Hugo Hiriart habla sobre el alcoholismo en “Vivir y beber”

 Hugo Hiriart habla sobre el alcoholismo en “Vivir y beber”
Hugo Hiriart es escritor,
director de escena,
 guionista y artista plástico
Foto: Martha Martínez/
Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 16 de mayo de 2006. De aspecto cansino y semblante pálido, Hugo Hiriart (Distrito Federal, 1942) enfrenta la vida y las preguntas del reportero con resignación y sabiduría, con la convicción de que es necesario y útil dar nuevamente a la imprenta su libro de autoayuda “Vivir y beber” (Tusquets, 2006), aparecido por primera vez en 1987 en otro sello editorial.

Hiriart, alcohólico durante mucho tiempo, de 64 años recién cumplidos, lleva casi 25 sin beber alcohol, cree firmemente en Alcohólicos Anónimos como la mejor opción para zafarse de las ataduras invisibles de esta inexorable enfermedad y conoce la magnitud social del problema. “La reedición de ‘Vivir y beber’ representa que el libro está vivo y al alcance de los lectores, y eso me da gusto. Yo creo que no se ha hecho nada y todos los problemas siguen vigentes –realmente creo que hasta está peor ahora que hace 20 años–, hay una nueva generación que no conoce el libro –suponiendo además que la otra edición la hubiera leído todo el mundo, lo cual está muy lejos de ser cierto, pues tuvo una circulación cerrada–, entonces ahora podrían leerlo los que no lo han leído y los nuevos protagonistas que han salido a escena, que ahí están. Por ejemplo, hoy fui a la radio de la Ibero y le dije a mi entrevistador, ‘Aquí es donde se debería leer, usted ve muy mansitos a los muchachos, pero véalos los fines de semana, divirtiéndose, a ver si no necesitan el libro’. Cuando yo era joven no había drogas en México ni en ningún lado ni Colombia exportaba así, todo eso es muy reciente, todo eso prendió de repente, nos invadió como una quemazón. Eso quiere decir que no obedece a ninguna fatalidad, que así como comenzó, así debe terminar, digo, si se le combate, si se pone uno listo, ¿no?”

El también autor de “Galaor” señala el aumento del consumo de drogas ‘duras’ aunado al de alcohol. “Por ejemplo, en Estados Unidos ya no bebe tanta gente como antes, pero en cambio se atascan de otras cosas. Estados Unidos consume el 70 por ciento de las drogas que se consumen en todo el mundo. Yo viví allá tres años, en Nueva York. Si usted está ahí, viendo, se dice ‘Esta gente trabaja todo el día, pero también descansa, sale a la noche y le dicen qué tienes para consumir’. La realidad los aburre, necesitan entrar a un espacio distinto mental y entonces toman las drogas, como el acido lisérgico, y hay unas nuevas que son químicas, activísimas.”

Cuestionado al respecto, el reconocido dramaturgo mexicano menciona su punto de vista actual sobre la causa de esta droga socialmente permitida, aceptada, pero no por eso menos dañina. “El alcohólico no bebe por vicio ni por nada, bebe sólo porque está muy angustiado, sumido en la angustia, en la ansiedad, en el miedo a todo y a nada, en la depresión, en la neurosis, y el alcohol le ayuda a vivir, a enfrentar eso. Entonces, en el complejo fenómeno del alcoholismo, tenemos dos partes, por un lado lo que hace el alcohol y por otro lado cómo atacar la ansiedad y la angustia sin alcohol, que es lo que me gustaría hacer en un próximo libro. Yo sostengo que la cultura del alcohol en México es muy torpe, es muy tonta, y un aspecto de esa cultura del alcohol es el número enorme de canciones etílicas que hay en nuestro país, como eso de ‘Estoy en el rincón de una cantina…’, ‘La que se fue’… Para qué decir más, ahí está el caso de José Alfredo Jiménez, cuya música exalta el alcoholismo, llama la atención por ser exaltante del alcoholismo, que lo induce más aún… Muchas veces la gente que entra a una cantina no lo hace para tomarse una copita y ya, sino como en las películas, entra y sale para ponerse hasta atrás, cayéndose, para regresar a su casa y pegarle a su mujer, es muy repugnante eso, cosas de esas… Cuando pasa eso, la persona tiene un alcoholismo muy avanzado, muy declarado. Justamente ésa es la persona alcohólica, la que ya no controla nada.

“Creo que, en parte, el problema se debe a la falta de espiritualidad. La tesis de Doble A es que usted, el alcohólico, no puede dejar de beber mientras confíe en sus fuerzas, mientras quiera controlar el alcohol. ‘Yo controlo, yo tengo fuerza de voluntad’, esa cosa terrible que dice el alcohólico y que es horrible. ‘Yo puedo dejarla cuando yo quiera’, eso es terrible, eso es lo contrario de la vida espiritual, lo mal supuesto que es ese voluntarismo. Lo primero que pide la vida espiritual es que uno debe reconocer que no tiene fuerzas, eso impide que nos salven de uno mismo. La fuente de los errores, de las confusiones, de los sufrimientos no es lo que pasa afuera, sino es uno mismo, son los deseos, las incontinencias y la voluntad de uno mismo. En general, uno cree que va a gobernar todo y uno va a decidir… Eso se parece a las campañas para presidente que estamos viendo, tan horribles, en las cuales pareciera que los candidatos creen que depende de ellos ser presidente de México. Yo no sé de cuántos factores dependa, pero han de ser muchísimos, intrincadísimos, escondidos, accidentales, chiquitos, menores, grandotes, grandísimos… Entonces ellos se comportan como si eso no existiera, como si no tuvieran a fin de cuentas que decir ‘Bueno, yo no sé quién va a ganar, pero acepto al que gane, el que sea, el que elija la mayoría’. Por eso digo que no hay licor ni terapia ni siquiatra en el mundo mejor que la terapia de Doble A, con la ventaja de que es completamente gratuito, al alcance de todos y por todos lados hay grupos. ¿Qué más quiere uno? Hay grupos distintos, inclusive uno puede darse el lujo de escoger el grupo, de jóvenes, de mujeres –‘Tengo una sobrina que va a uno en el Pedregal, a uno de mujeres–, de hombres de negocios, de albañiles, de lo que sea, hay de todo. Todos tienen las mismas reglas y hacen lo mismo; si un albañil quiere ir a uno de hombres de negocios puede ir, nadie rechaza al alcohólico, a nadie; a fuerza, nada.”

El ensayista es consciente de que el alcoholismo no sólo es asunto de hombres, sino también de mujeres. “Cuando estuve en la clínica donde inicié mi rehabilitación, había varias mujeres. Una de ellas era así como una abuelita, delgadita, pero era una alcohólica tremenda. Bueno, yo me hice amigo de algunas de ellas, sobre todo de una, y platicaba mucho con ella. Esta mujer me contaba de su problema y era lo mismo al de un hombre, exactamente la misma cosa. El marido estaba desesperado y era un loco, un hombre muy violento y no sabía qué hacer con la mujer, y optaba por dejarla encerrada. Ella vivía en un segundo piso, se aparecía en el balcón, paraba a gritos y a señas un taxi y le pedía que le comprara una botella de whisky; le bajaba el dinero en una canastita y el taxista le llevaba la botella… Regresaba el marido y no se explicaba cómo se emborrachaba su esposa. ‘¿Cómo le hiciste?’, le preguntaba sorprendido y enojado. En ese sentido, recuerdo un dicho muy conocido en Doble A, que dice: ‘Todos los alcohólicos, en tanto que alcohólicos, somos copias al carbón’.”

El escritor defeño se queja del calor de la tarde –“Estoy sudando, hace mucho calor. Parece que va a llover…”– antes de explicarnos qué piensa de las supuestas bondades del alcohol al momento de la escritura. “No se puede escribir así, no, no, no se puede, eso es una leyenda, eso no es verdad, porque escribir es un asunto delicado, donde hay que matizar, donde hay que hacer las cosas con mucho cuidado. El alcohol es un entorpecedor cerebral, es imposible, no se puede escribir nada. Se pierde la capacidad de matizar, se pierde autenticidad, identidad… Es un mito. No es verdad, ¿qué artista puede hacerlo, en qué puede ayudar a un escritor entorpecerse mentalmente…? Se requiere de la sobriedad para hacerlo bien.”

Al comentarle que ahora el dilema, al parecer, ya no es beber o vivir, sino drogas o vivir, el autor de “Disertación sobre las telarañas”, se exalta y expresa su estupor ante la nula efectividad de las acciones contra esta nueva lacra social. “Tienes razón, en México, en estos 20 años, especialmente en los seis años de Fox, todo lo referente a adicciones ha aumentado desorbitadamente sin que nadie haga nada. Para mi sorpresa, yo me pasmo, no puedo entender cómo es posible que hace cinco años no había narcotienditas y ahora esté lleno de éstas y no hayan cerrado una sola, no hayan aprehendido a uno solo, no hayan hecho un manual para que los niños de la primaria, los estudiantes de secundaria y prepa tengan donde estudiar los efectos de las drogas, sean prevenidos de sus efectos… Eso es horrendo, es muy extraño, no han rastreado de dónde viene todo eso. Pero se van a arrepentir de haber dejado que crezca esto así, de no haber hecho nada, absolutamente nada, en una completa y absoluta pasividad. Esto da para hablar mucho. Antes no había eso, no había aquí, y estos miserables lo hicieron adrede, qué extraño: hay cinco mil niños que saben dónde están las narcotiendas… Que alguien tome 200 agentes y acaben con todo… Por ejemplo, esos pobres muchachos que huelen la mona, los inhalantes, que les destruyen el cerebro, híjole, es terrible. Los muchachos se van de reventón los fines de semana, se ponen hasta atrás y beben de más, andan aquí y allá, hombres y mujeres, no nada más los muchachos, y andan peleando. Es muy peligroso, se exponen a muchas cosas que no deben ser, pobrecitos, de veras que no debiera ser así”, se lamenta.

No obstante, no todo lo ve perdido. “Sí, ‘Vivir y beber’ podría ser lectura de los jóvenes, de los adolescentes. Este libro no sólo se debería distribuir, sino mandar hacer otro en el que participaran expertos, pedagogos, maestros… A mí me encantaría participar en esto, para hablar de las drogas, para prevención de las adicciones de los muchachos, explicando qué son las drogas, cuando uno se esclaviza uno con las drogas, qué es la dependencia a una droga… Es necesario y es por el bien de todos”, señala Hugo Hiriart con un brillo en su mirada y una sonrisa en su rostro, signos de su esperanza en un mundo mejor que el que ahora nos ha tocado en suerte vivir.

Hugo Hiriart

Nació en la ciudad de México el 18 de abril de 1942. Escritor, director de escena, guionista y artista plástico. Colaborador de periódicos y revistas. Obtuvo el premio Xavier Villaurrutia en 1972 por “Galaor”, novela de caballerías. “Sobre la naturaleza de los sueños”, “El actor se prepara”, “Los dientes eran el piano”, “Cómo leer y escribir poesía”, son otros de sus libros.

Comentarios a esta nota: Gregorio Martínez Moctezuma

Redacción Azteca 21

Leave a Reply