El más exitoso “reality-show” de la política mexicana a través del poco visto Canal del Congreso

Nunca había tenido tanta
audiencia el Cnal
del Congreso
 Foto: Universal

Ciudad de México.- 30 de Noviembre del 2006.- De pronto el Canal del Congreso acaparó la atención de miles de televidentes ante el más exitoso "reality-show" de la política mexicana y que tiene como tema central la disputa de la máxima tribuna de la nación.

La poca audiencia de "Noticias del Congreso" y de las diversas barras del trabajo en comisiones y de las repetidas hasta el cansancio entrevistas con senadores, fueron desplazadas por el "Big Brother Legislativo" que todo lo vigila, escucha y califica.

En vísperas de la toma de posesión de Felipe Calderón Hinojosa, las bancadas del PAN y PRD llevaron sus diferencias a todo México, por lo menos a quien tenga algún sistema de televisión por cable, sin cortes comerciales, a todo color, con sonidos reales y sin ediciones.

En la pantalla chica están los pleitos, las canciones, las groserías, las señas obscenas, los ronquidos, las piyamas, las conversaciones, la hora del lunch y prácticamente cualquier imagen y sonido que emitan los cuerpos de los representantes populares.

No faltan saludos a la familia, cuando se sabe el legislador-actor enfocado por una de las 10 cámaras que tiene apostado el Canal del Congreso en el recinto legislativo, o el tenor-diputado que conoce la potencia de los micrófonos instalados y aprovecha para demostrar que además de aprobar leyes puede entonar una ranchera desde la máxima tribuna de la nación.

Desde el martes 28 al mediodía un centenar de diputados panistas y perredistas han pasado de los momentos dramáticos y violentos por ganar un metro de tribuna y escalera a entonar la clásica "El Rey", de José Alfredo Jiménez, o canciones de despecho y desamor.

Los diputados se pasean por entre las curules, platican, bromean, duermen, se vigilan y son vigilados por sus adversarios. Sus conversaciones, aún las más privadas, se escuchan como un barullo en red nacional.

El público toma partido por los azules o los amarillos, en las casas se comenta, se descalifica, se aplaude, pero no se puede ser indiferente a este "reality-show" de San Lázaro, como tampoco se puede votar por teléfono en favor de ningún participante.

El público mexicano aprendió pronto, cuando en 2002 apareció la primera versión mexicana del programa holandés "Big Brother". Ahí se vieron lo mismo actores y actrices pelear, cocinar y bañarse, que desconocidos que tuvieron sus cinco minutos de fama ordeñando una vaca.

Ahora, el invierno de 2006 nos sorprendió con lo más acabado del Big Brother con el patrocinio de la Cámara de Diputados y aprovechando nuestro aprendizaje con este tipo de programas, aunque sea de los pleitos de los legisladores.

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