Cincuenta años de “Palabras en reposo”, de Alí Chumacero

Portada del importante
libro publicado
 por el FCE
Foto: Azteca21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 8 de agosto de 2006. En 1956 apareció un libro de poemas que se ha vuelto fundamental en la historia de la poesía mexicana, aun de la hispanoamericana: “Palabras en reposo”, del poeta nayarita Alí Chumacero. Lo publicó en una editorial esencial también para la cultura de Nuestra América: el Fondo de Cultura Económica, en su señera colección Letras Mexicanas, en la que tuvo una segunda edición en 1965.

Veinte años más tarde hubo otra edición, la tercera, en la misma editorial, pero ya en diferente colección: Tezontle. En ella se incluyeron ilustraciones de Federico Cantú, que eso son de los poemas, en las que se enfatiza el erotismo y la belleza femenina, quizás en perjuicio del misterio evocado, mas no revelado, por los versos de Chumacero.

De esta sin duda bella edición se realizó una reimpresión en 1996 –hace diez años ya–, que, me parece, aún se puede conseguir en cualquier librería del FCE (o en una de viejo, en el peor de los casos). Según el colofón, el tiraje fue de mil ejemplares. Bueno, este breve recorrido por la página legal del libro es para afirmar algo: en 40 años –de 1956 a 1996–, creo, “Palabras en reposo” no supera los dos mil ejemplares editados.

Si esto es correcto, en medio siglo es como si se hubieran editado 50 ejemplares por año, de los cuales muchos están en bibliotecas de escuelas de cualquier nivel escolar… Es decir, ¿cuánta gente ha leído de verdad al poeta nayarita? Es cierto que tiene otros libros de poesía publicados: “Páramo de sueños” e “Imágenes desterradas”, así como su “Poesía completa” y diversas antologías, pero también son pocos sus lectores. Y el poeta lo sabe y no se siente mal. El canto de las sirenas no es para todos.

Son pocos sus lectores y muchos los méritos de su poesía, por eso hoy, a cincuenta años de la primera edición de “Palabras en reposo” y a 88 del nacimiento de Chumacero en Acaponeta, invitamos a los lectores a que se sumerjan en una poesía que, en efecto, no es popular ni sencilla –me refiero a su elaborada factura, no a la complicación de su lenguaje o de sus recursos poéticos–, pero sí es de un elevado tono espiritual, de un deliberado gusto por el sonido de la palabra –por la música que produce la combinación de éstas–, de una auténtica veneración por el lenguaje y también de un decidido amor por la vida.

La de Alí Chumacero es una poesía que se dice como en un murmullo, que se sabe heredera de la mejor poesía escrita en lengua española –con notoria y honrosa influencia de los clásicos españoles de los Siglos de Oro– y hasta con resabios del Modernismo, pero, sobre todo, es una poesía que busca lectores capaces de estremecerse con la fascinación resultante de la revelación poética, porque la del maestro Alí se caracteriza por eso: por revelar instantes prodigiosos, por imbricar versos de deslumbrante belleza, pletórica de imágenes, más que de falsa retórica. Sí, su poesía no es para memorizarse –aunque, por supuesto, se puede intentar hacerlo–, sino para deleitarse con ella en el momento de la lectura, para gozarla y seguir viviendo, reconciliado con la vida, con la poesía.

Una poesía fulgurante de la que, como dice el poeta en “Palabras del amante”, “Persisten implacables/ sílabas, frases: sólo palabras…”, como las iniciales de “Responso del peregrino”: “Yo, pecador, a orillas de tus ojos/ miro nacer la tempestad…”. Celebremos la larga vida de un poeta implacable y la bonhomía de un hombre generoso –que es un orgullo de México y para los mexicanos– leyendo sus poemas. Indudablemente, éste es el mejor homenaje que podemos hacerle

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