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Una escena de la cinta
gala, con Maud
haciendo el papel principal
Foto: Internet
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Por Javier Pérez
Reportero Azteca 21
Ciudad de México. 22 de junio de 2006. A los 20 años, a Maud Forget (Francia, 1982) le tocó hacer un papel difícil y exigente en el sexto largometraje del ex pintor y videoclipero Oliver Dahan, “La vida prometida” (Francia, 2002). En ella tuvo que interpretar a la adolescente en crisis Laurence, que regresa al hogar de su madre prostituta Sylvia (Isabelle Huppert), quien tiempo atrás la había echado y que quiere hacer lo mismo a su vuelta.
Laurence es una joven que, a pesar de los trágicos acontecimientos que la llevan a huir junto con su madre hacia el campo, sólo busca un poco de cariño mientras padece crisis epilépticas que merman su vida y sus relaciones afectivas.
“Fue mi experiencia profesional más fuerte. Aprendí a abrirme como actriz para ese papel, a tener otras perspectivas y a utilizar mi imaginación para no quedarme encerrada en mi persona, sino intentar encontrar otras sensaciones. Además, tenía el reto que representa actuar al lado de una actriz tan importante como Isabelle Huppert (‘La ceremonia’, ‘La pianista’). Creo que después de esta experiencia, puedo reivindicar el estar donde estoy, porque todo el mundo ve a Isabelle Huppert como un monumento, como decimos en francés, y actuar con ella pueda aportar respeto”, explica la joven actriz en entrevista.
Sin embargo, explica que nunca buscó que la Huppert la ayudara en la construcción de su personaje. “No buscaba consejos, esperaba más bien respeto y atención por su parte. Creo que eso era más importante que consejos, pero puedo decir ahora que lo que hice, lo hice sola”.
Así es que esos momentos dramáticos que vive Laurence se deben a la inmersión de Forget, quien trabaja en series de televisión de su país, en el personaje. “Hice una investigación en cuanto a la crisis de epilepsia, de la postura física, pero estudié más bien la relación madre-hija, lo que provocaban esas crisis. Quería encontrarle una consistencia real”.
Esa parte es la que, cree ella, convenció a Dahan para elegirla entre todas las aspirantes al papel que se presentaron al casting de selección. “Hubo una escena de la película que tuvimos que actuar y una de improvisación. Lo que le convenció fue la escena de improvisación. Tuve la sensación de expresar más. Fue una escena de crisis epiléptica, donde tenía que llamar a mi madre con la mirada y eso fue lo que pasó. Creo que Oliver vio que tenía la capacidad de hacer ese personaje”.
Y ya en el rodaje, Dahan sólo tuvo que guiarla para obtener lo que quería del personaje de Laurence. “Es una niña completamente perdida, (y el director) me dejó completamente perdida en mi trabajo. Sabía muy bien lo que estaba haciendo, todo le gustaba; Isabelle se sentía muy cómoda conmigo, con mucha confianza. Creo que pude encontrar al personaje porque pude dar algo más que mi persona”.
¿Con qué te quedas de la película?, se le pregunta a la menuda actriz de cabello negro. “Me quedo con esa sensación de haber producido un verdadero trabajo, un trabajo artesanal. Pasé por todas las etapas de construcción: la presencia física, su relación con ella, su relación sola, la relación con el universo del director y creo que tuve conciencia de todo esto. Creo que voy a poderlo utilizar para nuevas experiencias”.
¿Te dejó algo a nivel personal?
Me hizo entender que el estar constantemente en búsqueda de amor no es nada fácil. Personalmente, no me sentí nada bien durante toda la filmación, porque este personaje estaba constantemente buscando el amor, el cual encuentra también de forma física al final de la película, pero esa búsqueda es muy bella.
“La vida prometida”, de Oliver Dahan, participó a finales del año pasado en el Festival de Cine Franco-Mexicano, organizado por la Embajada de Francia en México y Cinépolis. Actualmente forma parte de la programación de cine de arte de esta última en sus complejos cinematográficos de la República Mexicana.
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