Millones adoran visitar Pamplona para la fiesta taurina de San Fermín, aunque muchos no la entiendan

La multitud espera
impaciente el paso de los
 fieros bureles
 Foto: Internet

Pamplona, España.- 18 de julio de 2006.- La fiesta taurina de San Fermín en la ciudad española de Pamplona podría ser la celebración pública más famosa y menos entendida en todo el mundo.

Todos los años del 6 al 14 de julio, Pamplona se ve inundada por una multitud. A lo largo de nueve días, un millón y medio de personas pasa por la ciudad, todos ellos atraídos como un imán al centro de la urbe, una superficie de unos 5 kilómetros cuadrados.Sólo unos pocos vienen para quedarse más de dos o tres días, pero el flujo humano es incesante.

Algunos pamploneses que no aguantan tanto ajetreo se van de la ciudad por unos días.

Pero muchos otros se quedan. Adoran su festividad ─popularizada por la novela “Fiesta” (“The Sun Also Rises”) de Ernest Hemingway─ y la viven con intensidad pese al caos que la caracteriza. Se trata de olvidarse de las reglas por un momento, de declarar una especie de tregua social invisible que permite a todos manifestarse espontáneamente una vez al año sin temor al rechazo social.

Todo empieza con una serie de estallidos ─30 para ser más precisos─, una sucesión de petardos disparados al mediodía del 6 de julio, acompañada de una lluvia de serpentinas blancas y papel picado. Es el lanzamiento oficial de las festividades. En la plaza, una multitud apiñada se las arregla para lanzar al aire chorros de champaña barata.

El ruido es ensordecedor

A las 7 de la mañana en cada uno de los nueve días de la fiesta, cuadrillas de hombres empiezan a instalar barreras de madera a lo largo del trayecto del encierro, la corrida diaria de los toros. En este día particular unos 6.000 corredores, en su mayoría varones mayores de la edad mínima de 18 años, entonan la tradicional plegaria a San Fermín en busca de protección y se instalan a lo largo de las callejuelas estrechas que van del corral a la Plaza de Toros, donde los animales aguardarán la corrida vespertina.

A las 8 de la mañana, un petardo anuncia que los seis toros están en camino. Los animales siempre han sido conducidos por el pueblo hasta el ruedo, y correr delante de ellos probablemente empezó en forma espontánea. Alguna vez tuvo verdadera importancia demostrar valentía o demostrar fe en la protección del santo. Para algunos sigue teniendo vigencia.

Los toros recorren la distancia de 800 metros en unos dos minutos. A nivel de la calle no hay mucha emoción a menos que uno esté precisamente en el lugar en que alguno de los corredores comete un error ante la embestida de los animales. Si uno tiene la suerte de ver algo entre la abigarrada multitud, divisará a los animales pasar como una exhalación durante unos tres segundos.

Para los corredores, por supuesto, es algo totalmente distinto.”Es pura adrenalina”, enfatizó Eduardo Arregui, un joven ingeniero que ha corrido en el encierro prácticamente la mitad de su vida.

Después del encierro los bares y restaurantes vuelven a llenarse, y el tumulto en las calles abrasadas por el sol se asordina a un nivel tolerable. Este es el momento favorito para buscar un banco bajo la sombra en las calles arboladas y comentar las peripecias de la mañana.

Uno de los temas de la fiesta es la religión. El 7 de julio, las reliquias de San Fermín son transportadas desde su capilla en la Iglesia de San Lorenzo hasta la catedral de Santa María para una misa solemne, en emotiva procesión. Pero es el único día en que la religión predomina.

“San Fermín estaría llorando si viese lo que pasa en su festividad”, se lamentó el sacerdote Jesús Labari, cura parroquial de San Lorenzo. “Nadie duerme. Y el olor de orín y suciedad domina las calles”.

Por otra parte, también es cierto que “la mayoría de la gente que viene para la fiesta no se va de la ciudad sin visitar al santo, aunque no sean creyentes”, agregó.

“No soy ingenuo. Sé que durante el año muchos de ellos no van a la iglesia”, continuó el religioso. “Pero cada año viene cada vez más gente a la procesión. Es emocionante: la gente realmente llora cuando presencia el paso del santo”. (Agencias)

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