Crónica (incompleta) de un fandango: “Mar de sueños”, de Relicario

‘Relicario’, un grupo que le pone un
sabor inigualable al son jarocho
 Foto: Gregorio Martínez M./
Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 13 de junio de 2006. El sol brillaba esplendoroso y el calor comenzaba a disiparse lentamente cuando las manecillas del reloj marcaban las cinco de la tarde del sábado 10 de junio, la hora anunciada para que comenzara el fandango en el Patio Jacaranda del Museo Nacional de Culturas Populares en Coyoacán.

El motivo era la presentación de “Mar de sueños”, el primer material discográfico de Relicario, grupo de son jarocho recientemente formado, pero con savia añeja y profunda corriendo en las venas de sus integrantes. Las sillas dispuestas en el Patio ya estaban ocupadas en su totalidad, con público prófugo de la fiebre futbolera y de la pesadilla del 10 de junio de 1971.

Todo estaba listo: los músicos, los repentistas Julio Alberto y Mauro Domínguez Medina, la gente, la mesa con libros, discos y productos de Veracruz de Tere Osorio y el ánimo, sobre todo el ánimo. Así que al sonar los primeros acordes de la música cálida y plena de reminiscencias, de vitalidad y frescura, el ritual dio inicio, y con él, la brisa y el calor del trópico veracruzano se posesionaron de ese espacio coyoacanense que abarca todo nuestro territorio.

Así, con el clima y el ambiente a su favor, la voz jarocha de los hermanos decimistas, fuerte y coplera, sonó potente en la tarde, presagiando el canto del ave colectiva, el canto de Relicario: “Sin límites ni fronteras/ para mostrar la bandera/ del jarocho son istmeño/ y hoy que cumplió el empeño/ /de convertir en santuario/ en cada canto y cada canto en rosario/ para mostrar la fusión/ canta con el corazón/ nuestra gente de Relicario./ Y cantará en el idioma/ profundo de nacimiento/ que viene con la corriente/ de mi oaxaqueña loma/ y ese vuelo que retoma/ un pájaro extraordinario/ que sube hasta el campanario/ para pintar el matiz/ con la voz de su raíz/ con este son de ‘El canario’”.

El gran Liche Oseguera, 
fomenta y promueve
la música de su terruño querido 
Foto: Gregorio Martínez M./
Azteca 21

Y Liche Oseguera, auténtico guardián del Relicario jarocho, explica: “Este arrullo-son de hamaca, que lo así hemos denominado por llamarle propiamente a lo que nosotros estamos proponiendo, nace con la idea de dedicárselo a nuestros hijos, pues la mayoría de nosotros, allá en el sureste, cuando tenemos a nuestros hijos, los hemos arrullado en las hamacas, tanto calor que hace, que no se aguanta una cuna acolchonada y en las hamacas les da el viento, en honor a ellos, a todas las razas de todo el mundo, y con tal de fomentar las lenguas maternas que tenemos en México, que creo que son más de 600 lenguas, se han ido perdiendo, no han sido aprendidas, y nosotros queremos que se siga fomentando el estudio de nuestras lenguas, y como ejemplo tomamos el zapoteco, ya que también descendemos de ellos, quisiéramos haberlo hecho con los nahuas, popolucas, pero creemos que esto va a motivar a agarrar las jaranas, a cantar, a componer ‘El canario arrullo-son de hamaca’”. (Para suerte nuestra, Liche me dijo más tarde: “Ahorita estoy componiendo más arrullos”.)

Y en seguida se escucha el canto dedicado a todos los niños del mundo, en español y en zapoteco, “Envuelve con fino aroma/ de niños un gran jardín,/ no distingue el canto fin/ lengua, pobreza ni idioma/ es canario o es paloma/ es espíritu que pasa/ alegrando cada casa/ con canto siempre mestizo/ su canto es el paraíso/ invitando a cada raza”.

La tarde languidece y el ambiente se torna más festivo ante el arte prodigado por este grupo de músicos que en su nombre atesora todo un legado, además de un sólido compromiso de enriquecerlo, de engrandecerlo. Y vuelve a escucharse la calidez propia de la voz jarocha de los decimistas: “Dice la antigua escritura/ que cuando hay que curar un mal/ una nota musical/ es para el alma una cura./ Por eso la tesitura/ cual bálsamo de ciprés/ viene a curar el estrés/ de gente alegre y genuina/ escuchen la medicina/ envuelta en el Buscapiés”.

Y la letra lúdica, pícara y festiva del “Buscapiés” invade el recinto: “Al trino de mi jarana/ una quinta te escribí/ a mí no me faltan ganas/ si tú me dices que sí./ A que la muerte ahora,/ qué cabrona, qué carajo/ no quiere dar el trabajo/ que me puso una señora…”.

El fandango continuaba con entusiasmo y admiración crecientes, pues se corroboraba lo que muchos ya sabían: que este nuevo grupo venía a incrementar el caudal del son jarocho, ya de por sí abundante y brioso. Los repentistas lo pregonaban: “Ahora anuncio con fervor/ ahora anuncio con fervor/ el son que van a escuchar/ pues la forma de tocar/ es una bella expresión/ de este grupo que es razón/ de la musical cadena/ y hoy que estamos en escena/ vamos, truene la madera/ venga, pues, Liche Oseguera/ regálenos la morena”.

Y el aludido responde presto al llamado: “Este son tradicional lo hemos aprendido de nuestras familias. En este caso, los golpes de este requinto, la figura clásica, lo hemos aprendido de un tío de Chely, Benjamín Cobos Rodríguez Chuminera, de los llanos de Villa Zueta, de una ranchería que se llama El huracán, de él hemos aprendido este golpe clásico, esos registros, esos pangueos. Él es un viejo maestro sabio que tiene aproximadamente 88 años de edad, cada que podemos lo visitamos, nos lo llevamos de parranda. Él feliz de la vida porque es una espiga, es un hombre grandísimo, de unos ojos bien abiertos; con gusto se va con nosotros a parrandear adonde sea, se divierte y nos divertimos nosotros, seguimos aprendiendo de él, en honor a todo eso y a otros grandes maestros, hemos grabado ‘La morenita’ como se toca y baila en los llanos, y queremos invitar a una morenita a que venga a bailar con nosotros, a Rubí, mi hermana, la morena…”.

Y “Morenita” se resuelve en un canto-homenaje a las raíces, a la belleza de las mujeres istmeñas, al viejo maestro que con su ejemplo enseña y enaltece, relicario él mismo: “Si la luna no menguara/ te compararía con ella/ y también te comparara/ con la luna y las estrellas/ …La morena por instinto/ es la voz de la madera/ cuando vibra en el requinto/ te recuerdo Chuminera…”.

El fandango avanza como barco bogando, viento en popa, que deja una estela de espuma y grato sabor salino, para dar paso a la voz como trueno, de tribal sacerdote antiguo, de Mauro Domínguez al entonar los versos primeros de “Mar de sueños”: “Si con este son pudiera/ hacer una embarcación/ llegaría a cualquier nación/ de toda la tierra entera/ si en tus orillas se viera/ brillando la tradición/ Puerto, serías corazón/ y este canto tu bandera”. Más que canción, proclama; más que son –aunque Liche son árabe-ibero-afro-istmeño lo llama–, corazón; más que reliquia, Relicario.

Y Julio Alberto, antes de finalizar el concierto, agradece a toda la gente que ha apoyado el proyecto de Relicario, especialmente a Rubí, Marco Amador, Jessica, Álvaro, Caterina Camastra, Gerardo Alcántara, David Haro –“gran poeta y orgullo de nuestra zona”–, toda la gente que de algún modo los ayudó a materializar su sueño.

Y se despide, a su manera: “Estaba mi mente inquieta/ porque no encontraba el paso/ tarde trajo Mauro el vaso/ con la pinta del poeta./ Y hoy que siento una veleta/ golpeando mi corazón/ con esa navegación / de la rima improvisada/ los dejo y saludo a cada/ser, con todo el corazón”. Para después enfrascarse con Mauro en un duelo fraterno de versos al ritmo del son de “Las poblanas”, que cerró el cofre por esa inolvidable tarde.

Por su parte, la bella morena Rubí Oseguera agradece a los asistentes y los invita a seguir el fandango esa misma noche en El balcón huasteco –ubicado muy cerca de la estación Normal, de la línea 2 del metro–, o al otro día en Azcapotzalco, donde habría talleres y un concierto. Pero, ésas, lector, son otras crónicas –que por cierto ya no me toca escribir.

Finalmente, Liche Oseguera nos deja conocer lo que representa para Relicario este primer disco: “Es algo que desde hace mucho tiempo se había planeado, es como la parte medular de mi vida, de mi familia, porque yo, cuando empecé estos proyectos hace como 20 años allá en Coatzacoalcos, me imaginé, soñaba que esta música iba a trascender fuera de nuestras comunidades, de nuestro país, en el extranjero; sin embargo, no nos interesa tanto eso, sino que trascendiera en el espíritu de mucha gente, como una opción, como una alternativa de vida. Nosotros hemos elegido este camino, esta vida, y ahora con ‘Relicario, mar de sueños’, yo siento que estoy aterrizando esos sueños, esos sueños que tienen que ver con mi familia al decidir hacer mi hogar, mi familia, cuando me casé con una mujer maravillosa, Chely Galván, la cantadora y la bailadora de Relicario, que me ha apoyado, que también tiene esos sueños, de salir adelante con nuestra música, con nuestra cultura, con mucha dignidad, que es lo más importante. Entonces ahora estamos viendo los frutos, los primeros resultados, creo que estamos arrancando bien, pues no es un proyecto nuevo, si acaso nuevo para la gente que no nos conocía, pero es viejo, porque hace muchísimo tiempo lo imaginamos, lo soñamos, ahora va para adelante, y va para nuestros hijos, para nuestras familias, para nuestra cultura, para las nuevas generaciones, que es lo que más nos preocupa. Nosotros somos esa parte que ahora propone cosas nuevas desde la tradición, y que creo que es la música que se va a quedar a lo largo de la historia –quizás en diez, veinte, treinta, cien años, no sabemos cuándo– en el gusto de la gente. Lo que sí sé es que vamos a seguir, que no vamos a parar…”, afirma convencido.

Alto, serio pero no ajeno a la sonrisa, Liche explica su convicción: “Tocamos la base del son tradicional, y lo que nosotros estamos proponiendo es tradicional porque venimos de una tradición de músicos y ya nos toca ser esa parte nueva. Hay innovaciones que se van a convertir en parte de lo tradicional. En este momento no son tradicionales porque están frescas, pero nosotros venimos de esa vena tradicional, de esa herencia… También estamos renovando, revitalizando, rescatando muchas piezas que han caído en desuso. Estamos revitalizando los sones, pues de repente le hacemos una poesía, una protesta a la sociedad, a la naturaleza; queremos que las cosas cambien, que cuando menos haya un cambio, haya una alternativa de otro modo de vivir, de subsistencia…”.

A pesar de que el disco los ha dejado satisfechos, aún no dan por concluido su soñar: “Sí, siguen más sueños. Nuestras esperanzas son nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestra tierra; no hemos sembrado la tierra, no la hemos cultivado, pero la queremos, lo queremos hacer. Nosotros somos los constructores de los sueños, somos los constructores de los instrumentos. Necesitamos tener la madera, que se nos está acabando, y me preocupa eso, porque yo he estado enseñando a hacer instrumentos a lo largo de 18, 19 años, pero ya se nos está acabando la madera. Y otro sueño es que vuelvan a florecer por el campo, por la montaña esos cedros, esos chaganes –una madera dura que utilizamos para los diapasones, las clavijas, los puentes–; que no se agote esa agua… Fabricamos jaranas y guitarras de son, una gran familia de jaranas y guitarras de son. También fabricamos tarimbas –sic–, tarimas de zapateado, es lo que más hacemos. Necesitamos seguir atendiendo a nuestros alumnos de laudería, muchachos que van y quieren hacer su jarana. Por ejemplo, ahora con nosotros está Eliel Obed Torres Jerónimo, el mejor de mis alumnos, quien ahora anda tocando y cantando con nosotros, haciendo los instrumentos, es el leonero. Eso a mí me da mucho gusto, porque pues ahí están los frutos, ahí anda ya Eliel trabajando con nosotros en Relicario”, señala con orgullo.

Respecto de los decimistas repentistas, nos cuenta que los hermanos Julio Alberto y Mauro Domínguez Medina tienen más hermanos que también repentizan, pero andan arriba de los trailers, “ellos se tuvieron que bajar de los trailers para que nosotros los pudiéramos conocer”, dice en son de broma, “Julio vive en nuestra región, allá en Coatzacoalcos; Mauro vive en Puebla, un poco lejos, pero siempre coincidimos, nos convocamos y nos encontramos”, comenta, al tiempo que se despide para unirse a sus compañeros y amigos, en busca de un torito o de un mezcal, que de ambos había en la mesa de Tere Osorio, donde también estaba “el bebé” de Relicario, como nombró Liche a su primer disco. Y es cierto, como pudimos comprobar esa tarde de junio, para bien de la salud de nuestras tradiciones y para solaz de nuestros corazones. Afuera del Museo, la noche apenas comenzaba y el eco del son aún se dejaba escuchar intermitentemente en los oídos de sus incondicionales amantes.

Comentarios a esta nota: Gregorio Martínez Moctezuma

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