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Por la Espiral - August 24, 2006

Reformas y coaliciones

Por la espiral
Claudia Luna Palencia

-Reformas y coaliciones
-El todo por el todo
-Mayoría y oposición

Son varias las reformas aplicadas en México que por momentos le han dado impulso al país, y que en los albores del siglo XXI,  urgen otra serie  para recobrar la competitividad  en una economía notablemente sin gas en la competencia global.
 En cuatro días más quedarán instaladas la Cámara de Diputados y de Senadores para sesionar oficialmente a partir del primero de septiembre, fecha del Sexto Informe de Gobierno del presidente Vicente Fox.
 Del corazón legislativo depende sacar adelante las llamadas “reformas de tercera generacion” las relacionadas con la seguridad social, el sector salud, el ámbito laboral, el quehacer energético,  la política fiscal y el marco de entendimiento en la Federación.
 Todas son estrategias consideradas de alta sensibilidad para los principios básicos de la Constitución de 1917 y las enmiendas expropiatorias del presidente Lázaro Cárdenas en 1938, que llevan detenidas 12 años, pasando de mano en mano, les gana el tiempo a los legisladores que vuelven a discutir la misma propuesta que el presidente Ernesto Zedillo y su equipo enviaron para su aprobación a la Cámara de Diputados principalmente en el renglón energético.
 El asunto es ensimismo delicado por lo que México se juega en inversión extranjera directa, en modernidad, competitividad y garantía del abasto energético para consumo interno.  Igual por todo el daño que puede permear en el ámbito social derivado de una mala reforma laboral favorable ciento por ciento al patrón nacional o extranjero.
 Este tercer gran paso con amplia repercusión económica y social catalogado como “reformas estructurales”, “nueva generación de reformas”, “reformas de fondo” o “de tercera generación”, ha venido descansando en manos de un sectarismo partidista que negocia a golpe de conveniencia los apoyos camarales a cambio de prebendas, concesiones, canonjías o posiciones políticas, lo que ha vuelto a estas reformas un asunto de constante chantaje en el que diputados y senadores no paran para analizar el fondo y el trasfondo de los cambios propuestos.
 Además los contenidos de los documentos propuestos no han sido ventilados cabalmente a la luz pública, una gran mayoría de legisladores y por supuesto de la ciudadanía los desconocen, y aunque  sabemos de la pertinente necesidad de despetrolizar las finanzas públicas y de readecuar el marco energético en todas las áreas,  en el fondo no hay consenso real porque los desacuerdos surgen en la forma y en los mecanismos.
 Si bien en el 2000, el presidente Fox tomó posesión confiado en lograr la aprobación de las reformas al contar con 207 diputados del PAN en la cámara,  asumiendo que podrían negociar con el PRI, el equívoco le costó al presidente no cumplir ninguno de los puntos planteados en el PRONAFIDE.
 La falta de capacidad negociadora del Ejecutivo se trasladó igualmente al Legislativo y ya sabemos, bien a bien, los agridulces de esta relación.
 También perdió fuerza el lobbying que los legisladores necesariamente deben realizar además de con grupos de poder, con sindicatos, grupos de ciudadanos, consejeros y expertos de la iniciativa privada, académicos, investigadores y analistas para obtener el mejor panorama posible para proponer caminos alternos a las iniciativas de reforma enviadas.
 Al dejar de hacerlo se fracturó la perspectiva del valor consustancial de estas reformas de tercera generación, donde el tema altamente condenable sigue siendo la privatización del sector energético, no perder la rectoría del Estado en el petróleo; mientras que en la propuesta de reforma laboral deben analizarse los costos sociales de continuar reduciendo las conquistas laborales de los trabajadores.
 En la reforma fiscal deben escucharse las voces de una ciudadanía que cada vez gasta más en automedicarse y que lo hace más frecuentemente entre los pobres y los más pobres de los pobres, el no al IVA en alimentos y medicinas sigue siendo una negativa de la sociedad.
A COLACIÓN
 Tenemos un problema de forma y de fondo, queremos reformas, no seguir rezagados, pero que éstas no favorezcan totalmente a la inversión extranjera, ni a los grupos de poder nacionales que aguardan las reformas para saltarle encima al petróleo o para salir ganadores con todas para sí como patrones.
 Podemos estar de acuerdo en la necesidad de hacer reformas con el requisito de calidad, cumplir con el eje de la sustentabilidad y de inclusión social. Que en el tema energético el Estado siga siendo el eje rector como sucede en Brasil sin perder fuerza ni competitividad. Que la reforma fiscal no castigue al  ingreso, en cambio conceda estímulos fiscales a las empresas que generen empleo y no contaminen.  Que la reforma laboral permita  reducir los chantajes sindicales, democratizar el poder interno y evitar cargos vitalicios y hereditarios,  pero no para desaparecer a los sindicatos. Estamos conscientes de la parálisis productiva y económica que los sindicatos pueden llevar a cabo como lo hicieron en Sicartsa o en Oaxaca. Empero, la fuerza sindical es un contrapeso necesario.
SERPIENTES Y ESCALERAS
 ¿Qué puede pasar? Ya lo dijo Emilio Gamboa Patrón, electo coordinador parlamentario de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados: “Vamos tras las reformas”.
 De nueva cuenta serán rescatadas las propuestas del presidente Zedillo, retomadas por el presidente Fox y que no pasaron por lo que ya expliqué de la falta de condiciones al interior de la Cámara de Diputados y Senadores.
 En el 2000 Fox pensó en la fuerza de 207 diputados panistas que podían contar con el apoyo de 206 diputados priístas y hacer una especie de “aplanadora legislativa”, dada la escasa oposición para frenarla.  Los impedimentos fueron la falta de diálogo y de capacidad negociadora.
 En septiembre del 2006, a diferencia de hace seis años, el PRI será la tercera fuerza en la Cámara de Diputados (con 103 diputados) y la segunda fuerza en el Senado (con 33 senadores); el PAN es la primera con 206 diputados y 52 senadores; lo destacable es el avance del PRD que pasó de 53 diputados en el 2000 a 124 y 29 senadores. Lo mismo sucede con los partidos pequeños que, de suma en suma, son una minoría atractiva al momento de buscar la mayoría calificada.
 La parte difícil la tiene el PRD para entenderse con el PRI jugándole al fiel de la balanza, el bloque de oposición que los perredistas pretendan lograr (a todas luces improbable) podría ayudar a mesurar las fuerzas a favor del neoliberalismo para una sociedad que puede salir más vulnerada de aprobarse una mala cadena de reformas.

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