“El eterno retorno”, dedicado a los fieles difuntos en el Museo Nacional de las Culturas Populares

Los altares de muertos,
una tradición que
sobrevive en los pueblos
 indígenas
Foto: Cortesía ITESO

Ciudad de México.- 24 de Octubre de 2006.- El Museo Nacional de Culturas Populares, en esta ciudad, se encuentra listo para “recibir” a los muertos en su día y para ello ha instalado en uno de sus patios, 11 altares de diferentes comunidades indígenas del país, que dan muestra de la diversidad cultural de México.

Obras como las que son montadas por las regiones yaquis y mayos de Sonora; totonacos, Veracruz; h;äh;ü, Hidalgo; me’ phaa y nahuas, Guerrero, tzotziles, Chiapas, Zapotecos, Sierra Norte y de Valles Centrales de Oaxaca; purépechas, Michoacán; y nahuas, Sierra Norte; Puebla, visten de color y tradición el recinto.

Como parte de las actividades del programa “El eterno retorno”, dedicado a los fieles difuntos y que se llevarán a cabo hasta el 5 de noviembre próximo, el museo se une a la festividad reconocida en 2003 por la UNESCO como “Obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad”.

El color y aroma de flores, copal, alimentos y ornamentos con los que pueblos indígenas mexicanos adornan sus lugares sagrados, invade el patio Moctezuma del recinto en el que se exhiben los 11 espacios colocados por miembros de las mismas comunidades y en los que algunos de ellos acostumbran ofrendar a sus muertos los días 1 y 2 de noviembre.

Procedente de Tlacoapa, Guerreo, el pueblo indígena Me{phaa o tlapaneco exhibe un altar ricamente adornado, pues en esta comunidad el Día de Muertos se considera sagrado y los preparativos para la fiesta se inician 15 días antes de la fecha, durante los cuales se hace acopio de los materiales que serán usados en la elaboración de los altares y de algunos productos que se ofrendarán a los difuntos.

En el altar del pueblo indígena Nahua, de Coatepec Costales, Teloloapan, Guerrero, sobresalen la variedad de flores que se colocan junto a efigies de ángeles y dulce de calabaza y otras frutas, para ellos la celebración es parte de las costumbres de esta comunidad que se inicia un mes antes con los rezos y repiques de campanas por la madrugada en la iglesia central y capillas del pueblo, venerando a la imagen de las ánimas.

Entre los altares sobresale el del pueblo purépecha de Jarácuaro y Erongarícuaro, Michoacán, cuyo espacio dura instalado dos días después del dos de noviembre y se monta un arco floral en el panteón y frutas y panes se llevan al altar del difunto.

Allí es tradición además que a los difuntos que cumplen el primer año de su fallecimiento se les rece un novenario que inicia una semana antes de las fechas de Todos Santos.

Dos días antes de concluir el novenario, se sacrifica un cerdo, cuya carne estará lista para el pozole que se ofrecerá el día noveno, este día llegan los padrinos de bautizo del difunto con un arco de carrizo ya adornado con flores de cempasúchil y terciopelo, además traen consigo también ofrendas de frutas, panes y dulces de la región.

Para los mayos de El Jupare, Huatabampo, Sonora, la celebración del Día de Muertos inicia el 24 de octubre, cuando se instala, en el interior de cada iglesia tradicional, el altar o la tumba de los fieles difuntos, con lo que comienza el novenario, además en las casas se colocan los tapancos o altares para las ofrendas hechas a base de flores, frutas de estación, veladoras y con imágenes religiosas.

Para los yaquis del mismo estado, la celebración de las ánimas empieza a partir del primero de octubre y su fiesta se distingue porque en la iglesia del pueblo, en medio de rezos y alabanzas, es sacado el cráneo de una persona que en vida fue sacerdote, ese día se colocan tapancos (altares para las ánimas), donde se ponen todos los alimentos que consumen los niños:

Entre los altares del Museo de Culturas Populares, el del pueblo zapoteco de la Sierra Norte de Oaxaca se distingue por el uso de casas y la famosa flor amarilla de los muertos, en sus diversos tamaños, que alfombra y aromatiza los campos de esta comunidad.

También destaca el pan con figura humana, que es otro elemento que no puede faltar, al igual que el mezcal de gusanito y los tamales de frijol envueltos en hojas de maíz.

Los altares con los que el recinto ubicado en el tradicional barrio de Coyoacán, en esta ciudad, incluyen además los elaborados por indígenas zapotecos de los Valles Centrales procedentes de Teotitlán del Valle, Oaxaca; de indígenas Nahua, de Cuetzalan, Puebla; Tzotziles, de San Andrés Larránizar, Chiapas; y H;ah;u, de Orizabita, Izmiquilpan, Hidalgo, entre otros. (Notimex)

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