Con cantos, danzas y comida típica se celebra el “Xantolo” en la Huasteca Hidalguense

En la Huasteca
Hidalguense existe
un gran respeto
para celebrar a
sus muertos
 Foto: Internet

Ciudad de México.- 30 de Octubre de 2006.- Llena de colorido, danzas, cantos y típicos platillos, la celebración del Xantolo o Día de Muertos en la Huasteca Hidalguense se caracteriza por la devoción y el esmero con que los habitantes de las pequeñas comunidades esperan la llegada de sus familiares y amigos ya desaparecidos.

El viento fresco de octubre sopla suavemente refrescando las veredas, los pastizales y los milcahuales en las pequeñas localidades de la Huasteca Hidalguense, donde e aroma a limonaria y cempasúchil anuncia el inicio del festejo.

Como ya es tradición, desde el 31 de octubre las familias de estas comunidades acostumbran echar cohetes, en los patios de las casas se ven los caminos hechos con “flores de muertos” que conducen a las almas de los difuntos hacia los altares, que sus familiares y amigos han provisto para ellos.

Para la ocasión se destapan los chichapales, para ofrendar los tamales calientes de piloncillo, así como los guisos y alimentos especiales que al niño le gustaban en vida, como los dulces de calabaza, camotes, frutas y aguas frescas.

El “Recetario de la Huaseca Hidalguense”, de la colección Cocina Indígena y Popular, señala que la región está conformada por Huejutla, Yahualica, Orizatlán, Jaltocán, Atlapexco, Huazalingo y Xochiatipan, pequeñas comunidades que para los festejos de Todos Santos trabajan en el tianguis del “domingo grande”.

En el tradicional mercado, los lugareños ofertan copas, cera, flor de cempasúchil, palma para adornar y hojas de plátano para hacer tamales, cuyos ingresos destinan a esta tradición.

Editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el texto, cuya primera reimpresión salió en 2004, señala que el festejo inicia con la “compostura del altar”, para lo cual calientan pencas de izote, cuyas tiras sirven para amarrar y entretejen palmitas, flores de cempachúchil y mano de león (flor de color morado).

Se prosigue con la colocación de un hilo en lo alto del altar, en el que se va ensartando “el pan de muerto” en forma de muñeco.

Este alimento cumple varias funciones, pues sirve de ornato, se usa de ofrenda y algunos lugareños aseguran que son la representación de los seres ya fallecidos.

Frutas como plátanos, naranjas, limas y mandarinas son colocadas por racimos en dos pequeños travesaños en la parte superior del altar.

Los encargados de realizar la ofrenda suelen prolongar su labor hasta las 11 de la noche, para cenar y esperar el arribo de las ánimas. Además, se acostumbra utilizar el otatillo como adorno para el altar de muertos, así como varios izotes, que serven como armazón.

En esta celebración se sustituyen las tortillas y el amplio repertorio de platillos regionales por tamales de variados rellenos, que van desde frijol, camarón, carne de res y cerdo, hasta los guisos hechos con flores y vegetales y ajonjolí, entre otros.

Durante la fiesta de Xantolo los familiares acostumbran visitarse, obsequiarse alimentos y convivir durante buena parte del día.

Las familias llegan a tener de 10 a 15 visitas durante esta época. El aguardiente ocupa un lugar muy especial en las tradicionales fiestas de Todos Santos en la Huasteca Hidalguense, pues se utiliza como obsequio cuando se visita al padrino de pila.

Muy esperado por estos pueblos es el baile de los kolis o viejos, personas disfrazadas de ancianos que van de casa en casa bailando al ritmo de una banda de viento o de un trío de huapangueros.

Durante su travesía a los danzantes que recorren las casas durante estos días, son recibidos por los anfitriones con alimentos y bebidas refrescantes.

Una comparsa de hombres se disfraza con máscaras, la mitad de huehues (hombres) y la otra mitad de huehuas (mujeres) y van por todo el pueblo bailando huapangos especiales para los muertos, acompañados con música de violín y guitarra.

Las mujeres hilan flores para colgarlas junta al papel picado, preparan la comida para servirla en ollitas de barro recién cocidas, adornan los altares con frutas tropicales y prenden las velas y el copal.

Los habitantes de la región reciben primero a los niños, a los angelitos, a los que sólo dan tamales de ajonjolí y dulces mientras les cantan las mañanitas: “…hoy por ser día de los muertos te las cantamos así…”. Al día siguiente, el 2 de noviembre, llegan puntualmente los mayores.

El camino fosforescente está tapizado de hojas amarillas de cempasúchil, de tal manera que las almas visitantes no se extravíen.

Ese día las familias acuden al cementerio, limpian las tumbas, ponen cruces nuevas, coronas, collares de cempasúchil y velas o veladoras, además de ofrendar tamales, calabazas, chayotes, mandarinas, camotes, cacahuates, atole, elotes, café, chocolate, limas y manzanas.

La fiesta de muertos en la Huasteca Hidalguense sorprende por su colorido, danzantes que se esconden en múltiples máscaras, las voces que cantan sin temor las melodías que penetran suavemente con la alegría y que no paran hasta el día de San Andrés, a finales de noviembre. (Notimex)

Redacción Azteca 21

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