“Las copias” o la identidad multiplicada, obra que se presenta en el “Centro Cultural Helénico”

Rodrigo Murray y Luis Rábago en una
escena de la obra que toca un tema
que causa polémica en todo el mundo
Foto: Cortesía Luis Rábago

Por Javier Pérez
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 14 de julio de 2007. Es la cuestión del autoengaño, de la mentira como eje rector de la vida y la incapacidad de asimilación de lo que se es, en este caso llevando al extremo el asunto de las personalidades múltiples apoyado en el tema de la clonación, que permite el desdoblamiento de entes con personalidades distintas, pero aspecto igual y, con ello, una profusión de aristas. Se trata de “Las copias”, obra en un acto que se presenta en el Centro Cultural Helénico bajo la dirección de Mario Espinosa.

En esta puesta en escena, original de la británica Caryl Churchill y traducida por el reconocido director teatral Antonio Castro para esta versión, un padre senescente y su hijo maduro atraviesan por una situación poco común cuando este último descubre a un sinfín de clones suyos (las copias del título). Entonces se despiertan en él sentimientos de angustia que lo llevan a una profunda crisis existencial advertida en los diálogos, cargados de ironía y humor negro debido a la crudeza de las verdades que afloran.

El padre (Luis Rábago), quien conforme avanza la trama tendrá que lidiar con su amado pero clonado hijo y con su aborrecido original (Rodrigo Murray en ambos casos, más el otro clon del epílogo), es visto aquí como sinónimo del control total a pesar de yerros y desaciertos, un hombre que, a costa de la infelicidad de su prole, conscientemente relegada y expulsada del seno paterno o abiertamente creada y sobreprotegida, juega con la ciencia para expiar culpas dizque francamente sentidas.

El drama es filial, sí, pero también quiere trascender este ámbito íntimo y erigirse como entorno crítico de la familia como institución. Por eso, y sin dejarse llevar por los vericuetos efectistas que evoca el tema de la clonación (en franca deuda, aunque cada vez más posible, con la ciencia ficción), opta por cimentarse en las tensiones emocionales desarrolladas a partir de la interacción entre el padre, el hijo originalmente repudiado y sus clones.

En este sentido, la economía de recursos escenográficos tiene la intención de enfatizar el encierro psicológico en el que se encuentran sus personajes. Bastan tres sillas al fondo del escenario, que tienen delante igual número de marcos plateados que funcionan como puertas para el cambio de identidad/personalidad, y un sofá y una mesita que simulan la estancia para lograr el cometido. El resto recae en la capacidad actoral de sus protagonistas.

(Aunque, habría que apuntar, que esos efectos sonoros con los que el director decidió hacer transiciones para evitar que los espectadores perdieran el rumbo ante el cambio de identidad [sí, aquí tomada como equivalente de personaje], más que recordar a “Metrópolis”, de Fritz Lang, remiten a los filmes de ciencia ficción nacionales de los años 50 o 60.)

Rábago, en el papel de carácter que en la puesta en escena inglesa llevó Michael Gambon, perfila con eficacia la hipocresía de un hombre frustrado, incapaz de superar la pérdida de su mujer y que no puede con los sentimientos de culpa acumulados, quien al final termina desdichadamente postrado ante la felicidad (que él es incapaz de asimilar) del clon al que conoce luego del fatal encuentro de sus hijos.

Por su parte, Murray tiene la responsabilidad de interpretar a los tres personajes del hijo. Los cambios de estado de ánimo y de manera de ser tienen que verse reflejados y distinguirse en cada una de las personalidades que adopta el actor, quien debe externar su estado de angustia al adoptar el carácter del hijo querido, su odio cuando es el original y su dicha al momento de convertirse en el clon que, curioso, va a conocer al hombre que inició la cadena.

Dirige: Mario Espinosa. Actúan: Rodrigo Murray y Luis Rábago. Iluminación: Ángel Ancona. Escenografía  y vestuario: Gloria Carrasco. Música original: Eduardo Piastro. Dónde: en el Teatro Helénico, Av. Revolución 1500. Funciones los viernes, sábados y domingos.

Comentarios a esta nota: javier.perez@azteca21.com

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