Nuevo andamiaje en México

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

Nuevo andamiaje en México
De la Madrid, el padre de los cambios
En lo social, nada de nada

En  casi 24 años se ha rediseñado una nueva estructura macroeconómica que, en política monetaria, tiene especial control en la inflación de un dígito; en las finanzas, el gobierno mantiene una tendencia hacia la reducción del déficit con la meta de alcanzar el superávit y, en materia comercial, se han detonado las exportaciones de bienes manufacturados y se despetrolizó la balanza comercial.
 Así es,  hoy somos distintos en varios aspectos de la macroeconomía en comparación con dos décadas y media atrás.
 Para comprender al México que arribó al siglo XXI, el modelo económico que impera a favor del capital privado transnacional, de la reducción del Estado y de privilegiar una inflación controlada y un superávit en las finanzas públicas, se debe partir del análisis de la etapa que abarca las grandes transformaciones del país iniciadas en 1986.
 El cambio estructural ha sido una consecuencia de la política de liberalismo económico y comercial que inauguró el régimen del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, con el ingreso de México al Acuerdo General Sobre Aranceles  y Comercio (GATT, por las siglas en inglés de General Agreement on Tariffs and Trade).
 Desde entonces, la filosofía del modelo paternalista, la de mantener la economía cerrada, se vio contaminada por el rescate de las filosofías del siglo XVIII que enarbolaban la libertad de acción.
 En los primeros años de la década de los ochenta el escenario estaba definido por la inestabilidad económica, una inflación creciente y desequilibrio en las finanzas públicas. Prevalecía un aparato con un modelo de crecimiento hacia adentro, con  sustitución de importaciones a favor de los subsidios y que, ante la escasez, provocaba inflación.
 Los años 1986 y 1987 fueron especialmente difíciles para la población y para el poder adquisitivo del salario. El nivel de los precios erosionaba la capacidad de compra del dinero.
 En 1986 la inflación había subido a 105.7% y la economía registraba una caída de 3.5 por ciento. Al año siguiente, la inflación subió hasta 159.2% y la economía apenas logró un crecimiento marginal de 1.7 por ciento.
 Por el lado del endeudamiento, la deuda externa del país se había incrementado peligrosamente presionando la solvencia y la liquidez de las arcas nacionales.
 En 1976, la deuda externa del sector público era de 19 mil 600 millones de dólares. En los siguientes seis años se triplicó y, para 1982, el saldo de la deuda externa del sector público aumentó a 58 mil 874 millones de dólares.
 En 1982, el pago anual por intereses de la deuda externa ascendió a 14 mil millones de dólares. En su libro “México, un paso difícil a la modernidad”, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari afirma que entre 1983 y 1988 la economía mexicana tuvo que transferir al exterior, cada año, el equivalente a 7% del PIB. “Gastamos más en pagar intereses de la deuda que en proporcionar educación y salud en todo el  país”.
 De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, el servicio de la deuda externa  en 1982 representó 10.1% del PIB, lo que implicó niveles de transferencias netas al exterior de 5.4% del PIB.
 Para 1983, la presión sobre la liquidez de la economía fue inminente: el servicio de la deuda externa representó 12.9% del PIB, con niveles de transferencias netas al exterior de 7.6% del PIB. 
A COLACIÓN
 Las circunstancias hicieron que el sexenio de Miguel de la Madrid fuera uno de decisiones inusuales y radicales. Fueron seis años en que tampoco favoreció a México el contexto internacional ni,   mucho menos, el latinoamericano. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) calificó a los años ochenta como “la década perdida”.
 La respuesta de Washington a la crisis de la región y la insolvencia para cumplir con los pagos externos llegó por medio del Plan Baker y, luego, del Plan Brady. Había que reestructurar la deuda externa para darle un respiro a las arcas vacías; pero, al mismo tiempo, las economías debían sujetarse a un plan de reducción de su gasto. Entonces se ordenaron cambios a la carta. No había más opciones.
 En abril de 2004, en el despacho del barrio de Santa Catarina, en la delegación Coyoacán de la ciudad de México, el ex presidente De la Madrid aceptó en entrevista que la mayoría de los cambios que se promovieron durante su sexenio fueron el resultado de presiones externas.
 Fue así como arrancó la era de la desregulación económica, la simplificación financiera, el paso gradual de la no intervención del gobierno en la economía, el ingreso al GATT, la reducción de aranceles, el viraje de una economía cerrada a una abierta. En el sexenio que presidió De la Madrid se desincorporaron 750 empresas de las mil 155 existentes.
 El ex presidente señaló que, gracias al GATT y a partir de éste, el país ha podido buscar una serie de acuerdos y tratados comerciales que han hecho de su economía una de las más abiertas del mundo.
 De la Madrid es considerado “el padre de los cambios estructurales” de México, profundizados después por el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994); Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000); y Vicente Fox Quesada (2000-2006).
GALIMATÍAS
 En dos décadas y media tenemos en México una nueva estructura macroeconómica, no obstante, en lo social, la  metamorfosis sigue teniendo un gran pendiente.
 

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