La falacia del déficit cero

Por la espiral
Claudia Luna Palencia

-La falacia del déficit cero
-La injerencia para el 2007
-Petroprecios: muchas gracias

El presidente Vicente Fox está decidido a dejar una serie de candados en el manejo del Presupuesto y las Finanzas Públicas para la persona que lo suceda en el poder, a partir del primero de diciembre de 2006.
 Fox se comporta como un “celoso guardián” del libre mercado y del neoliberalismo dominante en el país, desde que a mediados de la década de los ochenta, el entonces presidente Miguel de la Madrid puso los andamios para  erigir un  modelo de crecimiento basado en dos pilares: el libre mercado y el neoliberalismo en todas las áreas de acción de la economía y el Estado.
 Así es que, desde mi óptica, estamos ante la primera vez en la historia económica reciente que en un régimen democrático, el presidente saliente, decidirá el Presupuesto y el programa económico del primer año de gobierno del nuevo presidente (habría que hurgar en la etapa de Plutarco Elías Calles, las maniobras realizadas por Calles en diversos contextos para con sus sucesores;  no pretendo crear comparaciones de otra índole).
 De entrada, el próximo mandatario  tendrá un acotado margen de acción que lo remite a estructurar un Plan Nacional de Desarrollo de carácter quinquenal y no sexenal.   El primer año recibirá como herencia “las instrucciones” de su antecesor.
Fox cierra candados anticipándose a un triunfo de Andrés Manuel López Obrador, de la Alianza por el Bien de Todos; empero, lo que verdaderamente hace el presidente Fox es una actitud injerencista en el próximo gobierno que resentirá la inercia de una administración y, al mismo tiempo, tendrá la presión de la gente ávida por cambios rápidos, favorables, concretos y tangibles.
 La Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2007 que el pasado primero de abril recibió la  Cámara de Diputados para su discusión y aprobación tienen como sustento: un crecimiento de 3.6% del PIB; inflación de 3%; déficit de 17 mil 275 millones de dólares en la cuenta corriente de la balanza de pagos, equivalente a 2% del PIB; déficit cero en las finanzas del sector público; un tipo de cambio de 11.18 pesos por dólar. El precio del petróleo de referencia para  el programa económico es de 37.5 dólares por barril.
 De aprobarse, éste será el marco de acción económica para el primer año del presidente electo. El planteamiento es de un ajuste, por el déficit cero en las finanzas públicas; el menor precio del petróleo; y la inflación del 3 por ciento.
Para que lo entendamos de una vez por todas,  la nueva administración tendrá menos dinero para gastar y deberá actuar de manera compatible con la política monetaria del Banco de México, de una inflación del 3%, que implica una menor base monetaria y menos empleos.
A COLACIÓN
  Del escenario para el 2007, en particular llama mi atención el déficit cero para las finanzas públicas.
 Hay toda una falacia entorno al déficit cero y la posibilidad después de llegar a un superávit en las finanzas públicas como si cualquiera de las dos características dotara al Gobierno Federal de un certificado de calidad administrativa y gerencial.
 La administración pública nunca podrá ser igual a la de una empresa, porque la diferencia entre una y otra es que la primera no puede y no debe perder su sentido social, y no estamos hablando de defender el modelo paternalista, aquel  de los subsidios fáciles, populistas y electoreros, ni el de los gastos abundantes inflando la masa monetaria, contratando empréstitos que son más asfixia para la población.
 Estamos hablando de una administración pública eficiente en donde el Gobierno Federal tenga un margen de acción permitido y aceptable para completar los gastos en inversión que sus propios ingresos no logran cubrirle pero que son necesarios para el sector salud, la seguridad social, el sector educación, transporte, vivienda e infraestructura.
¿De qué nos sirve un déficit cero si no hay suficientes escuelas, ni camas de hospital, ni clínicas, ni obras públicas?
El comparativo del gobierno con el páter familias es muy socorrido para explicarle a la gente el escenario que se enfrenta cuándo los ingresos obtenidos no alcanzan para pagar los gastos, y entonces se recurre a pedir prestado.
 El trasfondo es más complicado en las finanzas públicas que, repito,  no puede dársele un tratamiento de una empresa privada, ni de las finanzas de un padre de familia.
 El peligro de confundir el rol de las finanzas públicas sucede en parte por la reorientación del Estado paternalista, al Neoliberal, y la búsqueda de un Estado Benefactor que hasta el momento no aparece.
 Lo que predomina en la articulación de la eficiencia es hacer que los gobiernos restrinjan su gasto, aumenten sus fuentes de ingreso, de recursos; y dejen que el neoliberalismo por si solo, por esas “invisibles fuerzas del mercado”, resuelvan todo lo demás en un sistema donde la competencia dará a los más fuertes los mecanismos para encontrar los satisfactores. De los demás nadie se ocupa.
 En México, en las últimas décadas, el cambio en la administración pública y en las finanzas es notable, desde el adelgazamiento del Estado, el paso por déficits cercanos al 15% del PIB en 1982, del 13% en 1987, hasta la transición hacia un equilibrio a partir de la década de los noventa a la fecha.
 No obstante tenemos qué cuestionar cuántos de estos ajustes en las finanzas públicas se han traducido en crecimientos pequeños o nulos, por una menor disponibilidad de gasto de inversión.
 Jesús Silva Herzog, ex secretario de Hacienda, en una época muy controvertida para México por cuestión del endeudamiento y el manejo del gasto, durante la presentación de mi libro “En la Órbita del Dólar”, hizo un claro cuestionamiento a la insistencia del déficit cero en tiempos en “que no hay  obra pública, no hay obra social, no se construyen caminos, no nos damos abasto con los hospitales públicos, ni las universidades”.
SERPIENTES Y ESCALERAS
 El gobierno quiere finanzas públicas con acento gerencial, de menores gastos y más ingresos, pero no sabe cómo hacerlo y afecta entonces el gasto de inversión.
 Bastaría con tener una administración donde prevaleciera más gasto de inversión y menos gasto corriente; donde las finanzas se despetrolizaran y funcionara el mecanismo tributario del país.
 La administración del presidente Fox debe dar las gracias al comportamiento del petróleo en el mercado internacional por el alza constante que ha permitido contar con miles de millones de dólares de recursos extraordinarios en este sexenio. Sin este gran alivio, el presidente no estaría defendiendo el déficit cero.
Agradezco sus comentarios a:claulunpalencia@yahoo.com

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