“Manuel M. Ponce: Los 8 ciclos para voz y piano”, un encuentro con la voz y la poesía

Una joya musical que
no solo la gente
culta debe escuchar
Foto: Azteca21

Por Darío S. González M.
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 29 de octubre de 2006. No hay mucho que decir que no digan ya, por sí mismas, las emociones resultantes de escuchar a un impecable pianista (Armando Merino) interpretando la obra de un maestro célebre (Manuel M. Ponce), quien a su vez se inspiró en reconocidos poetas universales (González Martínez, Tagore, de Icaza, Brull, Urbina, Lermontov…), todo sonorizado por la magnífica voz de una soprano sobresaliente (Silvia Rizo).

Una joya musical, como esta de que hablamos, es digna de un estuche a su altura, y justo eso es lo que Quindecim Recordings asignó para “Manuel M. Ponce: Los 8 ciclos para voz y piano” (México, 2005), en negro, rojo y blanco, el cual contiene un cuadernillo que nos ayuda a comprender mejor tanto la obra ponciana como el esfuerzo de esta meritoria producción discográfica.

Imbuido en la corriente literaria del modernismo, Manuel María Ponce (1882-1948) logró con estos ciclos para voz y piano no sólo decir con música lo que con palabras expresa la poesía que para este fin seleccionó, también consiguió difundir a valores nacionales al seleccionar tres obras del gran poeta Enrique González Martínez: “Nocturno de las rosas”, “Onda” y “Despedida”; y cuatro de otro mexicano no menos importante, Francisco A. de Icaza: “De oro”, “La sombra”, “La fuente” y “Camino arriba”.

Además de la poesía mexicana, Ponce tuvo el acierto de incluir en sus ciclos a otros poetas de gran talla, contemporáneos suyos y hasta medievales. Así, el melómano que tenga la dicha de escuchar estas piezas se deleitará con poemas de Mariano Brull, Mijael Lermontov, Rabindranath Tagore y algunos más que el zacatecano extrajo del “Cancionero del Palacio”, perteneciente a los Reyes Católicos.

Si bien el contenido poético y las composiciones musicales diáfanamente integrados por Ponce son de una calidad intachable, la ejecución al piano por Armando Merino (Premio Nacional a la Juventud 1984, investigador y estudioso del repertorio pianístico) se pone al mismo nivel de la obra. Así también sucede con la soprano Silvia Rizo, ganadora de varios concursos operísticos y merecedora de la medalla Mozart 1998. Ambos artistas mexicanos, difusores y estudiosos de la música, así como orgullosamente universitarios de la UNAM, alma máter donde, a su vez, fue labrada esta joya para su grabación en la Sala Nezahualcóyotl, en 2004.

Queda al lector comprobar la calidad de esta obra, siendo una excelente ocasión para conocer este género poco difundido de la música culta, creada por artistas de nuestro país para el goce de los melómanos del mundo entero.

Comentarios a esta nota: dario.gonzalez@azteca21.com

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