Por amor a las raíces, que reine el huapango de nuevo en la Huasteca

El profesor bilingüe
–español-náhuatl–
Justino Hernández Alvaradocon
la cabeza de venado que rifaron
durante la Huapangueada
 Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 12 de enero de 2007. Caminamos por la calle empedrada, dispareja, y nos dirigimos a su casa, donde me hospedaría los dos días que permanecería en el pueblo de Colatlán, perteneciente al municipio de Ixhuatlán de Madero, en la región huasteca de Veracruz.

En la entrada, y destacándose frente a la inmensidad de la noche, estaban un árbol de Navidad y, a un lado, el Altar en honor de la Virgen de Guadalupe, ambos iluminados por multicolores luces intermitentes. En la lejanía, se alcanzaba a escuchar el barullo de la huapangueada en la casa del profesor Moisés Hernández Barrales, que continuaba después de haber concluido en la Plaza Cívica colateca. También uno que otro grillo jugaba con su cajita de música.

El profesor bilingüe –español-náhuatl– Justino Hernández Alvarado toma asiento en el porche de su casa. Es miembro del Comité Organizador del “V Encuentro de Huapango” en Colatlán y un hombre de pelo cano, estatura regular, de semblante serio, parco, pero generoso y amable. Unos 55 años, le calculo. Se advierte cansado. Se lo comento y me dice “Sí, algo”. Son, más o menos, las tres de la madrugada del jueves 28 de diciembre de 2007. Ha sido un día pesado, ha concluido el primero de dos dedicados al huapango. “Sólo unos minutos”, le pido, y comenzamos a platicar, mientras bebo un trago del buenísimo aguardiente de aguacate que me dieron en la casa del profe Moi.

¿Usted es parte del Comité Organizador?
Sí, ahí ando auxiliándolos en lo que se ofrezca. Desde hace cinco años hemos estado con lo del huapango, ahí vamos, para adelante. Empezamos de una manera muy sencilla en 2002, antes era un solo día, pero para el segundo año ya fueron dos días, y así empezó a difundirse, a conocerse más, así sucesivamente… Ha jalado más año con año, invitamos a más bailadores, tríos… Este año han venido más gente, más tríos…

¿Qué representa la fiesta para ustedes?

Para nosotros representa un reencuentro con los compañeros nativos de aquí que a veces se olvidan de su pueblo. Precisamente por eso surgió la fiesta en diciembre, para llamarles la atención de su pueblo a los que no viven aquí, para que vengan más seguido o por lo menos cada año. Muchos se estaban olvidando de Colatlán, por eso se puso a esa fiesta el nombre de “Reencuentro Colateco”, con la gente de aquí. No es ninguna fiesta patronal, es una fiesta en la que quisimos hacer un llamado a los colatecos que se encuentran fuera a que vengan, y sí vienen.

“También depende de dónde trabajen o dónde se encuentren. De los colatecos que conocemos, sabemos que vienen de varias partes de Veracruz, de México [D.F.], Morelia, Reynosa, Matamoros… En diciembre vienen al festejo colateco, se está haciendo tradición… Primero se empezó a hacer la feria como un reencuentro colateco e inició con una exposición ganadera, luego, al tercer año, vino la creación del Encuentro de Huapango. Hace ocho años se inició el “Reencuentro Colateco”, principalmente como una exposición ganadera, con juegos mecánicos y los Voladores.

La iniciativa del huapango salió después, y sí, ha funcionado muy bien, las autoridades se movilizan, como el profesor Moisés Hernández Barrales –y desde antes de que fuera Agente Municipal–, siempre le ha gustado el huapango, tanto así que ahí está el trío Koneme, integrado por dos de sus hijos y un sobrino, además está el trío Cocuyitos, con dos hijos de su hermano Porfirio, ya están agarrando el hilo del huapango y les gusta a los chamaquitos. La gente apoya mucho, los invitamos a participar en todas las actividades y ayudan en los trabajos, además con una cooperación económica, voluntaria, lo que puedan. Porque aquí acostumbramos dar un estímulo a los tríos, algo simbólico, pero de buena voluntad, para sus pasajes, gastos, en fin, una ayuda, se reúne el monto y se divide entre los tríos que vienen.

¿Tiene algún significado especial el huapango para usted?

Para mí tiene mucho significado participar en la fiesta. Siento que de esa manera levantamos más que nada una cultura que estaba olvidada en nuestra región, sobre todo en nuestro pueblo, ya no sonaba mucho el son. Mi tío Heraclio, mi tío carnal, él es un viejo músico, violinista, toca muy bien, lo conocen varios, ha ido a tocar a México en casas de Cultura y en otros lugares de allá, lo han reconocido… Últimamente lo ha venido a visitar personal de varias radiodifusoras de la región y su música le ha dado realce a la región… Más que nada ha sido como un maestro para la huapangueada, lo que nosotros queremos levantar de nuevo, mejor… Ya estamos cosechando frutos, en cinco años ya tenemos al trío Koneme y vamos con los Cocuyitos, que van a mejorar su arte musical de la Huasteca. Además, estamos contagiando este ánimo entre nuestra gente, este realce del huapango entre nuestra gente que lo estaba olvidando. Sí, antes aquí se hacían huapangueadas, con nuestros medios, como se vivía antes, no había tanto eco de eso como hay ahora, aparatos para darle más sonido.

“Pero, olvídese, aquí reinaba mucho el huapango. Mi tío Heraclio Alvarado le puede contar una muy buena historia, de cómo se enseñó, cómo se acercó al huapango, que le gustó, empíricamente, creativo por sí solo, porque nadie le enseñaba las posturas, y en qué tono, no, nada, todo eso ya nos lo contó a nosotros. Los muchachos del trío Koneme se enseñaron con la música de él, íbamos y se ponía a tocar con ellos, y en seguida le grabábamos en casete para que cuando él no tuviera tiempo de ensayar, los jóvenes ensayaran solos, nomás con el sonido de la grabación que habíamos hecho antes… Así fueron avanzando los muchachos, él vive aquí en Colatlán, en un barrio arriba, Terrero, le llamamos, aquí estamos por barrios.

“Hoy [miércoles 27] no bajó porque creo que tuvo una fiesta en su casa y lo visitaron unos tríos; después de visitarlo, los tríos bajaron, pero creo que se echaron unos tragos y a él no le dieron ganas y no bajó. Sentimos que lo que hemos dicho es el sentir propio del que padecemos como un gusto huasteco, que tenemos dentro de la región, y lo sentimos en el corazón de cada uno, todos los colatecos, lo sentimos en nuestros corazones, contagiado por este movimiento, todos los colatecos. Sí, que viva el huapango, que vuelva a sonar en toda la Huasteca, porque es de aquí…”

Guardó silencio. Su mirada se iluminó por un instante durante un esbozo de sonrisa. Los cantos de los gallos comenzaban a escucharse. Don Justino me instaló y nos despedimos. “Cúbrase bien, está haciendo frío”, me dijo al dejarme en el cuarto que dispuso para mí. Aún tenía aguardiente con hojas de aguacate en mi vaso. Bebí otro trago. “¿Cuál frío?”, pensé. Y así concluyó mi primer día en el “V Encuentro de Huapango” en Colatlán.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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