Con el violín en las manos y el huapango en el corazón: Bryan Flores Martínez

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Bryan inició a tocar el violín
a los doce años, como parte
del profundo amor que siente
por su tierra y sus raíces
Foto: Azteca21
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Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
San Joaquín, Querétaro. 8 de abril de 2006. Esta tarde, en la Plaza Principal de este serrano municipio queretano, entre cientos de bailarines de son huasteco, de edades que fluctúan entre los 5 a los 18 años, me encuentro a un joven músico tamaulipeco que carga orgulloso y sonriente su estuche de violín mientras le llega el llamado para subir al quiosco donde varios de los mejores tríos de esta música tradicional mexicana aguardan su turno para amenizar el XXXVII Concurso Nacional de Baile de Huapango Huasteco.
Se trata de Bryan Flores Martínez, ganador en 2005 del Cuarto Concurso Nacional de Violín, organizado por el Ayuntamiento de San Joaquín y la Escuela de Laudería del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), cuando tenía 16 años y ya era el violinista del trío huasteco “Alba Huasteca”, junto con sus hermanos Fátima y Erwin, con los que ya lleva grabados tres discos.
Estudiante actualmente del CBTIS de Ciudad Mante, Tamaulipas, Bryan dice que inició a tocar el violín casi a los doce años, como parte del profundo amor que siente por su tierra y sus raíces, en la Casa de la Cultura de su ciudad, para después formar con sus hermanos y, literalmente, de las manos de su padre y representante, el profesor Francisco Flores Barrera, el trío Alba Huasteca, indudablemente uno de los tríos tamaulipecos de son huasteco más promisorios y destacados.
Bryan está agradecido y contento de haber participado de manera casi fortuita el año pasado en el concurso de violín, a instancias de su padre, pues, a pesar de que sólo se presentaron tres participantes, fue una competencia reñida, con brillantes violinistas huastecos y en la cual se llevó el primer lugar después de una fuerte etapa final. Ahora, gracias a eso, tiene un excelente instrumento, que ahora le brinda un sonido más puro y profundo, como más cercano a sus pulsaciones interiores, a sus raíces.
“El anterior violín que tenía era de origen chino. Me costó un poco más de tres mil pesos y no hay punto de comparación, ya que los chinos los hacen en serie, como muchas otras cosas; era un ¾, como para niños. En cambio, en la Escuela de Laudería del INBA cada violín es producto de las manos de un maestro laudero, de buena madera y excelente sonido, el cual, según me comentaron, tiene un valor cercano a los 20 mil pesos. Claro, ahora ya toco mejor”, dice sonriendo.
“El huapango me ha dejado muy buenas experiencias, como la de haber ganado el concurso de violín, sobre todo aquí en San Joaquín, que, junto con Amatlán, Veracruz, son de los lugares donde el huapango forma parte de la vida cotidiana de la gente y, por lo mismo, se le concede la importancia debida.
“Por cierto, en Amatlán hemos participado en competencia con otros huapangueros y hemos tenido la fortuna de quedar entre los cinco mejores, lo que habla de nuestra calidad como grupo. Además, es nuestro segundo año consecutivo que participamos como invitados especiales en San Joaquín, en este concurso de importancia nacional e internacional, en el que compartimos escenario con grandes tríos huastecos, como, por ejemplo, Los Camperos de Valles.
“El huapango forma parte nuestras vidas, de mi vida. No hay semana que no tengamos una huapangueada o una vez al mes en que no salgamos de Ciudad Mante. Esto nos llena de satisfacción y es una de las cosas con las que más disfrutamos, ya que no hay nada comparable a ver la alegría y el gusto de la gente cada vez que tocamos. Eso nos identifica y nos ayuda a mantener nuestras raíces.
“Yo quiero seguir estudiando y terminar una carrera, quizás ingeniería, pero no pienso dejar el huapango; por lo menos no entra esa posibilidad en mis pensamientos. Me alegra mucho ver cómo se vive y disfruta el huapango aquí y en Amatlán; y a la vez me da un poco de tristeza ver que en Mante se ha perdido ese gusto y ese amor por nuestras raíces.
“Nosotros, con nuestro granito de arena, hemos impulsado el huapango en Mante, junto con otros dos o tres tríos de son huasteco, como el de Soraima y el de los Caimanes de Aldama, por ejemplo, porque Ciudad Mante también es Huasteca y nosotros, por lo tanto, también somos orgullosamente huastecos”.
Concluimos la entrevista, pues Bryan y sus hermanos Fátima y Erwin son llamados al quisco de los músicos, ese sitio especial reservado para los hacedores de los sonidos que nutren y dan vida al Concurso Nacional de Baile de Huapango Huasteco, al huapango: los tríos de son huasteco, como del que forma parte Bryan: Alba Huasteca.
Señores, que siga la música, que viva el huapango, que esta noche se sabrá quiénes son los mejores bailadores de huapango y mañana se realizará el Quinto Concurso de Violín de Huapango huasteco para niños y jóvenes, galardón que el año pasado se llevó precisamente Bryan Flores Martínez.
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