Populistas: no todos son iguales

Por la espiral
Claudia Luna Palencia

-Populistas: no todos son iguales
-Puntualiza lista The Economist
-No al retorno al pasado

En la edición del 15 al 21 de abril de la revista británica The Economist se dedica un apartado para analizar los acontecimientos políticos de América Latina en “the return of populism” en cuya cabeza central destaca una fotografía del  presidente de Argentina Juan Domingo Perón.
 El cuerpo del análisis parte de la hipótesis de que no todos los populistas se parecen, es decir, no todos tienen que estar sentados en el mismo banquillo del  populismo. Hay de populistas, a populistas, tales variantes provocan distintos efectos.
 El artículo sostiene que América Latina mantiene una clara tendencia hacia la izquierda. El perfil es más sólido luego de la victoria de Evo Morales en Bolivia; de Michelle Bachelet en Chile; y la más reciente elección de Perú con la victoria en la primera ronda de  Ollanta Humala.
 Esta ola izquierdista, señala The Economist, viene impulsada por otros delfines: Hugo Chávez en Venezuela; Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil; Néstor Kirchner en Argentina; y Andrés Manuel López Obrador. Y aunque todos aparentemente forman parte de una misma tendencia, no es lo mismo Lula que Chávez, y entonces las ramificaciones son pertinentes para entender el camino político emprendido en la región e inferir sus consecuencias  económicas y sociales.
 La revista británica elabora 2 grupos de políticos de izquierda latinoamericanos: el primero con presidentes moderados, social demócratas, aquí ubica a Lula, Bachelet, Óscar Arias de Costa Rica y Tabaré Vázquez de Uruguay. La descripción general es de gente que entiende de políticas macroeconómicas, acepta cuidar el aspecto de la estabilidad macro, respeta las reformas privatizadoras iniciadas en sus países desde 1990. Su preocupación es buscar mejores políticas sociales para compensar los costos de la liberalización y las privatizaciones.
 El segundo grupo lo forman Chávez, Kirchner, López Obrador, Morales y Humala. The Economist advierte que en diferentes grados y escalas estos políticos pertenecen al populismo más tradicional de América Latina.
 ¿Cuál sería el resultado para la región de una cumbre con  todos reunidos, los del ala conservadora y los del ala populista? Hay que darle tiempo al tiempo.
 En tanto, el grupo que más llama la atención es el de los populistas, el de los oradores que con sus discursos inflaman auditorios, basan su popularidad en las concentraciones masivas; recurren a atacar al capitalismo y la invasión de las multinacionales; recurrentemente amenazan a los saqueadores, los especuladores  y  ensalzan las conquistas sociales y laborales. Los populistas tienen su fuerza en las clases más desprotegidas (sobre todo para las movilizaciones)  pero igual seducen  a la clase media cansada del deterioro del poder adquisitivo y de perder en cada devaluación o crisis económica.
 Este espécimen, el de los populistas, no es nuevo en América Latina, tampoco lo ha sido en otras partes del mundo en diferentes épocas. No se extinguen, son tan resistentes como los fascistas, siempre encuentran recovecos para resurgir.
A COLACIÓN
 El ciudadano global, en su cauce político, ante el desencanto constante en lo económico y lo social está atrapado en una delgada línea que puede decantarse hacia lo peor de la derecha o hacia lo peor de la izquierda.  De una  u otra forma ambas tendencias coinciden por cuanto socavan las libertades humanas, de expresión, civiles, económicas y políticas. ¿Cuántos populistas han desconocido al Congreso, reformado leyes para alargar su periodo de mandato o reelección? ¿Cuánto regimenes populistas amordazaron, castigaron, condenaron y asesinaron a sus detractores, muchos únicamente por ejercer la crítica? ¿Cuántos populistas condenaron al capitalismo execrable pero fomentaron un grupo de elite para hacer negocios con capitalistas?
 América Latina está de nuevo al borde de una peligrosa espiral cuando nos amanecemos en el siglo XXI, con compromisos supranacionales fuertísimos, retos cuya solución no pueden aguardar por mucho ante los plazos del Milenio en 2015. Soluciones que demandan acción no discurso.
A COLACIÓN
 América Latina ha padecido de los tentáculos del populismo y sus deformaciones.  El rol de la política y la economía, de estas 2 variables,  no han logrado engranarse para dar los resultados que la población requiere. Mientras existan tantos pobres y necesidades por satisfacer habrá entonces un medio de cultivo para el populismo basado en el rencor social.
 ¿Cuáles pueden ser los costos para una región que apenas despierta a la democracia y que no aprende todavía del valor del poder ciudadano, del voto en las urnas?  Mi respuesta es la de un costo en lo económico y lo social tan alto como lo padecido en los ochenta, calificada de “década perdida” por la CEPAL.
 Nos estamos jugando la estabilidad de los próximos 10 y 20 años, el escenario de los niños de hoy que serán los jóvenes universitarios de la época venidera. Arriesgamos su estabilidad.
GALIMATÍAS
 En buena parte de la historia reciente de América Latina, la del siglo XX, la ciudadanía estuvo bajo regimenes dictatoriales, algunos militares, otros civiles,  en algunos países se combinó con la aparición de grupos de guerrillas.  Fueron largas dictaduras, dañinas para los derechos humanos,  excesivas en la intervención del Estado, ninguna exenta de corrupción, muchas disfrazaron el populismo de nacionalismo con acciones de estatización de los recursos naturales y energéticos; y sufragaron su gasto social con enormes endeudamientos. Estas políticas, junto con la combinación de factores externos, sobre todo tasas de interés y falta de liquidez llevaron a la  década de los saldos rojos inmanejables.
 Cuando a finales de los ochenta y principios de los noventa comenzó en los países latinoamericanos el proceso de salida de las dictaduras mediante gobiernos legitimados en el poder de las urnas, la democracia llegó acompañada con el liberalismo de mercado, las privatizaciones y el capital extranjero.  Se inauguró otra etapa que ha sido difícil, porque para que rinda resultados, primero hay que terminar de limpiar las herencias de ese pasado reciente de abusos y excesos.
Nos ha costado sacrificios en nuestra calidad de vida, vamos a la mitad del camino, y al menos en el caso de México, como ya sucedió con Chile, yo observo  que debemos seguir avanzando, añadiendo mayores elementos en lo social, pero jamás retroceder, aunque haya fuerzas de resistencia que nos empujen hacia atrás.
Agradezco sus comentarios a:claulunpalencia@yahoo.com

 

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