Ali Farka Touré, un músico africano elegido por los dioses

El legado musical de
un virtuoso del blues
Foto: Azteca21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 28 de octubre de 2006. Consagrado por la crítica y admirado por miles de amantes de la música que no se ciñe a lo comercial como motivo primario de su creación, Ali Farka Touré murió en marzo de este año a causa de un cáncer óseo. El músico africano ganador de dos premios Grammy se fue de este mundo dejando para la posteridad su legado musical y un último disco, “Savane”, el cual alcanzó a estar listo antes de su partida.

Este material discográfico, considerado por su autor como su mejor álbum, incluye trece temas que expresan la madurez artística de un músico orgulloso de sus raíces y la serenidad de un hombre que conoce su misión en la vida. Es decir, por un lado, en “Savane” (Discos Corasón, México, 2006), Ali suena más autóctono –si se quiere, podría entenderse esto como más primitivo, más ligado a la tierra, más alejado del sonido blusero que lo catapultó al salón de la fama musical, después de ser descubierta casualmente su música en París–, más espiritual, más entrañablemente re-unido a su tierra, a Malí; por otro lado, simultáneamente y sin paradoja, también suena más denso, profundo, reposado, equilibrado, seguro de lo quiere expresar, esto a pesar, o por eso mismo, de que su guitarra y su voz se mezclan más con percusiones e incluso con una armónica y más voces.

Desde mi punto de vista, una característica preponderante en “Savane” –presente también en “Rojo y verde” (Corasón, México, 2005), pero no de modo tan significativo, tan dominante– es su trasfondo ritual, su relación con lo sagrado, con lo intangible pero perceptible, con lo subjetivo pero lleno de significación. Música que brota desde lo más profundo del alma de Ali Farka Touré para trascender hasta el alma primigenia de la humanidad. Del polvo viene, y al polvo va. El círculo perfecto.

Sin duda, este músico de Malí, merecidamente llamado “El rey del blues del desierto”, ha legado a la posteridad un caudal artístico que difícilmente será igualado o superado en muchos años, porque pertenece al selecto grupo de los hombres que nacieron con el estro divino de los destinados a crear música para alimentar el alma de sus semejantes, afortunado suceso que, en todos los tiempos y en todas las latitudes, sólo es concedido a unos cuantos. Por ello, Alí Farka Touré, “hijo del río” [Níger], tu nombre ya no se irá de la memoria de los hombres.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

 

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