los desperdicios de basura, los hedores, los pasos peatonales convertidos en lagunas ante la primeras trombas?.
Siendo una de las urbes más atractivas del mundo hace tiempo debió darse paso a su modernización y reciclamiento, mediante inversiones millonarias en la ampliación del metro, tren ligero, rescate de los tranvías, autobuses movilizados con celdas solares y de hidrógeno.
Una ciudad densamente poblada no requiere más vías para la circulación de los coches, más bien una amplia gama de opciones para que la gente pueda desplazarse de forma rápida y segura.
Hace décadas alguien decidió que la ciudad de México tendría un acento de actualidad si se desmontaban los tranvías. Qué grave error. Hubieran apostado por continuar extendiendo los tranvías y construyendo más vías para comunicar a toda la ciudad.
Son posiblemente las ciudades europeas las que mejor utilizan sus tranvías, algunos son modelos viejos y otros recientes, lo importante es su funcionalidad, podemos mencionar a Viena; y por ejemplo, Sevilla, en España, ha optado por el tranvía que cruza por buena parte de la ciudad y pasa a un costado de la Giralda.
Además, en Alemania, Bélgica y Francia, los propios gobiernos locales buscan incentivos para que los habitantes no compren un automóvil y se decanten por usar la bicicleta y la motoneta. Las grandes facilidades para aparcar en casi cualquier parte, la educación vial, los señalamientos, las zonas construidas y delineadas para los desplazamientos en bici y moto facilitan su utilización para transportarse. Es quizá, la ciudad de Brugge, en Bélgica el prototipo de cultura vial: las personas en bicicleta tienen la preferencia.
Ahora bien, regresemos a la realidad del entorno, le pregunto a usted amigo lector, ¿Alguna vez ha intentado usar su bicicleta en las ciclopistas del Distrito Federal?.
A COLACIÓN
Se requieren administraciones transparentes, el sano manejo de las finanzas en el gobierno es perentorio. Por desgracia, a la ciudad de México la carcomieron administraciones corruptas que dejaron de hacer las obras necesarias para adecuar la infraestructura al nuevo tamaño poblacional y se gastó demasiado dinero en política banquetera.
Los niveles de endeudamiento en el Distrito Federal han llamado constantemente la atención para señalar el acotamiento entre los ingresos, el pago de intereses por la deuda, los bajos presupuestos, y los gastos. El desbalance es absoluto.
Recientemente, Marcelo Ebrard, jefe de gobierno, formalizó la renegociación de la deuda pública del Distrito Federal por 39 mil 050 millones de pesos, el 56% contratada con la banca privada y el resto corresponde a deudas contraídas con la banca de desarrollo.
La idea de la renegociación es extender los plazos de pago en unos casos por arriba de los 30 años y en otros de los 40 años, y reducir los montos de pago por intereses anuales a fin de que el gobierno en su tesorería pueda obtener ahorros anuales de hasta 1 mil 600 millones de pesos.
Desde mi punto de vista es acertada la decisión de Ebrard asesorado por Pedro Aspe, ex secretario de Hacienda y encargado del esquema de refinanciamiento a través de Protego, la empresa consultora que Aspe dirige.
Lo que habría que pedirle a Ebrard es no incurrir en la mala utilización de los recursos llevada a cabo por sus correligionarios antecesores en el gobierno y mucho antes que éstos, de las últimas administraciones priístas con Manuel Camacho Solís y Óscar Espinosa Villarreal.
Ebrard tiene que decantarse por el gasto de inversión en infraestructura sustentable y dotar a la ciudad de los medios de transporte requeridos para no colapsar después del 2015.
Sería erróneo otra vez inflar el gasto corriente con facturas millonarias por la misma cantaleta del reordenamiento de los ambulantes que, administración tras administración, priísta y perredista, explotan.
A COLACIÓN
Durante los años sesenta el Departamento del Distrito Federal no recurrió al endeudamiento, aún cuando la amortización de su débito anterior fue significativa, al ubicarse por arriba del 17% del gasto anual. Esta situación cambió radicalmente entre 1970 y 1986 -periodo en el cual el endeudamiento neto del gobierno de la ciudad creció fuertemente, representando desde el 6% del gasto total en 1970 hasta el 29 por ciento en 1981.
Para mediados de los años ochenta el gobierno capitalino llegó a pagar en 1982 intereses anuales que representaron más del 21% de su gasto total. Para diciembre de 1985, el saldo de la deuda consolidada de la entidad ascendió a 3.3 billones de pesos de 1990.
Fue a través del Convenio para la Rehabilitación Financiera del DDF que el Gobierno Federal asumió por única vez el 96% de esta deuda, transfiriendo la carga financiera al ramo XXIV “Erogaciones para el saneamiento financiero”.