Desplazamientos internos

 POR LA ESPIRAL
   Claudia Luna Palencia

-Desplazamientos internos
-Políticas públicas, ¿preparadas?
-Estados, delinear el  nuevo perfil

Al renglón de primer nivel de importancia de los gobiernos estatales debe añadirse, con estricto apremio, el asunto de los movimientos demográficos interestatales, de la migración interna, y en algunos casos de la migración internacional
En los últimos años la inclinación de los gobiernos estatales ha sido por resolver la astringencia de las finanzas estatales, bandera de la Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), un tema que ha sido, y es, un foco de discusión y tensión permanente entre los gobiernos estatales y el federal.
Muy bien, concordamos que las finanzas merecen atención pero sin descuidar otras cuestiones ineludibles para las políticas públicas, la acción gubernamental de las entidades y la toma de decisiones en aspectos como la disponibilidad de servicios en relación a la demografía.
La pregunta que debemos hacer a los gobernadores es: ¿Está la entidad preparada para seguir recibiendo nuevos flujos de migración interna? ¿Para acoger a las familias que dejan el Distrito Federal para buscar ciudades más seguras, con mejor calidad de vida y con servicios como el agua, cuyo suministro se ha recrudecido?
El planteamiento no deriva de un conflicto de explosión demográfica en un país en el que somos 104 millones 213 mil 503 habitantes, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO), más bien la exposición está enfocada al movimiento humano interno, a la gente que abandonó el Distrito Federal, pero sobre todo, a las personas y familias que lo harán en los próximos años para cambiar su lugar de residencia a cualquier otra entidad del país.
No es difícil estimar que la tensión hídrica que padece la Ciudad de México (la ciudad más subsidiada del país en materia de servicios) será uno de los factores de expulsión de la población.
En el Distrito Federal, de acuerdo con la CONAPO, hay ocho millones 813 mil 276 habitantes, el equivalente a sumar todos los pobladores de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Coahuila y Colima.
Hay un cambio apreciable en el corriente humano migratorio en el país: hace veinte años, el Distrito Federal y diversas zonas del Estado de México fungieron de imán para atraer a la gente del campo. Fue el éxodo de la zona rural hacia la conquista de las grandes urbes.
Actualmente sucede todo lo contrario, la gente del campo sale a Estados Unidos y la del Distrito Federal cambia de residencia a otra ciudad, de otra entidad.
En muchas de las ciudades son notorios los desplazamientos, simplemente por que éstas no estaban preparadas para recibir a la población saliente de la Ciudad de México y ello ha trastocado la vida interna de las personas naturales de cada entidad que han debido sufrir por una “importación” de males: creciente tráfico vehicular; problemas de inseguridad; la mayor demanda por servicios ha elevado su precio; boom de fraccionadores que reciben sendas licencias para construir sin previo estudio de datos de tensión hídrica, daño ambiental y ecológico; aumento del precio de alquiler de las casas y departamentos; y del precio por metro cuadrado de los terrenos.
En ciudades como Cuernavaca, Puebla, Querétaro, Guadalajara, Morelos, Hidalgo, León, Morelia y diversos municipios del Estado de México existe un deterioro en la calidad de vida derivada de una infraestructura rebasada por las propias condiciones demográficas y de natalidad de cada ciudad pero también por la migración interna.
Este grupo de ciudades podemos encuadrarlas dentro de un primer movimiento humano que empezó a trasladarse a partir del terremoto de 1985 con epicentro en la Ciudad de México.
Otro segundo movimiento humano sucede a finales del siglo XX a causa de la inseguridad y de las bajas posibilidades de encontrar empleo, lo que ha llevado a la población a buscar ciudades que cuentan con una derrama turística como: Cancún, Puerto de Veracruz, Tampico, Xalapa, San Luis Potosí, Acapulco, Oaxaca, Puerto Vallarta, Guanajuato, Colima, Baja California, Baja California Sur y Nayarit. Y otras con un potencial económico como Monterrey.
En un tercer orden ubicamos a ciudades del sur-sureste del país a las que comenzará a llegar población del centro, que dejando las distancias a parte, buscarán el agua que ya no encuentran en sus delegaciones y ciudades. De esta forma ciudades como Mérida, Villahermosa, Tuxtla Gutiérrez y Chetumal seguirán expandiéndose más a causa de este fenómeno.
A COLACIÓN
¿Qué ha pasado con la migración interna en las últimas décadas en México? Según datos recabados por la CONAPO, INEGI y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, catorce de cada mil mexicanos mudan anualmente su residencia cruzando los límites municipales dentro o fuera de la entidad federativa. Este flujo se compone de un 0.85% de migrantes interestatales y de un 0.56% de migrantes intermunicipales, lo que equivale a 4.1 y 2.7 millones de personas entre 1995 y 2000, respectivamente.
Una séptima parte de los municipios del país, es decir 368, presenta ganancias de población superiores al medio punto porcentual y la tercera parte de estos, 748, experimenta pérdidas de población superiores a ese rango, mientras que la mayoría de los municipios, mil 327 de ellos, están en equilibrio migratorio.
No obstante, la creciente diversificación de las actividades económicas ha conformado una nueva geografía de las migraciones internas caracterizada por que el Estado de México y el Distrito Federal conforman la región de donde parte la corriente migratoria más grande que reciben once entidades federativas, en contraste con el quinquenio 1955-1960, cuando la capital y su área circundante era el destino de del flujo que se originaba en 18 estados.
En términos absolutos, durante el último lustro del siglo pasado la corriente inmigratoria más cuantiosa, del Distrito Federal al Estado de México, rebasa los 30 mil y en sólo cinco estados es inferior a diez mil, mientras que a mediados del siglo pasado sólo en dos entidades el principal flujo migratorio llegaba a 30 mil personas anuales y en 21 estados era inferior a diez mil.
Durante el quinquenio de 1995 a 2000, cincuenta ciudades de diverso tamaño obtuvieron ganancias poblacionales debido a las corrientes migratorias. Además, hay 14 ciudades con atractividad migratoria que están en riesgo de que la disponibilidad de agua frene su desarrollo económico y social.

 

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