POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
-Retórica de cada año
-Un nuevo modelo laboral
-El desencanto del trabajador
“Esta columna la quiero dedicar a María de la Luz Salinas Bernal de Palencia, a 21 años de ausencia”.
Otro primero de mayo. El Día del Trabajo convoca a recordar las conquistas laborales del pasado, un pasado cada vez más enterrado por el grado de avance del capitalismo neoliberal y globalizado. Nos encontramos en una circunstancia en la que se está reeditando el ámbito laboral, el perfil de las relaciones patrón-empresa-empleado.
Y es que el patrón no tiene razón de ser en tanto no exista el vehículo de la empresa y de cara a ésta el eslabón hacia el trabajador. Si la dinámica de la empresa ha venido transformándose en los últimos treinta años (en sus inputs y outputs) es entendible el impacto en los trabajadores, en todo el ámbito laboral.
Los mayores cambios al respecto son perceptibles en las empresas que emprendieron el desafío de la internacionalización mediante el comercio, la aplicación de la inversión extranjera, las alianzas, coinversiones y las presentaciones de oferta de compra de otras empresas similares que presumen de porcentajes de mercado relevantes.
Las grandes consolidaciones y concentraciones de la década de los ochenta y los noventa han parido a trabajadores internacionales, una fuerza de trabajo condicionada e influida tanto por las condiciones del mercado externo como por las internas, las propias, y que con los procesos de deslocalización de las multinacionales y transnacionales contribuyeron a alterar el perfil del trabajador: no es sólo la búsqueda de mano de obra barata, es la revisión de su nivel de capacitación-educación-idiomas; índices de productividad; nivel de sindicalización; flexibilidad de contratación-despido; flexibilidad horas-hombre; y problemática laboral del entorno.
Dentro del mismo grupo, la plantilla compite en escenarios externos, con sus compañeros de empresa a lo mejor en Roma, Brasil, Estados Unidos o quizá en Ciudad Juárez, Chihuahua. Aunque realicen procesos distintos ante el esquema de la deslocalización, siempre estarán sujetos a la comparación de rendimiento, eficiencia, productividad, competitividad e indicadores que a nivel macro condensan las respectivas dependencias estadísticas y las Secretarías al cargo.
Por ejemplo, un trabajador en Bangladesh contratado para una determinada subsidiaria de un grupo multinacional o transnacional, que pertenezca a un colectivo que por razones complejas se caractericen por relaciones laborales improductivas-problemáticas, sujetas a constantes amenazas de huelga para presionar en alzas salariales en los contratos respectivos, este sujeto y su colectivo, son comparados dentro de la empresa con cuanto acontece con otras subsidiarias ubicadas en esferas geográficas distintas.
Así es que en el nuevo ámbito laboral, liderado por las grandes empresas, el trabajador internacional es foco de enormes presiones y retos.
En tanto, en el sector de las medianas, pequeñas y microempresas el trabajador padece por los contratos temporales, sueldos, salarios y prestaciones caídas.
En el caso de México, buena parte del empleo que provee el sector privado es gracias a las medianas, pequeñas y microempresas, algunas logran internacionalizarse, otras quedan únicamente circunscritas al área geográfica nacional. En general, el trabajador es víctima de una gran rotación del empleo ante el desencanto de sus propias expectativas de desarrollo personal, en las que en gran medida influye la paga.
A COLACIÓN
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) habla de “la dimensión del empleo”, “el trabajo decente”, “empleo productivo”, “salario igual por un trabajo de igual valor”; algunos hablamos del trabajo humano para centrar al ser humano a la cabeza del proceso económico, uno que en la actualidad tiene manifestaciones negativas sociales, políticas, culturales y psicológicas. Simplemente, ¿cuántas depresiones y suicidios son el resultado de una baja perspectiva laboral? ¿Cuántas personas no superan la tensión de perder el empleo después de los cuarenta años? Y ¿Qué pasa con los suicidios como puerta falsa para escapar de las deudas impagables porque no hay ingreso?.
Seguir viviendo en un mundo material es continuar enterrando las conquistas laborales de finales del siglo XIX y de las de mediados del siglo pasado, es llevarnos de la mano al trabajador decepcionado, explotado, improductivo, desencantado con cuanto lo rodea, sentirse una mercancía abaratada con un futuro incierto porque no tiene caja de ahorro, ni fondo de pensiones, ni seguridad social.
En un paradigma de longevidad pronosticado para las próximas décadas con poblaciones que vivirán hasta los cien años como se estima para España, los desequilibrios laborales derivados de una pirámide inversa, entre gente productiva y gente pensionada y en cesantía, presuponen un redimensionamiento de las políticas públicas actuales de cara a los años venideros. Hay que asegurar que habrá dinero para sortear las presiones.
En Europa, los programas de vivienda fomentados por el gobierno están siendo alargados a planes de cincuenta años de financiamiento, precisamente lo encabeza España y está orientado a un joven entre los 20 y 25 años de edad recién contratado en el sector público. En los próximos cincuenta años podrá asegurarse un rubro de ingreso para las finanzas públicas del grupo de jóvenes que contrate su hipoteca.
Asimismo, la iniciativa privada encuentra toda clase de incentivos fiscales siempre y cuando provea de empleo “con contrato estable”, “contrato de largo plazo” o “contrato seguro”. Se busca desmotivar el contrato temporal, las entradas y salidas. Al mismo tiempo con los contratos estables formar otra base de asegurados que pagarán por su seguridad social y los fondos respectivos, dinero que sale de su propia nómina.
Son esfuerzos, aunque ello no evita las decepciones y es que nadie habla de revalorar los sueldos, salarios y remuneraciones, ningún político se atreve -en ninguna democracia más o menos avanzada-, a enfrentarse al gran poder de la empresa multinacional y transnacional. Lo dejan en manos de los banqueros centrales, “es por la inflación” y en seguida argumentan que hay que cuidarla. Prefieren abrir el crédito y tener eternos abonados para la banca privada, un modelo que está llevando para sí el gobierno español con las hipotecas de cincuenta años.
Con todo, no hay gobernantes que acepten lo mal que vamos. Prefieren hablar de triunfalismos y de avances. Reciclar la misma retórica del discurso del Día del Trabajo del año pasado. Vamos, el de siempre.