Ecos de la música colonial en la música tradicional de Michoacán

Martínez Ayala es el organizador del
ciclo de charlas y conciertos didácticos
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 11 de julio de 2007. De unos años a la fecha, Jorge Amós Martínez Ayala ha hecho de la música tradicional michoacana su principal interés académico. Investigador en El Colegio de Michoacán y coordinador del libro “Una bandolita de oro, un bandolón de cristal… Historia de la música en Michoacán”, organizó, en coordinación con el Museo de Arte Colonial de Morelia, el ciclo de charlas y conciertos didácticos “Reminiscencias virreinales en la música michoacana”, del que nos habla en entrevista.

“El ciclo forma parte de las actividades anuales del Museo de Arte Colonial de Morelia, el cual había estado siempre ceñido a cuestiones de artes plásticas, restauración o arquitectura, pero no a otras expresiones del arte colonial. En Morelia, a diferencia de Puebla, Oaxaca y la ciudad de México, no se ha realizado un trabajo sistemático y consistente en los archivos coloniales de música que, paradójicamente, fueron de los primeros en ser descubiertos. La muerte del maestro Miguel Bernal paralizó la transcripción y montaje del archivo de las Rosas y el archivo de la capilla musical de la catedral se encuentra desordenado.

“Así, ‘Reminiscencias virreinales…’ busca mostrar los vasos comunicantes que existieron entre la música sacra y la profana, puesto que los músicos eran pocos y normalmente servían en la iglesia y en la plaza, cantaban la liturgia y tocaban en los bailecitos. Se integró con intuiciones mías sobre los lugares donde este vínculo es evidente. Por ejemplo, al ir a Ostula, en las fiestas del templo de viernes Santo y San Juan Bautista, escuché, junto con otros amigos de la asociación civil Música y Baile Tradicional, cantar a tres cantores nahuas en latín. El doctor Francisco Rodríguez Erdmann apenas encontró la primera obra musical compuesta e impresa en Michoacán, que es el oficio para el Viernes Santo, compuesto por Juan de Navarro, un fraile franciscano, que se cantaba a tres voces, en latín; recién se volvió a cantar en la catedral, después de varios siglos, pero en la parroquia de un pueblo de la costa de Michoacán se sigue haciendo, incluso en contra de los sacerdotes.

“Los conciertos son didácticos y pretenden mostrar cómo la música colonial no es algo que sólo se encuentra en los archivos, sino que las formas musicales y los instrumentos de la música tradicional michoacana guardan muchos elementos coloniales; corresponderá a los especialistas mostrar esos vínculos y explicar por qué algunos permanecen en la música tradicional. En los últimos años (en el presente año, en realidad), salvo dos conciertos que se realizaron con obras de las Rosas, y la ejecución de una de las obras de Juan de Navarro, no se ha vuelto a ejecutar la música colonial de Michoacán, a pesar de que tenemos un conservatorio de música, el de las Rosas, y una facultad de Bellas Artes, en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, con varios musicólogos. En Michoacán, las instituciones –encargadas de preservar los archivos, de ponerlos a disposición de los estudiantes y estudiosos locales– restringen el acceso; normalmente esperan que sean doctores de universidades estadounidenses o del centro del país. Hay casos de conocidos que tuvieron que esperar años para poder ingresar, so pretexto de la catalogación, e incluso realizaron sus tesis sobre música michoacana con documentos de archivos y bibliotecas de la ciudad de México. Esto no ocurre en otros lugares del país, donde se han publicado las transcripciones con estudios introductorios, se hacen conciertos de música barroca colonial con obras de autores locales e incluso se graban discos compactos con esa música.

“La única vez que pude ver parte del archivo de las Rosas constaté que en una hoja había la transcripción de una ‘bolera’, que seguramente una muchacha oyó de los mulatos e indios que los jueves vendían en el tianguis de los jueves en la plazuela de las Rosas. En el municipio de Arteaga, todavía escuchamos ‘La niña bonita’, que dice versos registrados en los archivos de la Inquisición, según muestra González Casanova en su libro ‘La literatura perseguida en la crisis de la colonia’. Esos versos, se dice, eran de boleras. Así, pues, aunque no hay registro de la música colonial de estas boleras, tenemos a músicos tradicionales tocándolas y cantándolas en las fiestas de los ranchos de Michoacán. Algo parecido sucede con ‘Los panaderos’, ‘El toro’ y otros sonecitos prohibidos. Ésta es una breve muestra de cuánto podríamos enriquecer nuestro conocimiento si el musicólogo, que no ha entrado a los archivos, investigara en éstos y luego fuera a recorrer el campo michoacano. Yo, sin ser experto ni músico, pero sí interesado en que cambie esta situación, encontré eco en el entonces director del museo, el historiador Ramón Sánchez Reyna –recientemente depuesto por los trabajadores del museo, acostumbrados a un trato más ‘libre’–, quien realizó la gestión para que se efectuaran los dos primeros conciertos, así como un viaje a la costa para invitar a los cantores de Ostula.

“El ciclo se efectúa en el templo de Santa Rosa de Lima, uno de los pocos que aún mantienen retablos barrocos sobre dorados, órgano y su coro y el primero de las monjas dominicas. A mediados del siglo XVIII, fue del Colegio de Santa Rosa, destinado en principio a la educación de jóvenes españolas y criollas pobres o huérfanas, pero terminó como institución de educación de la elite colonial. Ahí estudió, por ejemplo, doña Ana Huarte, esposa de Agustín de Iturbide. En el colegio se estudiaba música de cierta dificultad, pues los maestros eran los de la capilla musical de la catedral. Junto al colegio se encuentra el templo, en el coro las colegialas tocaban y cantaban durante los servicios religiosos. Es significativo que en ese lugar, donde se tocaba la música culta escrita por los músicos de la catedral y los maestros europeos, en su interior ahora se escuche la música tradicional, la música popular que hacían las castas, indios y negros en la plazuela, pues están documentados cuando menos dos pleitos entre indios y negros por una ‘guitarrilla’, y otro en el que la plebe le gritaba peladeces a ‘las rositas’ que estaban en el balcón del colegio. En un principio esperábamos publicar los textos y un disco compacto con apoyo del museo, pero, con la salida de Ramón Sánchez, estos planes, e incluso el ciclo, han quedado en suspenso. Aun así, esperamos conseguir quien lo haga”, concluye el maestro Martínez Ayala.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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