La literatura de Luis Camarena explora los enigmas del ser humano

Luis Camarena nació en Puebla en 1961
 y actualmente reside en San Miguel
 de Allende, Guanajuato
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 20 de febrero de 2007. Después de doce años sin publicar, Luis Camarena acaba de dar a la luz su segundo libro, “Nadine Pérez, la devoradora de artistas”, en la editorial El Tucán de Virginia –ampliamente conocida por publicar poesía–, que con este título inicia su camino como editora de relatos.

Inicialmente arquitecto y pintor, sus primeras dos pasiones, en las que buscó saciar sus necesidades vitales de expresión, Camarena encontró en la literatura otra vía para plasmar las ideas que atraen su pensamiento e incitan su sensibilidad. Su primer libro de cuentos, “El plan”, apareció en el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1995. Al respecto, Daniel Sada apuntó que en esos cu entos “Hay una fe gozosa por explorar, sin menoscabo, en los enigmas y contradicciones de la naturaleza humana, siempre tratando de encontrar en ella atisbos de sabiduría y emancipación”.

En “Nadine Pérez…”, único relato o cuento largo de su segundo libro, Camarena sigue explorando esas contradicciones, aunque en este caso vislumbra falsedad y hasta crueldad, desolada parábola de los tiempos que nos tocó en suerte vivir. Entrevistado, nos habla de este libro, de su relación con la literatura y de lo que para él representa escribir.

Luis, si ya pintabas y habías concluido tu carrera de arquitecto, ¿qué te llevó a la literatura, a escribir?

En realidad, una cosa me fue llevando a la otra. Yo estaba en Europa haciendo una tesis sobre teoría de la arquitectura. Cuando comencé a escribirla, me di cuenta de que disfrutaba mucho. Intenté que se llamara así, Teoría de la Arquitectura, pero cuando regresé a México no me aceptaron una tesis teórica, me dijeron que debía ser un proyecto arquitectónico. Me desilusioné un poquito al ver que había esa cerrazón en la universidad para presentar un proyecto teórico. Era un asunto que me resultaba interesante, incluso para que la teoría tuviera un impacto en el diseño; de hecho, eso me había impulsado a escribir el libro, porque justamente yo estaba buscando cómo integrar una serie de reflexiones para hacer más consistente lo que estaba haciendo como arquitecto. Finalmente esas ideas se convirtieron en un libro de teoría. Pero yo ya escribía desde tiempo antes, a manera de diario, mis reflexiones y ciertos sucesos de mi vida. Entonces, cuando escribí ese libro  de arquitectura, descubrí que me gustaba muchísimo la literatura, además de que leía mucho. Te estoy hablando de hace 25 años…

¿En qué momento te planteaste escribir ficción?

Justamente cuando yo estaba escribiendo ese libro de teoría empecé a escribir algunas historias que sucedían en París, donde vivía en esos momentos. Era la época en que la figura de Julio Cortázar estaba en su plenitud, no lo conocí personalmente, pero sí lo leí con placer y pensaba “¡Qué maravilla!”, era una gran fuente de inspiración y eran fascinantes los universos a los que su literatura me llevaba. De algún modo, yo quería reproducirlos. Así, en un momento dado, pensé que tenía habilidad para poder hacerlo.

Bueno, eso creías tú, pero quién te dijo que podías ser escritor…

En ese proceso tuve la suerte, cuando ya tenía seis o siete cuentos escritos, de que la vida me cruzara con Daniel Sada. Él empezó a leer mis cuentos y posteriormente me integré al taller de literatura que daba en San Miguel de Allende, donde vivió una temporada e impartía clases en una Academia Hispanoamericana. Mi hermana me lo presentó, pues también daba clases en la misma Academia. Ya siendo amigos, comenzamos a compartir escritos. Daniel ya era un escritor de gran talla, de experiencia. Puedo decir que fue mi primer maestro en rigor, en forma, ahí en su taller.

¿Él te motivó a escribir, te dijo que podías hacerlo?

Lo que influyó mucho fue que dejé de mirar a los escritores como a unas entidades que andaban por ahí, flotando en el espacio. De repente comenzó a volverse un proyecto vital, es decir, pensaba “Esto puede convertirse en realidad para mí”, y comencé a hacerlo. De hecho, el impacto, el encuentro con Daniel fue un poco dramático, porque cuando compartí mis escritos con él pensé que iba a encontrarme con un igual, alguien de quien pensaba que –¡iluso!– incluso me iba a decir “Qué bien está esto”, pero el primer encuentro más bien fue de críticas. La verdad eso me llevó a dejar de escribir durante un buen tiempo, bastante desilusionado, pero finalmente uno entiende que debe dominar el oficio. Eso fue lo que me legó Daniel: el entendimiento de que debe uno aprender bien el oficio de escribir.

Entonces, ¿cómo fue que volviste a escribir?

Yo creo que por una terquedad interior, por una necesidad  de hacerlo, que no muere, que se puede derrumbar momentáneamente por los estímulos del exterior… Finalmente, sigo escribiendo porque necesito hacerlo. Además, tengo mucho material inédito y voy a seguir escribiendo…

¿Cómo combinas tus facetas de arquitecto, pintor y escritor?

Precisamente por eso me salí de la ciudad de México: porque no podía hacer las tres cosas, no podía decidirme por ninguna de ellas. Mi método fue decidirme: “Debo vivir en un lugar donde tenga tiempo”. En la ciudad de México no podía tenerlo, era una locura. Hice cuentas y descubrí que pasaba tres o cuatro horas en el coche. Entonces decidí hacer un proyecto de vida en el que esas tres o cuatro horas se las pudiera dedicar a mis distintos oficios. Así acabé yéndome, aunque sigo siendo un habitante de la ciudad de México, pues cada tres o cuatro semanas voy a darme mis vueltas. San Miguel de Allende es una ciudad en la que están pasando cosas interesantes, definitivamente es muy rico vivir ahí, es muy chiquita, pero cosmopolita, en la que pasan cosas interesantes. Justamente hace unos días fui a un concierto y dije guau, esto pude haberlo oído en París o Nueva York. Además, tiene la ventaja de estar muy cerca de varias ciudades: Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí, la ciudad de México… Si uno se lo propone, no se desconecta del todo. De este modo tengo la maravilla y el tesoro del tiempo y sigo practicando las tres artes.

¿Por qué tu segundo libro salió en una editorial de poesía?

Mira, con Víctor Manuel [Mendiola, el editor de El Tucán de Virginia] ya tenía una relación de amistad desde años antes. Justamente por Daniel Sada, cuando Víctor hizo la presentación del libro de mi esposa, Valerie Mejer, que es poeta. De ahí nació una amistad. Víctor y Jennifer Clement organizan festivales internacionales de literatura en San Luis Potosí y Tamaulipas; yo participé en San Luis y es una experiencia maravillosa. Lo que han hecho es crear una especie de encuentros donde se encierran 20 escritores de varias partes del mundo y conviven una semana entera. Es una experiencia apasionante porque desayunas, comes y cenas con ellos, intercambias ideas… Es como una montaña rusa del amor, de repente te sientes feliz y de repente te sientes miserable, pues se manejan participaciones de mucha entraña y hay muchos altibajos en el ánimo. Así, cuando Víctor leyó “Nadine Pérez, la devoradora  de artistas” le interesó y me dijo “¿Qué tal si incursionamos en El Tucán de Virginia en narrativa? Me interesaría publicar relatos…”. Y escogió el mío para esta nueva faceta de su editorial.

¿Cómo se refleja en tu obra tu residencia en San Miguel?

Quizá no demasiado, llevo catorce años viviendo ahí de manera permanente y en realidad el único impacto real en mi vida es el tener tiempo, así como saber y ser parte de las cosas que comienzan a suceder en la ciudad. Hace catorce años era un pueblito, ya se llamaba ciudad, pero era un pueblito. Hay una importante comunidad estadounidense, en un inicio había mucha gente de la tercera edad, pero ya hay más gente joven y la ciudad comienza a tener su marcha, pues el impacto de la cultura estadounidense genera cosas interesantes. No creo  que haya mucho impacto en el caso de mi escritura, en lo que propongo, prácticamente en nada. Uno debe buscar otras influencias.

¿Por qué ubicaste en París “Nadine Pérez…”?

Porque ahí viví una temporada y esta ciudad sí tiene un influjo fuerte en mi obra. De hecho, he tratado de regresar cada que puedo porque es una ciudad que me gusta mucho. Caminar y escribir en París siempre ha sido una parte importante de mi proceso creativo. Además, ahí está una galería que maneja mi obra pictórica, lo cual me impulsa a ir más.

Desde el punto de vista artístico, ¿estás más consolidado como pintor que como escritor?

Sí, es probable, porque he tenido más actividades en ese campo. Uno de los problemas que enfrentas cuando haces tres cosas diferentes,  las tres muy exigentes, es que todo va más lento. Uno tiene que tomar esa decisión y desafortunadamente no puedes estar en tres mundos al mismo tiempo, es bien difícil estar en todo…

Ya tienes dos obras publicadas, ¿qué te mueve, qué pretendes en la literatura?

Considero que los escritores tienen dos momentos importantes: para crear una obra necesitan mucho tiempo de soledad, horas y horas de soledad. No pueden escribir si no están solos. Entonces ésa es una parte del proceso, cuando creas la obra y pareciera que ahí termina todo, pero en realidad el proceso se cierra cuando lo que escribiste encuentra su lector. Yo escribo mucho, todos los días, tengo varios relatos y una novela terminados, aún inéditos. Entonces me interesa la idea de ser un escritor leído, conocido. Definitivamente, quiero llegar a más público.

¿Qué puede encontrar en tu obra el lector que está, hipotéticamente, allá afuera, esperando tu obra?

Creo que nos valemos de la literatura para descifrar los enigmas del ser humano, para poder reflexionar sobre por qué actuamos de una manera o de la otra, utilizando una historia como excusa para hablar de ello de una manera que no sea un aleccionamiento, es decir, contando una anécdota un escritor puede explorar esa parte de la humanidad; eso es lo que a mí me interesa. Finalmente, me fascinan las motivaciones y las derivaciones que pueden alcanzar determinadas situaciones a las que nos enfrentamos, dependiendo de nuestras circunstancias, qué tan diferentes somos, cómo nos vamos hacia un lado u otro, cómo tomamos nuestras decisiones…

¿A qué retos te enfrentaste en “Nadine Pérez…” como pintor y como escritor, facetas artísticas que no te son ajenas?

Mira, la historia de Nadine Pérez sirve de telón de fondo para hacer una reflexión, desde mi punto de vista, sobre la situación del arte en nuestros días. Para mí hay un asunto, una postura y una posición que abandero. Esa onda del arte conceptual, en la que de repente todo mundo ya se siente capacitado para ser un gran artista. Llegas a un museo y ves un tenedor y un montón de basura en medio de un cuarto y a eso le llaman arte y le ponen ocho cédulas explicándolo –no tiene nada que ver que ahora esté en Bellas Artes la retrospectiva de Gabriel Orozco, eh– Eso me parece una vacilada, yo tengo una postura y sigo creyendo en el oficio, en la pintura. Nadine Pérez, mi personaje, es una mujer que se autodenomina artista, y tiene un proyecto, que es robar las obras de otros artistas, plagiarlas y hacerlas pasar como suyas. En suma, un proyecto consistente en devorar a otros artistas, esto está tomado como un proyecto artístico, y en nuestra época se vale. Así, ese relato es una manera irónica de hablar, de reflexionar sobre esta situación.

¿Eso sucede en México, por ejemplo en Oaxaca, con la obra de Tamayo?

No creo, porque a veces, cuando surge un pintor tan poderoso como Tamayo o Toledo, forman escuela, y dentro de las obras que surgen de una escuela hay artistas muy importantes. No sé, Picasso y Braque inventaron el cubismo y luego una serie de pintores hicieron cuadros cubistas, Diego Rivera entre ellos, y hay cuadros cubistas maravillosos de Rivera, y no es que éste plagiara a Picasso, simplemente hay obras que son origen y forman escuela.

Háblame de tus nuevos proyectos, ¿qué sigue: cuento o novela?

Son distintas formas de expresión. Una novela siempre es mucho más ambiciosa y más compleja. Los personajes y los escenarios crecen, incluso éste se llega a consolidar casi como otro personaje, donde todo ocurre, el tiempo se extiende y las situaciones son más largas; en un relato o en un cuento todo es más pequeño. Martín Solares un día hizo una analogía que me parece muy interesante: un cuento es como si fuera un concentrado, tú puedes hacer un agua de limón o lo que sea, es el concentrado, el puro jugo, donde tienes todo comprimido y eso tiene una efectividad. La novela tiene otra efectividad, otros alcances. En este sentido, la novela que tengo en gaveta es una novela que sucede en un lugar como la ciudad de México, pero no se llama así, sino Polisburgo. Es una historia sobre un vengador, un personaje inspirado un poco en la figura de Batman, digamos que es un Batma n tercermundista, pero no tiene la estética del cómic, es una novela seria. Lo que me interesa de Batman como personaje es que es el único superhéroe que conocemos que se forja a sí mismo y llega a esa condición a fuerza de trabajo y como producto de un trauma, porque es testigo de cómo asesinan a sus padres, y no porque explotó un planeta o hubo un accidente nuclear o una araña exótica lo picó Es decir, a partir de una situación traumática, él decide tomar la ley en sus manos y se forja a sí mismo. Entonces este personaje que habita en Polisburgo tiene más o menos esa característica, surge de una situación traumática, en un ambiente como el de la ciudad de México, digamos que Polisburgo es a la ciudad de México lo que Ciudad Gótica es a Nueva York, una cosa así, y tratando de hacer una estética como del caos, en un lugar en el que reina la corrupción y todos los problemas inherentes. Así, esta especie de vengador decide tomar la ley en sus manos y su peculiaridad es que va eliminando policías corruptos para tratar de solucionar algunas situaciones. Ahora falta entrar por el tortuoso camino de las editoriales, y encontrar a un editor, esto ya no depende mucho de mí, sino de la aceptación que tengan mis trabajos narrativos.

Luis Camarena

Nació en Puebla en 1961. Actualmente reside en San Miguel de Allende, Guanajuato. Estudió Arquitectura en la ciudad de México. Arquitecto y pintor, su obra plástica se ha expuesto en diversas ciudades de la República. Su labor literaria y textos sobre teoría de la arquitectura han sido difundidos en los diarios “El Nacional”,  “El Sol de Zacatecas” y en la revista “Dosfilos”. Publicó el libro de cuentos “El plan” en 1995 y se desempeñó como coeditor y articulista de la revista mensual “El Petit Journal”. Recientemente, su obra plástica ocupó un lugar en la retrospectiva de pintura latinoamericana llevada a cabo por la Galería Les Yeux Fertiles en París, Francia, donde figuró como el pintor más joven en un grupo formado por Roberto Matta, Wilfredo Lam y Jorge Camacho, entre otros.

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