“Por obra y gracia”, el más reciente disco de Carmina Cannavino

Portada de un disco que tiene un
exquisito sabor latinoamericano
Foto: Cortesía Ediciones Pentagrama

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 11 de agosto de 2007. Hace pocos meses salió al mercado “Por obra y gracia” (Ediciones Pentagrama, México, 2007), de la cantante peruana Carmina Cannavino, quien reside en México desde hace más de veinte años, donde ha logrado realizar diversas grabaciones y forjarse una carrera independiente, coherente y sólida.

En esta nueva producción discográfica, que en realidad también podría ser una reiterada declaración de principios y una muestra de que el artista auténtico y valioso, como quería su compatriota César Vallejo, se nutre del pueblo y se dirige a él, Carmina simplemente pone en claro la simbiosis que existe entre su voz y las letras que interpreta, entre su canto y la palabra que, como manantial, brota de su pecho, entre su vida y su obra, entre su compromiso artístico y su inserción en una sociedad en la que le sigue doliendo tanta injusticia y desigualdad.

La cantante, hija de padre argentino y madre peruana, ambos músicos, trae en la sangre la pasión por la música, pero esto ya le era congénito. Pero su amor por la palabra, por la poesía y por el canto, es lógico suponerlo, lo fue adquiriendo, lo fue puliendo, hasta el grado de proporcionarnos un auténtico banquete musical latinoamericano, en el que hay preeminencia de músicos y autores de los tres países entrañables a Cannavino: Perú, Argentina y México.

Es cierto, el disco tiene un exquisito sabor latinoamericano, pero también tiene otra cualidad: la música que acompaña a la bellísima y límpida voz de Carmina y a las sentidas y fulgurantes letras no es la común y acostumbrada en estos casos. Bueno, en algunos sí lo es, pero refrescada, con un paso adelante para hacerla sonar más coetánea, menos estacionada en los años setenta u ochenta. Esto se debe a Facundo Bergalli, quien es el director musical del disco.

“Por obra y gracia” incluye once canciones-garbanzos-de-a-libra: “Palabra de guerrillero”, del peruano Javier Heraud –una de cuyas estrofas bien podría describir la voz y el arte de Carmina, “Porque mi patria es hermosa/ como una espada en el aire,/ y más grande ahora y aún/ más hermosa todavía,/ yo hablo y la defiendo/ con mi vida…”–, “El surco”, de Chabuca Granda, “Canto versos”, del argentino Jorge Fandermole, “Ayacucho”, de Carmina Cannavino, “Chiquilín de Bachín”, con letra del uruguayo Horacio Ferrer y música de Astor Piazzolla, “Corazón de luz y sombra”, de J.F., “Mi corazón sin ti”, de C.C., “Ómnibus”, del peruano Kiri Escobar, “Cuatro cuerditas”, de K.I., “Luna mulata”, de C.C. y “Que te vaya bonito”, de José Alfredo Jiménez.

Finalmente, sólo me resta añadir que el título de este disco es emblemático, otra declaración, pues. En él encontramos el resultado de muchos años de trabajo, de picar piedra y hacer brotar gotas de agua, de obra; y la gracia de “Carmen de los Milagros” –voz que se vuelve sentimiento, alegría y pasión–, la cual resplandece en todas las canciones. Ambos aspectos, obra y gracia, se aprecian y disfrutan, como botón de muestra, en “Canto versos”: “Canto, canto/ tan débil soy que cantar es mi mano alzada/ y fuerte canto, canto/ no sé qué más hacer/ en esta tierra incendiada sino cantar…”. Iluminémonos en esta dichosa gracia de Carmina Cannavino.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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