Ramón Mercader, el hombre que asesinó a Trotsky en México, héroe y villano

El periodista mexicano José
Ramón Garmabella charló
en exclusiva para los
lectores de Azteca21
 Foto: Cortesía de ‘Random
House Mondadori’

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 6 de junio de 2006. José Ramón Garmabella es un periodista mexicano reconocido ampliamente por su pasión por la investigación y por personajes que han dejado su impronta en su ámbito y en el mundo, tales como la española Dolores Ibarruri “La Pasionaria”; los mexicanos Alfonso Quiroz Cuarón, experto en criminología, el poeta Renato Leduc, el periodista Eduardo “El Güero” Téllez Vargas; el cronista taurino y poeta José "Pepe" Alameda, nacido en España y hecho en México, el gran cantante Pedro Vargas, entre otros.

Ahora, José Ramón Garmabella ha dado a la luz un extenso y apasionante trabajo sobre el hombre que asesinó a León Trotsky en Coyoacán, el catalán Ramón Mercader, con el título de “El grito de Trotsky”, editado por Random House Mondadori en su sello Debate, que incluye fotografías inéditas que contextualizan más la investigación de Garmabella. Con motivo de esta publicación, conversamos con el periodista y escritor mexicano.

José Ramón, ¿por qué Mercader?

Bueno, por varias razones, quizás la más importante sea porque es uno de los personajes más enigmáticos y atrayentes del siglo XX, independientemente de la cuestión política. Yo trato la figura de Mercader desde un punto de vista humano, es decir, como el hombre que nunca se arrepintió, contrariamente a lo que se ha dicho, del asesinato de Trotsky. Sin embargo, es un hombre del que creo que, finalmente, pagó un precio demasiado alto, no tanto por los 20 años que pasó en la cárcel, sino por todas las situaciones que vinieron después… Esto es, cuando se habla del tema, mucha gente que sabía, lo apoyó o estuvo en el complot, después se desmarcaron de él; luego, cuando vino la crisis del Partido Comunista de España, amigos que lo habían apoyado le dieron la espalda; todo para él fue una gran desilusión… Además, creo que la figura de Mercader representa al típico comunista español, sobre todo de los años 40; eso también es importante, pues en aquella época había una fidelidad ciega hacia la Unión Soviética. Te voy a poner un ejemplo, aquí en México, con esos viejos comunistas. ¿Cuántos comunistas mexicanos no se iban con su maletita y el suetercito que les hizo su esposa a Moscú donde si veían a Stalin a cuatro kilómetros ya era la culminación de sus vidas? Bueno, en España pasó una cosa similar con otra versión. No hay que olvidar que la Unión Soviética fue realmente el único país que le dio armas a la España republicana, porque Inglaterra y Francia le voltearon la espalda y la dejaron totalmente a merced del nazismo-fascismo. Imagínate: un comandante en un batallón –eso también hay que aclararlo–, porque Mercader no fue un oscuro combatiente en España, fue un hombre que tenía grandes dotes de estratega empírico. Desde luego, él nunca estudió la carrera militar, pero era un hombre con una gran capacidad de liderazgo, entonces lógicamente esa fidelidad ciega a la Unión Soviética, independientemente de la figura de la madre –una comunista destacada que incluso vino a México– y de la ideología, pues venía por el apoyo que le había dado a la España republicana la Unión Soviética. En ese momento, durante la guerra española y posteriormente, la Unión Soviética era realmente considerado el verdadero enemigo del nazismo-fascismo y, de algún modo, era el país que defendía las libertades en el mundo, es decir, la propaganda estalinista contra Trotsky y aquí sí la figura de la madre tiene que ver –aunque eso que dicen que ésta obligó a Ramón Mercader a matar a Trotsky es una mentira– por su propia militancia; todo eso fue un coctel en el que este hombre se involucró. También hay que señalar que, evidentemente, desde la perspectiva histórica, Trostky fue más importante, pues fue el arquitecto de la Revolución Rusa, incluso debió haber sido el heredero natural de Lenin y tuvo todo para serlo… Así, hay mucho escrito sobre Trotsky en México y muy poco sobre Mercader, además literariamente la figura de Mercader es verdaderamente atrayente, yo diría incluso que hasta fascinante. Hay que darse cuenta de que se volvió un hombre oscuro: ¿qué fue de él cuando salió de México, qué hacía en la Unión Soviética, dónde muere…? Preguntas que siempre quedaron un poco a oscuras, así como también la labor que hacía en la penitenciaría de Lecumberri, sus lazos familiares, sus orígenes…

Cuéntanos lo que representa “El grito de Trotsky” dentro de tu trayectoria de escritor.

La vida de este hombre es una novela en sí misma. En este caso, estamos hablando de una mayor madurez, diferente a cuando escribí lo de Renato Leduc, Pedro Vargas… digamos que es un tipo de literatura testimonial. Por otra parte, siempre me he considerado periodista, nada más y nada menos que periodista. Así, este último libro es la antesala de mi novela, de una primera novela que ya estoy empezando a gestar. Hay momentos en que muy probablemente, al escribir lo de Mercader, sí me dio la tentación de la novela, pero procuré seguir el rigor histórico, aunque ya de por sí, con todo el rigor histórico, prácticamente es una novela la vida de este hombre. Imagínate aferrarte tantos años a una tesis sin importante careos, interrogatorios, golpizas, torturas… y seguir siendo trotskista desilusionado; eso ya te está hablando de una historia fascinante.

Cómo se dio tu interés inicial por Mercader, lo que te decidió a escribir sobre  su vida…

Hay dos cosas que me atrajeron, una figura atrayente misteriosa nebulosa… y, bueno,  hay que irse mucho más atrás. Yo fui muy amigo y, hasta cierto punto, el biógrafo del doctor Alfonso Quiroz Cuarón, que, como tú sabes, hizo el estudio de la personalidad de Ramón Mercader, y no solamente eso, sino que es el hombre que establece su identidad, no se la descubre. Por otra parte, ya mucha gente sabía en México que el asesino de Trotsky era catalán y se llamaba Ramón Mercader, pero el doctor la prueba con documentación, entre ella la comparación de las huellas dactilares, que es una prueba indiscutible. Ya desde ahí me había arrancado con el tema, pues tuve también todo el expediente policiaco en mis manos, pero no me servía de gran cosa, porque te aseguro que son cientos de cuartillas con respuesta vaga, como “no sé”, “no lo recuerdo”, “usted lo dice, no lo digo yo”, “soy un trotskista desilusionado” y de ahí no sacas nada. En cuanto al estudio de la personalidad, si bien proporciona datos muy ciertos, como por ejemplo que había combatido en España, que ahí probablemente hubiera conocido a Siqueiros… sin embargo había cosas que no me encajaban, una de ellas: si este hombre era el ignorante, vago, sin oficio ni beneficio que nos ponen, cómo es posible que se hubiera acercado a tal grado a Trotsky, o por lo menos al círculo íntimo de Trotsky, durante tanto tiempo. Todavía más, cómo pudo haber enamorado a la hermana de la mujer que era el correo de Trotsky en Estados Unidos, que físicamente no era agraciada, pero sí muy culta, insisto: cómo podía engañarla si no es que este hombre tenía una cultura y un encanto personal… Ya desde ahí me empecé a sorprender de la figura de Mercader, así como posteriormente toda su labor en la penitenciaría… Cuando hablo con gente que lo conoció, que estuvo con él en Lecumberri, entre ellos Manuel Prieto Crespo, para saber qué había sido de él, cómo pudo superar toda esta maraña, toda esta nebulosa que siempre lo envolvió. Empiezo a desentrañar la madeja en 1977, en Moscú, cuando fui a entrevistar a “La Pasionaria” y hablé con muchos refugiados españoles. Ahí muchos me empezaron a hablar un poco de Ramón Mercader, hasta que finalmente, con el paso de los años, el abogado defensor Eduardo Ceniceros Ríos se abre conmigo, se abren completamente conmigo miembros de la familia Mercader. Entonces me ayudan a formar un rompecabezas que es totalmente distinto a como se ha dicho muchas veces, por ejemplo, nunca fue entrenado en Moscú ni conoció esta ciudad sino hasta 1960, por lo tanto no era agente del servicio de inteligencia soviético, si acaso lo viene siendo hasta ese año y eso sólo como coronel honorario retirado.

Entonces, Mercader fue el antihéroe, el villano…

Aquí hay algo que es paradójico y que resulta también alucinante, por decirlo así. Mientras él estaba en la cárcel, para la mitad del mundo era el villano, el rompecráneos, pero para la otra mitad era el camarada abnegado, el hombre que había sacrificado su vida en aras de la revolución y, sobre todo, el hombre que guardaba silencio a cualquier costo, ‘el prototipo del camarada’, del hombre comprometido totalmente, que nunca claudicó, que jamás se arrepintió. Yo sé que el libro va a ser polémico, tú me acabas de decir que escribí sobre el antihéroe, entonces mi reto fue que cada hecho que consignara en el libro estuviera perfectamente sustentado, bien fuera por testimonio de personas cercanas o por documentación.

¿Cuánto tiempo invertiste en este reportaje histórico?

“El grito de Trotsky” resume 30 años de investigación y prácticamente dos años de redacción final, muchísima información y, sobre todo, el asunto de cómo maquetar el libro, es decir, en primer lugar había que exponer las causas o circunstancias que mediaron en el asesinato del líder ruso, para ello evidentemente tenía que hacer un retrato de éste. Si te fijas, yo hice dos cosas; por un lado, la figura de Trotsky, sigo por todo el mundo a “el profeta desterrado”. Para ello tenía que retratar las circunstancias de la lucha contra Stalin y, por otro lado, al combatiente de la Guerra Civil española, así llega un momento en que se encuentran los dos y ya luego me sigo con Mercader, pero para esto ya expliqué o traté de explicar las circunstancias que mediaron.

Actualmente, a más de 60 años del asesinato, ¿cuáles fueron los retos a los que te enfrentaste al escribir el libro?

Bueno, el trotskismo sigue vivo, pero también un nuevo estalinismo, aunque ahí permanezca oculto. Independientemente de eso, fue el recrear toda una época, es decir, con algo que es verdaderamente sobrecogedor: cómo a un luchador antifascista, sincero, idealista, por un lado una propaganda estalinista y por el otro las circunstancias de una guerra, los problemas familiares y emocionales, incluso hasta un sentido de la abnegación y del sacrificio, lo llevan a convertirse en un asesino, aunque sea por única vez en su vida. Hay que recordar lo que dijo un día Mercader, “Yo a un hombre lo maté por motivos ideológicos, a otro no lo volvería a matar aunque también existieran motivos ideológicos”. Sí, el hombre es el hombre y sus circunstancias. Mira, yo conocí a algunos elementos que participaron en el asalto de Siqueiros, entre ellos Néstor Sánchez. Te aseguro que si tú los llegas a conocer, dices ‘¿Cómo es posible que estos hombres hubieran agarrado un arma y disparado contra Siqueiros…?’, lo hicieron. Definitivamente era la época, pero lo hicieron. Así, quizás el mayor reto haya sido recrear una época, de gigantes, pues fueron fieles representantes de su época; una época, hay que decirlo, fascinante, era la época de los pasaportes falsos, de los seudónimos, de esconder una militancia a veces. Una época verdaderamente trágica, muy trágica, pero al mismo tiempo fascinante y hasta romántica; no en balde Albert Camus decía que la Guerra Civil española era la única por la que había valido la pena luchar.

¿Cuáles son tus expectativas con este nuevo título?

Por lo pronto ha despertado curiosidad. Por supuesto que va a haber críticas y estoy dispuesto a afrontarlas. Definitivamente, creo que un libro es como un testimonio que aportas, y es como el plato de lentejas: si quieres lo tomas y si no, lo dejas. Yo por supuesto que no pienso contestar ninguna crítica, evidentemente habrá gente a la que no le guste el libro, sobre todo que aquí estamos hablando del villano, del antihéroe. En realidad, yo sencillamente a Mercader lo pongo como un personaje de carne y hueso, ¿no?

¿Consideras que hay alguna semejanza con el caso de José de León Toral?

Aquí hay otras motivaciones, totalmente distintas, sobre todo lo que rodea a Mercader de lo que rodea a Toral. En éste, simple y sencillamente, fue un sentimiento religioso mal entendido, un hombre manipulado –no digo que Mercader en su momento no lo fuera también, fue manipulado– pero fue un hombre que además tenía otras circunstancias, independientemente de las ideológicas. Por cierto, para evitar malentendidos o suspicacias, cabe aclarar que no tuve ningún financiamiento, simplemente quise poner las cosas en claro, narrar cómo fueron, nada más. En este caso asumo también el punto de vista de un historiador, que es poner las cosas como fueron, es traer a colación a un personaje que, sobre todo en España, está muy en boga: Mercader. ¿Por qué? Porque en España actualmente hay una revisión de la historia pasada y reciente, sobre todo de la Guerra Civil española, y lo de Trostky no es más que un episodio a continuación o derivado de ésta.

José Ramón, ¿qué hay en el tintero para el futuro?

Tengo el proyecto de la novela, también tengo ganas de volver a los medios. Estuve hasta hace poco en Excélsior, sin embargo, con la venta, vi que quizás no sea un periodismo en el que yo pueda encajar. Tal vez vuelva a los medios, por lo pronto quiero irme a una novela; además, parece ser que hay otros planes aquí en la editorial -Random House Mondadori-, no te los puedo decir en este momento hasta que se concreten. Tal vez algo sobre Quiroz Cuarón, pues yo escribí los mejores casos de criminología, no lo sé aún.

Un personajazo, el doctor…

Definitivamente. El doctor Quiroz Cuarón es de gran importancia no sólo aquí en México, sino en el mundo. Lo que pasa es que yo escribí hace muchos años sus mejores casos de criminología, con sus propias palabras. Un plan futuro podría ser darles otra vuelta, tal vez sería ampliarlos… En fin, hay que esperar, por el momento, sólo deseo que el libro sobre Ramón Mercader despierte interés y le agrade a la gente.

Me despido de José Ramón Garmabella, un conversador fascinante que brinca de un tema a otro con toda naturalidad y mantiene siempre atento a su interlocutor, del mismo modo que lo consigue la lectura de “El grito de Trotsky”, una obra que resulta admirable por su estructura, su abundante información y, sobre todo, por su impecable escritura, que permite leerla con creciente interés y expectación, casi como si fuera una novela de espionaje.

Así, Garmabella logra reconstruir una época y un ambiente llenos de personajes y momentos relevantes –Lenin, Stalin, Diego Rivera, Siqueiros, la Guerra Civil española, el surgimiento del fascismo en Europa, el México de las décadas de 1930 y 1940…– en menos de 400 páginas, algo que, definitivamente, los lectores debemos agradecerle.

Por último, cabe mencionar que “El grito de Trotsky” –cuyo subtítulo es “Ramón Mercader, el hombre que mató al líder revolucionario”–, se presentó el pasado jueves 25 de mayo en el Museo José Luis Cuevas de esta ciudad, con la participación del famoso pintor mexicano, el doctor Alejandro Matesaénz, el licenciado Óscar Ceniceros, el editor José Antonio García, como moderador, y el autor.

José Ramón Garmabella

Nació en la ciudad de México en 1945. Egresado de la escuela de periodismo “Carlos Septién García”, fue fundador del noticiario 24 horas y ha colaborado en un sinnúmero de programas. En radio realizó “Rompiendo el silencio”, que le valió el Premio Nacional de Periodismo 2000 otorgado por el Club de Periodistas. Entre sus libros se cuentan “La Pasionaria” (1977), “Doctor Alfonso Quiroz Cuarón. Sus mejores casos de criminología” (1980), “Renato por Leduc” (1981), “Reportero de policía (El Güero Téllez)” (1985), “Don José, el de los toros” (ensayo biográfico de José Alameda, 1990), “Joselillo, vida y tragedia de una leyenda” (1992), entre otros.

Comentarios a esta nota: Gregorio Martínez Moctezuma

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