San Francisco de Asís montó el primer nacimiento con personajes reales y animales vivos

Las familias acostumbran
poner el 'Nacimiento' cada
 fin de año
Foto: Internet

Ciudad de México.- 14 de Diciembre del 2006.- El nacimiento, belén o pesebre, esa tradición de los pueblos católicos que en México ha adquirido dimensiones artísticas e incluso monumentales, al tiempo que incorpora a personajes populares, tiene sus orígenes en la Italia medieval, con San Francisco de Asís (1182-1226).

Fue ese santo, cuyo nombre real era Giovanni Bernardone y nació en Asís, población que forma parte de la Toscana, quien en 1223 montó la primera escenografía con personajes reales y animales vivos, como una representación plástica de la llegada de Jesucristo al mundo.

De acuerdo con datos históricos, el sacerdote predicaba la humildad y a partir de dicho concepto fundó la Orden Franciscana, a partir de lo cual recorrió diversas poblaciones de Italia, para predicar la palabra sagrada.

Ayudado por diversos sacerdotes, en Greccio, pequeña población entre Roma y Asís, dos semanas antes de la Navidad levantó una casita de paja, un portal y un pesebre en medio del bosque, en una gruta, e invitó a todos los habitantes del lugar a integrarse a la escena viviente.

El 24 de diciembre, los habitantes de Greccio, junto con los frailes, cantando y con antorchas, fueron a esa representación, con José y María, el niño Dios y los pastores, un buey y un burro, para darle mayor veracidad.

Tomás de Celano escribió que la gente regresó feliz y contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja, que fue una buena medicina para curar a los animales, según se divulgó en esa ocasión.

Lucía Victoria Hernández, profesora de Estudios Bíblicos de la Universidad de Antioquía, en Colombia, ha escrito que con lo anterior, San Francisco de Asís deseaba que los campesinos participaran en el misterio que encierra Dios hecho hombre, en esa noche de natividad.

Esa escena se divulgó por toda Europa y durante mucho tiempo se montaron nacimientos vivientes, principalmente en los lugares religiosos, y cuando ya no fue necesario para instruir a los adultos, se mantuvo como decoración para acercar a los niños al belén.

Con el correr de los años se fueron fabricando figuras e íconos y se llevó a las casas de los cristianos fervientes.

Se ha divulgado, pero no se tiene la certeza, que el primer nacimiento montado con figuras de barro se hizo en Nápoles, Italia, a finales del siglo XV.

Luego, el rey Carlos III ordenó que la representación de la Navidad (abreviatura de la palabra Natividad, que proviene de la voz latina "nativitas", que significa nacimiento) se extendiera por todos sus dominios: Italia y España.

Con el arribo de los españoles a la entonces Nueva España, hoy México, en 1519, la primera representación de la Navidad se llevó a cabo en 1528, gracias a fray Pedro de Gante, en el convento de San Francisco el Grande, de acuerdo con el Códice Franciscano.

De Gante describió cómo se preparaban cantos y rezos para los mexicanos en ese sitio: "Hizo venir a los indios de toda la comarca y en un patio que estaba a reventar, se cantó el himno `Ha Nacido el Redentor"".

En una escuela que De Gante fundó en Texcoco, los indígenas elaboraron las figuras y los detalles de los nacimientos, para las procesiones que se llevaron a cabo durante la celebración de la Navidad.

Las órdenes religiosas que arribaron a lo que es ahora México, a partir del siglo XVI utilizaron la tradición del nacimiento con fines evangelizadores en esos lares.

El prolífico escritor Salvador Novo, Cronista de la Ciudad de México, comentó en una ocasión: "El gusto indígena por el espectáculo, la riqueza política de su imaginación y su destreza manual para las artes suntuarias, fueron elementos que la Iglesia logró acrisolar en su labor catequizante".

El principal cambio que se dio en los nacimientos de Europa al llegar a México fue la transformación de los pastores de Belén, convertidos en personajes populares, tales como chinas poblanas, carboneros, aguadores y muchos otros.

Los artesanos indígenas vestían con trajes típicos las figuras que hacían para el nacimiento; los paisajes, animales nativos, árboles frutales y oficios propios de México, entre muchas otras cosas, aparecen retratados en los nacimientos artesanales.

Sin duda, las aportaciones más importantes de los artesanos mexicanos a la tradición de los nacimientos fueron las figuras del guajolote y el diablito, aunque es necesario señalar que con el paso del tiempo la segunda comienza a perder fuerza.

Asimismo, los materiales utilizados para hacer las figuras comienzan a diversificarse, desde el barro hasta la madera, del oro y la plata hasta el latón, de las hojas de tamal a las fibras naturales y semillas, lo que muestra que la capacidad creativa de los artesanos mexicanos parece no tener fin.

De esa forma se pueden admirar las delicadas y elegantes líneas de los nacimientos hechos con paja, así como los elaborados con florecitas secas de siempreviva, con las que se forma una media luna sobre la cual se dibujan los personajes tradicionales.

Si bien las fiestas de la Navidad pudieran no ser las más importantes, sí son las más populares, y no había familia, por más humilde que fuera, que no gozara de "poner el nacimiento", esa representación centenaria del misterio de la llegada de Jesucristo.

Especialistas en el tema han señalado que a partir de 1920 los nacimientos comienzan a perder fuerza e interés, debido sobre todo a la introducción de los árboles de Navidad, por lo que su producción se concentró en Guadalajara y Guanajuato.

Hacia 1930 y 1940, mediante una revaloración de las tradiciones mexicanas, los nacimientos empiezan a convivir con los arbolitos, así como con otras tradiciones y adornos extranjeros.

Cabe destacar los "misterios" de Alberto Jiménez, de Arrasola, Oaxaca, elaborados en madera, enmarcados por un nicho como escenario de una pastorela antigua, cuyas imágenes recuerdan por sus rostros severos a las primeras tallas en madera de vírgenes sentadas del medioevo europeo.

Frente a su sobriedad, el estallido del barroquismo indígena en el barro de Metepec, Estado de México, hizo una verdadera fiesta de formas y colores surgidos de los estratos más profundos de la mexicanidad.

Tales belenes lucen sus rubicundos arcángeles, vírgenes de mantos bordados, reyes que cabalgan en elefantes, camellos y caballos de color magenta, y en ellos hasta los animales del tradicional pesebre están plagados de flores y estrellas multicolores.

Entre las figuras relacionadas con este tema sobresalen por su originalidad unos seres misteriosos creados por los artífices del barro en Ameyaltepec, San Agustín de las Flores Xalitla y Tolimán, Guerrero.

En tonos cremas y ocres se encuentran estilizadas las criaturas aladas, altísimas y delgadas con rostros orientales de rasgados ojos que se antojan semejantes a figurillas etruscas, con sus cabezas adornadas con tocados.

La discreción en el color, la elegancia de sus esbeltas figuras y los enigmáticos rasgos de sus rostros, les confieren un incomparable atractivo a estas creaciones tan especiales en la producción artesanal del país.

Pero quizá los nacimientos que cuentan con más popularidad son los de miniatura, modelados a mano y policromados, que se elaboran en Tlaquepaque, Jalisco.

Además de los personajes tradicionales, diminutas figurillas adoptan las de tipos populares como el globero, la taquera, vendedores de escobas, aguadores, carteros, gente comiendo, asando carne, pastores alrededor del fuego y muchos otros cotidianos.

Además, una de las características más importantes de los nacimientos que se acostumbra poner en el país es que son heredados entre generaciones dentro de las familias, por ello es difícil encontrar ahora figuras que hagan juego con los belenes viejos.

En las iglesias, los nacimientos son, en muchos casos, obras extraordinarias por su tamaño, forma y representación iconográfica, en la cual se muestra el apego al costumbrismo y el interés de los sacerdotes por dignificar una tradición que se alimenta cada año en el hogar.

Salvo algunas familias que se apegan a la tradición, es en los templos donde se conserva la costumbre de "acostar" al niño el día de su "nacimiento". Jamás lo hacen antes, como ya se ha vuelto rutina en la mayoría de los casos.

Los nacimientos son una de las tradiciones que mejor reflejan el carácter del pueblo mexicano, y por lo mismo constituyen una tradición que no debe perderse, han señalado diversos expertos en la materia.

El 11 de diciembre de 2005, el Papa Benedicto XVI, durante la misa dominical del Angelus, denunció la comercialización de la Navidad y recomendó a los fieles construir el pesebre en casa como una manera "simple y eficaz de transmitir la fe a los propios hijos".

Puntualizó en esa ocasión que "el pesebre nos ayuda a contemplar el misterio del amor a Dios que se reveló en la pobreza y en la simplicidad de la gruta de Belén".

(Notimex)

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