Azteca21 entrevista a Adriana González Mateos, autora de la novela “El lenguaje de las orquídeas”

Adriana González Mateos nos habló
de su primera novela, en la que
una mujer madura intenta
reconstruir su pasado
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 9 de junio de 2007. Adriana González Mateos es una escritora ganadora de premios y reconocida por sus cuentos. De hecho, “El lenguaje de las orquídeas” es su primera novela (Tusquets, México, 2007) y denota claramente su vocación por el texto corto, por la intensidad más que por la amplitud. Sin embargo, es una primera novela que también revela a una escritora poderosa, conocedora de sus recursos, que se solaza en recrear atmósferas y sensaciones, más que acontecimientos, que descubre mundos interiores en los que explora libremente y que son reflejo o efecto del mundo exterior, éste que sólo parece buscar nuestro daño, perjuicio y destrucción.

La violencia es un tema que atrae a González Mateos, lo cual no es extraño en realidad, si pensamos que nació en la ciudad de México y vivió algunos años en Nueva York, lo interesante del asunto es que lo trata de una manera novedosa, con la mirada femenina, valerosa, de una mujer dispuesta a denunciar, a través de la literatura, un mundo opresivo y jodido, en el que las mujeres sólo son parte, y no juez y parte, como los hombres.

Para corroborar en parte lo anterior, Adriana acaba de aparecer en una antología cuyo solo título podría bastar para apoyar mis apreciaciones: “Cuentos violentos” (Cal y arena, México, 2006), que preparó Norma Lazo. Ahí, González Mateos participó con “El espejo de imán”, donde nuevamente el acoso, la violencia y el mundo visto desde adentro por una mujer vuelven a aparecer.

Amable, sencilla y con un adquirido aspecto de maestra, que se devela sutilmente en su conversación, además de una inteligencia siempre alerta y afilada, Adriana González Mateos habla de su primera novela, en la que una mujer madura intenta reconstruir su pasado, marcado por la relación incestuosa que tuvo con un tío, casado y con hijos, cuando ella tenía 13 años y que literalmente la hizo trizas.

Adriana, no quisiste meter esta novela a concurso, después de haber obtenido varios premios nacionales…

No, como te puedes imaginar, a mí me dio mucho gusto que fuera aceptada por Tusquets. Estoy muy contenta con la publicación de esta novela, es la primera y para mí fue un proceso muy interesante y de muchos descubrimientos, como es empezar a trabajar con un género que no había trabajado antes. Aunque sí he publicado muchos cuentos y tengo cierta experiencia con la narración, pero, como sabes, son dos géneros muy distintos, el cuento y la novela, entonces ha sido empezar a intentar algo completamente diferente, que te permite hacer cosas que no podrías hacer en los otros géneros.

¿Cómo cuáles?

Por una parte, a diferencia del ensayo, la novela te permite ahondar en la historia concreta de los personajes, sin hacer generalizaciones ni consideraciones teóricas, más bien explorando la historia en lo que tiene de único y a los personajes en su dimensión personal, sin tratar de abstraer de ellos otra cosa para sacar conclusiones, y eso para mí fue superinteresante y muy enriquecedor.

Háblame del estilo en que la escribiste, con una escritura fragmentada o prosa entrecortada –la introspección de la muchacha, lectora y escritora precoz– para formar una especie de viñetas o capítulos breves que le dan la estructura. Platícame de ello, por favor…

La novela sí está narrada en forma fragmentaria porque a mí me interesaban dos cosas diferentes: por una parte, para ella la experiencia que se está narrando ha sido una experiencia precisamente de fragmentación, porque la relación incestuosa de alguna manera rompió su vida, partió su vida en pedazos… Por ejemplo, ella está obligada a llevar una doble vida porque está guardando un secreto, entonces su propia vida se le aparece en fragmentos y, al mismo tiempo, es una adulta que está tratando de reconstruir lo que sucedió cuando era niña. Además, la memoria regresa a ella también en una forma que no es continua, sino que se acuerda de algunas cosas, no está muy segura de cómo se relaciona una cosa con la otra. Su relación con toda la historia que está contando es la relación de alguien que está excavando entre los fragmentos, tratando de componer algo con los fragmentos, sabiendo que nunca va a tener un todo perfecto… Es como si estuviera tratando de recomponer una pieza de cerámica rota, está tratando de volver a armar la pieza y, a la vez, a lo mejor hay cosas que se desintegraron, piezas que faltan, cosas que nunca se van a entender del todo, porque la relación, por haber sucedido cuando ella era chica y por otras razones, es una que no se puede explicar y abarcar completamente.

¿Es autobiográfica?

No, pero tiene una raíz autobiográfica.

La portada del libro me hizo pensar en otra historia…

¿En qué?

Pareciera que se trata de una historia de amor, erótica, pero en realidad la historia no es grata, sobre todo para la protagonista, al principio parece gozar, pero a los 39 años, cuando intenta explicarse su vida, sigue fragmentada, casi como cuando tenía 13 y leemos una historia donde impera la pérdida del sentido de identidad… En fin, ¿cómo decidiste esta estructura, qué retos enfrentaste?

El escribir la novela, descubrí una forma de narrar adecuada para la historia, que tiene que ver con la fragmentación. El personaje vive fragmentado, ella se siente muy fragmentada, y así es como empieza el libro, con la narración de un accidente por el cual ella está físicamente fragmentada, con el cráneo roto…Cuando recobra la conciencia, lo primero que ve es la radiografía del cráneo, entonces ella se siente hecha pedazos, en fragmentos, y de alguna manera la narración es como si estuviera componiendo una pieza de cerámica, como si fuera encontrando los fragmentos y los fuera pegando, pero no hay un todo al que llegar, es decir, su identidad o su personalidad o su vivencia de sí misma siempre va a tener estos huecos, estos lapsos, estas cosas que no recuerda bien, estas cosas que no entiende, toda esta incertidumbre… Creo que parte de lo que sucede es –no se dice claramente en el libro, pero me parece que está ahí– que la idea acerca de su persona es aproximada, siempre está llena de cosas que no sabe, de las que no tiene certeza. Me interesaba narrar esa falta de completud de la persona, esa sensación de estar habitada por cosas desconocidas, enigmáticas, cuando tu propia memoria no reconstruye todo el pasado, sino que afloran algunas cosas, otras están olvidadas, otras sí se recuerdan. Pero todas las sensaciones también dependen de cómo las quiero recordar y qué historia quiero contar, y el texto refleja lo que recuerdo, lo que estoy diciendo ahí. Lejos de que quiera que el lector piense “Ésta es una historia fidedigna, así fue…”, más bien yo quiero contar una historia en la que siempre haya esos lapsos, esas dudas, y, desde luego esto, yo lo estoy recordando y sólo recuerdo ciertas cosas… Déjame decirte algo más. Aparte de que no hay una historia completa, por otro lado a mí me gustó narrar en fragmentos, porque yo soy cuentista, empecé escribiendo cuentos y estos fragmentos estaban estructurados así. Cada fragmento es como un flashazo sobre la historia, cada fragmento dice algo, cada fragmento narra una pequeña cosa y de alguna manera la cierra en sentido literal; aquí este texto tiene cierta intención o este otro funciona en el todo. Más que hacer una narración, como un río, que sigue y sigue, más bien son fragmentos que van aportando visiones sobre la historia.

¿Provienes de familia taurina?

Sí.

Hay un momento climático en la novela, cuando el tío y la niña están viendo los toros y se realiza la felación, el momento sexualmente más explícito de la novela, ¿por qué elegiste ese momento, esa interpolación felación-muerte del toro?

Bueno, justamente lo que yo estaba buscando ahí era que la violencia de la corrida de toros se combinara o contaminara con la escena sexual que se está narrando. Tú ves que hay violencia en toda la novela desde el principio, con el accidente. Ella tiene siempre, como parte de la relación, ese recuerdo del dolor del accidente y de la sensación de que estuvo al borde la muerte. Entonces en los toros hay este lado muy cruel, quizá sádico de la relación, pues es una relación sexual que le trae a ella mucho dolor, más que dolor físico, mucha sensación de violencia. Es una relación que ella vive como violenta, y ese capítulo de la corrida de toros condensa –aunque ya se ha dicho en otras partes de la novela– que es una narración metafórica, en la que lo que pasa en la plaza de toros de una manera equivale, es simultáneo y afecta a lo que está sucediendo entre los dos personajes; hay muchas cosas en ese capítulo… Por otra parte, ella está obligada a guardar un secreto, está obligada a callarse, por eso es una escena de sexo oral, por eso tiene el pene dentro de la boca, y eso le interrumpe la capacidad de hablar…

Es cierto, es una metáfora del silencio, pues nunca pudieron hablar en realidad.

Así es. Entonces es una escena en la que se combinan la violencia, el silencio, la orden de callarse y también otra cosa: el público, hay un público que le está aplaudiendo al matador y, por otro lado, la familia los está viendo, bueno, no los está viendo, pero de alguna manera está presente y por eso ella siempre se hace la pregunta “¿Por qué no se dan cuenta, por qué recae en mí la responsabilidad de callar?”. Cuando todo el mundo está alrededor y nadie fue capaz de llamarla, de saber dónde estaba…

Entonces, ¿no importan las niñas, como se dice en la novela?

Así se dice en la novela…

Sí, al principio y al final…

Bueno, definitivamente no puse esa frase por descuido, la puse porque la protagonista tiene que vivir todo esto: mucha violencia, mucho asilamiento, mucha fragmentación de su ser, y sin que nadie se dé cuenta. Pienso que es cierto, que en una familia tradicional, conservadora, como es la de la novela, las niñas no tienen importancia en realidad, aunque pareciera que sí. Pero la familia está estructurada de tal manera que las niñas son los personajes más relegados que puede haber en aquélla. Lo que estoy criticando es una familia donde hay toda esta conspiración de silencio para mantener el teatro de que la familia es feliz, estable y armoniosa; entonces no importa que la niña esté pasando por todo esto, tan no importa que la familia se niega a darse cuenta incluso cuando ella lo dice cuando ya es mayor, pero la familia hace lo posible por realizar su acto de circo.

Sí, también hay un fragmento narrado así, circo como parábola de esta familia: la abuela, el atractivo mayor; y el tío, que la hace de trapecista… ¿Por qué el circo, te gusta?

No voy casi al circo, aunque me puede gustar muchísimo. Lo que trato de decir –creo que es muy claro– es que la respetabilidad de la familia es un espectáculo que se mantiene a costa de todos estos silencios y a costa de lo que los personajes están callando y sacrificando. Hay esta preocupación, en muchos de los personajes, de que el show continué, ya sabes eso de que el show debe seguir, y bueno, eso definitivamente es parte de esta familia y de muchas más.

¿Y qué hay de la hipocresía de la familia?

Mira, creo que es la palabra justa. Considero que afortunadamente estamos viviendo una época en que muchas cosas están cambiando, y que secretos tremendos que no se decían ahora ya aparecen en los periódicos y en las leyes, como el hecho de que ya se celebren las bodas civiles entre personas del mismo sexo en la ciudad de México.

¿Crees que deban acabarse los secretos?

Yo no haría una afirmación tan categórica, jamás, pero estamos en un proceso en que todas estas cosas se están empezando a decir, a discutir, lo cual es lo sano, no tienen por qué suceder muchas cosas en el secreto.

¿Esto en qué cambiaría las cosas?

Lo que yo digo es: la familia se sostiene sobre el secreto, hay este tipo de relaciones incestuosas, que son secretos de familia, existe esa frase hecha, ¿no?, son secretos de familia, por lo tanto son cosas que no se dicen, ¿qué sucedería si esto se supiera? Bueno, habría que preguntarse a qué cosas sirve el secreto. Sirve para mantener la respetabilidad de la familia, para que todo siga funcionando como funciona, para que la esposa y el esposo sigan unidos en una relación que permite todas estas infidelidades, donde la niña –los niños– no importa… Entonces para eso sirve el secreto, para mantener una estructura, que a mí me parece viciada y opresiva. Yo no estoy diciendo que lo hay que hacer es permitir relaciones incestuosas y festejarlas, lo que yo estoy diciendo es que si esos secretos se abren y se empieza ver lo que está pasando, creo que cambiaría toda la teoría de la familia. Sin duda, pasarían muchas cosas que ni siquiera nos imaginamos, y que tampoco podría predecir. Pero si de pronto se empieza a ver, “Oye, está pasando esto”, por lo pronto quizá no se hubiera prolongado tanto y no se hubiera dejado llegar a tanto esta relación incestuosa, digo, es una cosa que se puede pensar. Si los padres se hubieran dado cuenta en el momento, probablemente hubieran hecho algo, en vez de voltear a otro lado. Además, si estos secretos se abrieran, la estructura de la familia no podría seguir igual, tendrían que cambiar muchas cosas, es decir, para resumir lo anterior, mientras el secreto sirve para mantener una estructura opresiva, abrir el secreto colaboraría a desestabilizar esta estructura, que es muy distinto de decir que este tipo de relaciones se tengan que aceptar.

“El incesto, esta palabra tan antigua”, dices en tu novela, es decir, este tipo de relaciones tiene mínimo 2,500 años…

Creo que estamos viviendo una época en que todas estas cosas están moviéndose y hay toda esa tendencia, que ya no se puede detener, hacia desestabilizar todas estas viejas estructuras viciadas y permitir otras opciones y alternativas. Por otro lado, está toda esta fuerza muy poderosa de instituciones, como la Iglesia católica, por ejemplo, y de grandes organizaciones que tienen muchos medios a su disposición, que mueven intereses contra la legalización del aborto. Todos estos se esfuerzan en mantener el control que siempre han tenido, ¿sobre qué? Pues sobre nosotros, controlándonos a través de las estructuras de la familia.

¿Hay un divorcio entre estas estructuras sociales y la mentalidad de los individuos?

Por supuesto, yo creo que es una época de muchísimo cambio, pero también una época en que estas instituciones se esfuerzan por detener el cambio y por mantener su control.

Y la adolescente de la novela lo refleja, pues en alguna parte dice “odio a todos los que amo”…

Esta niña de la novela es una niña que se quiere rebelar contra su familia, por eso lo hace, por que finalmente ella quiere pensar lo que es el bien y el mal en sus propios términos, y por también la novela tiene un final doble.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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