La hidra del campo

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-La hidra del campo
-Cientos de programas
-Un rescate tras otro

No sé trata de buscar culpables, ni basta con ponerle nombre y apellido al causante o los causantes de la debacle del campo; además nunca es suficiente  con tantos programas implementados cada sexenio, y en vez de mejorar, avanza el abandono de las personas  en las zonas rurales. Es como transitar en un laberinto sin salida.
    Desde que tengo memoria recuerdo  escuchar el rescate del campo, los programas con subsidios, el bono leche, el torti-vale, el diesel subsidiado, un largo rollo de programas rimbombantes anunciados como parteaguas para modernizar, rentabilizar, sacar de la miseria, y todo sigue igual o peor. Con la salvedad de que las nuevas  generaciones, la de los jóvenes de las zonas rurales, ya no se creen el cuento de esperar por milagros a cambio de dar su voto, mejor prefieren irse a Estados Unidos a sudar el lomo recolectando naranja o trabajando en la construcción.
    Siendo franca, al campo ya nadie lo rescata, ni siquiera la buena intención de los programas agrícolas recién anunciados por Agustín Carstens, titular de la Secretaría de Hacienda.
    Hace tiempo que el sector primario de la producción corre contra reloj, la liberalización comercial total de los productos agropecuarios en 2008 hará  más pequeña la participación del sector primario de la producción en el PIB.
    Aunque desde hace años el gobierno ha venido preparando al sector agrícola para el golpe del 2008, adelantando la entrada de cupos en la importación proveniente de Estados Unidos, la verdad es que nunca hemos estado listos  para competir globalmente contra los productores agrícolas, ganaderos, silvícolas y pecuarios de Estados Unidos, Canadá, ni de ningún otro país industrializado.
    Y no lo digo por menospreciar al campo mexicano, ni a sus reses, ni a la mano campesina, sino por la ausencia de técnica de producción, de tecnología, infraestructura y de programas primarios despolitizados.
¿Alguna vez amigo lector ha visto al campo estadounidense para el  uso agrícola? Esas extensas áreas verdes, planas, cuidadas, tecnificadas mediante el riego por goteo, o hidráulico, con largas hileras de tubos que a una hora determinada del día comienzan a emanar el agua. Las filas de sembradíos ordenadas, el arte de cuidar  la tierra, no de erosionarla, sino de dejarla descansar entre un periodo  y otro; el proceso de cuidado contra las plagas; la recolección; luego el amplio apoyo obtenido en los canales de distribución para su comercialización. El punto es que el circuito dignifica el participar en el sector agrícola.
    Buena parte de la técnica de investigación en Estados Unidos, la que emana de universidades y otros centros privados, tiene que ver con mejorar el rendimiento agrícola, elevar la calidad del producto, las vitaminas, el sabor, los tamaños. Se prueba incluso producir en adversidades climáticas.
    En México, según datos elaborados por el INEGI, el 63.3% de las tierras parceladas dependen de la lluvia para que prosperen los sembradíos, y aunque Jaime Serra Puche, ex titular de SECOFI y uno de los personajes centrales en la negociación del NAFTA-TLCAN, dice sentirse orgulloso de que en la mesa de los estadounidenses estén los limones mexicanos, lo cierto es que nunca, absolutamente nunca, estuvimos preparados para ser socios de Estados Unidos, ni de Canadá.
    Creo que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari estaba consciente de ello, sabía que  no había forma real en el mediano plazo de aguantar la batalla del libre comercio en el sector primario, por la herencia de décadas atrás, de promesa tras promesa sexenal, del cuento eterno del reparto agrario, de cumplir con las leyes de reforma, de hacer justicia a Emiliano Zapata; de tantas mentiras, inacciones, injusticias que fueron minando las tierras de un país bendecido en climas, minerales, tierras, ecosistemas y muchas propiedades.
    Al campo lo devora una hidra gigante, no hay manera efectiva de abordar el problema o de romper con los vicios estructurales. Pensando en el costo de oportunidad, quizá los negociadores del NAFTA-TLCAN  de México sopesaron la industrialización del país, insertar el modelo maquilador, el valor agregado, cambiar la monoproducción y monodependencia exportadora por detonar la industria manufacturera a cambio de sacrificar a la actividad primaria de la producción.
    El drama es que en el campo habitan casi 25 millones de personas, de acuerdo con el INEGI,  y deberían ser el doble sólo que muchos han inmigrado hacia Estados Unidos.
    El rostro de la migración de la década de los cincuenta, sesenta y setenta del campo a la ciudad desdibujó muchos dramas: las invasiones,  la toma de  “aviadores”,  la ocupación de predios, el desarrollo de cinturones de miseria, la alteración de los mercados sobreruedas por los puestos ambulantes; la alimentación del mercado doméstico con relaciones feudales, sin mediar ningún tipo de contrato, ni de seguro médico, muchas mujeres del campo aceptaron cualquier tipo de condiciones en las ciudades por un trabajo de planta.
 A COLACIÓN
    Pobre campo. Eso de hablar de rentabilidad es surrealista, la subsistencia mediante la producción para el autoconsumo pervivirá hasta que se modifique la estructura  conformada por 29 mil 959 núcleos agrarios, entre éstos los ejidos y la propiedad comunal.  Esto representa, según el INEGI, el 50% del territorio nacional, 103 millones de hectáreas.
    Lo relevante es que estos ejidos participan con el 53% en la formación del PIB agrícola y la ganadería lo hace con el 34 por ciento.
    Como se sabe, en 2008, viene la avalancha de la liberalización total de la importación de productos agropecuarios;  para ello el gobierno actual encabezado por el presidente Felipe Calderón estructura un programa de “oxígeno financiero” anunciado con tasas blandas, las más bajas del mercado para  productores de maíz y frijol que trabajan superficies de diez hectáreas o menos.
    A mi juicio es una respuesta tibia: más créditos, nuevos programas que pasarán a sumarse a los cientos otrora aplicados. Los campesinos productores de maíz y frijol no podrán contra  las multinacionales nacionales, ni con las extranjeras. Los tienen copados.
Yo opino que el gobierno debe fragmentar las áreas y destinar programas microfocalizados, una parte para detonar el turismo rural; otra, para fortalecer a los productos agropecuarios que son verdaderamente competitivos en el mercado internacional; una más para apuntalar la producción de maíz destinada al biocombustible. De todo esto, el turismo rural y la producción de biocombustibles poseen un gran potencial, es el futuro inmediato, la oportunidad de salir de la miseria.

Leave a Reply