El denso abigarramiento de “Harry Potter y la Orden del Fénix”

El abigarramiento reluce y brilla en la
histérica edición que, corte abrupto
tras otro, acaba por resultar asfixiante
Foto: Cortesía Warner Bros. Ent.
Harry Potter Publishing Rights (c) J.K.R.

Por Javier Pérez
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 31 de julio de 2007. Abigarramiento de una historia de maduración, crecimiento y sordidez. Abigarramiento de 893 páginas en 138 minutos de compactación de capítulos, aventuras, personajes y situaciones que pasan, se atraviesan y pocas veces terminan de explicarse. Abigarramiento de desventuras y venturas lo mismo desoladoras que enamoradas, iracundas que solidarias, atemorizantes que envalentonadas, retrógradas que asfixiantes, humillantes que vengativas.

La quinta parte de las adaptaciones cinematográficas de las novelas de la británica J.K. Rowling, “Harry Potter y la Orden del Fénix” (Harry Potter and the Order of the Phoenix; EU-GB, 2007), marca la incursión del realizador televisivo David Yates en la dirección de la serie (con tal fortuna que ya fue anunciado para repetir en la sexta entrega) y del guionista Michael Goldenberg (sustituyendo a Steve Kloves, sin mucho por destacar) en una cinta que se ciñe a la formulita del héroe tentado por el lado oscuro al saberse tan cercano y parecido a su némesis, el que-no-debe-ser-nombrado Lord Voldemort (Ralph Fiennes).

El comienzo del quinto año de estudios en el Colegio Hogwarts es tan desconcertante para Harry Potter (Daniel Radcliffe desde la primera película) como sus pulsiones adolescentes que dominan su personalidad: sin contacto de ningún tipo con sus amigos Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson) durante el largo verano sin escuela, encuentra en pleno terreno muggle (como denominan a los humanos comunes y corrientes) a un par de Dementores que los asedian, a él y a su regordete primo, contra los cuales emplea magia. Por este hecho es llevado a juicio –con la amenaza de ser expulsado de Hogwarts–, pero salvado por la defensoría del director del colegio Albus Dumbledore (Michael Gambon), quien lo ignora todo el tiempo de aquí hasta bien adelantada la historia y que por fin lo mira ante el grito desesperado del púber para mandarlo a aprender cómo evitar que le lean y manipulen la mente.

Luego se le descubrirá una secreta cofradía en la que participa su padrino animago Sirius “Canuto” Black (Gary Oldman), que prepara un grupo de defensa para combatir el inminente regreso de Voldemort y su ejército de mortífagos, ante lo cual Harry se siente ofendido debido a que no fue considerado para participar en ella.

Y, para cerrar el círculo clásico del solo-contra-el-mundo, Harry es víctima de una campaña de descalificación por parte del diario “El Profeta” sobre su encuentro y combate contra Voldemort al final del curso pasado, es tirado de a loco, rechazado e ignorado hasta por él mismo, para más tarde erigirse como maestrito de un curso clandestino de defensa contra las artes oscuras ante las retrógradas imposiciones estupidizantes aprobadas por el Ministerio de Magia y ejecutadas en el colegio por la chillante y exasperante Dolores Umbridge (Imelda Staunton divirtiéndose).

El abigarramiento reluce y brilla en la histérica edición de Mark Day que, corte abrupto tras otro, acaba por resultar asfixiante al pasar de escena a escena en su afán omniabarcador. El abigarramiento se desquicia en la acumulación de personajes que adquieren volumen sólo en la proyección tridimensional de las pantallas IMAX, pues carecen de fondo, sentido y encauzamiento propios, pero más aún del dejo humanizante al que ya habían llegado Cuarón (en Harry Potter y el prisionero de Azkabán) y Newell (en Harry Potter y el cáliz de fuego) y del que aquí se prescinde en aras de un afán todoabarcador.

El abigarramiento se trasluce en todos los sentimientos acumulados de Harry, desde su ira contra el mundo, la responsabilidad de ser el líder del llamado Ejército de Dumbledore cuyo descubrimiento llevará al, literalmente, derrocamiento del director por parte del Ministerio de Magia, hasta las pulsiones hormonales y su besito con Cho (Katie Lung), luego delatora obligada con poción y el peso de ver lo que su enemigo mortal ve en aras de un afán todo abarcador.

El abigarramiento extraña lo entrañablemente emotivo de los duelos de quidditch, las competencias de casas o siquiera la confrontación con el eterno enemigo ñoñesco Draco para poner todo su peso en las enseñanzas mágicas y en peleas a punta de hechizos que refrescan y exaltan pero sin tanta fortaleza, pero sí en un afán todoabarcador.

La mano artesanal y el alineamiento a la formulita no evitan que existan los chispazos, éstos sí nada abigarrados: los personajes de Luna Lovegood (Evanna Lynch), funcionando como conciencia inyectaconfianza del joven héroe; Bellatrix Lastrange (refrescante Helena Bonham Carter también divirtiéndose), como la prima loca de Sirius y letal mortífaga; el gigantón Grawp (Tony Maudsley), como enamorazido kingkongnesco y salvavidas; Ginny (Bonnie Wright), como preparándose para trascender en próximas entregas.

“Harry Potter y la Orden del Fénix” es un abigarramiento de efectos y personajes, pero atenido al manual que la sustenta y la vuelve comercializable. Se exhibe en las salas de la cadena Cinépolis del país.

Comentarios a esta nota: javier.perez@azteca21.com

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