El cine de Glauber Rocha, alucinante

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Rocha coloca la lucha religiosa
entre el bien y el mal a
un nivel político.
Foto: Internet
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Por Carlos Coronel
Reportero Azteca 21
Ciudad de México.-13 de marzo de 2006.- El cine de Glauber Rocha -ese realizador brasileño que cuando está muriendo en el hospital piensa sólo en filmar su agonía rodeado de cineastas, artistas, pintores y amigos escritores- es una prolongación de sus alucinaciones: llenas de héroes vengadores, sagas pesimistas y locos suicidas.
Rocha coloca la lucha religiosa entre el bien y el mal a un nivel político, entre los desposeídos que ya nada tienen y los que se los han arrebatado todo: caciques, militares y bandoleros.
Por eso muchas de sus escenas se dividen entre lo colectivo, donde el protagonista es el pueblo, en ocasiones elegido entre actores no profesionales, como trabajaba su maestro Pier Paolo Pasolini; y las caras, gestos, medios cuerpos que llenan la pantalla para magnificar la acción individual, solitaria de algunos elegidos, marcados por el destino.
En sus nombres arrastran el mito, la leyenda y la desgracia: Antonio Das Mortes, Mata Vaca, Lampiao, Corsico, Paulo Martins.
En “El dragón de la maldad contra el santo guerrero”, una mezcla de western carioca, denuncia política y musical de cantos negros, el matador de cangaceiros, Das Mortes, regresa de nuevo al Jardín de las Pirañas contratado por su antiguo amo –el coronel Horacio- para exterminar a una gavilla de bandoleros.
Das Mortes está envejeciendo y su crisis se agudiza cuando se topa con una santa –cuando ellas ocupan un papel relevante en sus historias: o son unas místicas o son unas ligeras- que acompaña a los invasores de tierra.
El asesino se transforma al darse cuenta que sólo es un instrumento de los ricos para matar a los pobres.
Esa misma crisis es la que acompañará a muchos de sus héroes.
En “Tierra en trance”, la crisis abofetea el destino de Paulo Martins, incapaz de elegir entre la poesía y la política, la anarquía y la acción.
El imán de mujeres acaba dándose cuenta que sólo es un instrumento de los poderosos. Rocha pinta a la clase gobernante como incapaz de comprender al pueblo, insaciable, vana, al servicio de las transnacionales; cuando algo no comprenden prefieren culpar de sus equívocos a la bomba atómica.
Cine de excesos, de derroche de diálogos (“el futuro está arriba del futuro. No en el pasado”), de arte y de denuncia.
Es Glauber Rocha, quizá el más importante cineasta de Brasil, cuyo ciclo en la Cineteca Nacional no debe perderse.
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