Una marcha multicultural que gritó: Sí se puede, sí se puede lograr que nos traten con dignidad

México tomó la bandera al
 igual que gente de todos los
colores, religiones e idiomas
 Foto: La Raza de Chicago

Chicago, Illinois.- 10 de marzo de 2006.- La cara de mil colores de los inmigrantes de todos los países porque fue una marcha multicultural. México tomo la bandera al igual que gente de todos los colores, religiones e idiomas para gritar a una sola voz “Si se puede”. “Sí se puede lograr que nos traten con Dignidad”.

La marcha por la dignidad y derechos de los inmigrantes, todos somos América. Cada hombre, mujer niño y hasta ancianos en sillas de ruedas ondeó el rojo, verde y blanco en cada esquina del recorrido.

La manifestación salio desde Lake y Ashland en el Parque de la Unión; la gente estaba vestida con ropa blanca para demostrar que era gente de paz.

Para llegar a ese sitio fue una odisea pero lo importante era marchar. En camiones, o en “trokas” o taxis llegaron los manifestantes.

Venían del Medio Oeste, de los suburbios del sur o del norte, compañeros de trabajo, gente de fábricas, obreros, ejecutivos y estudiantes se encontraron en esta cruzada contra la ley HR 4437 que criminaliza a todas las organizaciones o individuos que asistan o ayuden a los indocumentados y también el status de las personas indocumentadas. Además autoriza a las agencias policíacas locales y estatales a reforzar las leyes migratorias.

Los que caminaban lo hacían por diferentes motivos, como en el caso de Juan. “Desde la época de los braseros hemos contribuido con la economía de este país, nuestros abuelos venían a trabajar en las vías de los trenes para conectar estado por estado, les hemos ayudado a ser poderosos y a tener la economía que tienen entonces no entiendo por que si siempre nos han tenido aquí porque nos han necesitado ahora nos quiere echar y pisotear nuestros derechos humanos”, dijo.

Muchos de los que marchaban eran nacidos en Chicago pero sus padres no tienen papeles, como el caso de José y sus 10 amigos que venían de Pilsen. ”Mi madre no pudo venir porque está enferma pero yo y mis compañeros decidimos caminar por ellos que ya están cansados. Estamos gritando y marchando por ellos porque si no fuera por ellos nosotros no habríamos nacido aquí, ni tendríamos las ventajas que tenemos. Además, ellos no tienen papeles y si pasa la ley nos separarían y no queremos eso”, afirmó.

“Esta ley es muy cruel”, decía Felicia al mismo tiempo que gritaba “no somos criminales”. Ella es ecuatoriana e iba con su esposo, un indígena con sombrero de plumas con la bandera de su país. “Es cruel porque quiere separararnos, mi esposo no tiene papeles yo si y mis hijos, pero se quedarían sin padre”.

Todos contra la ley Sensenbrenner, decía Vicente, un muchacho de 18 años con un “piercing” en la nariz. “No lo conocemos, pero sentimos que ese ‘man’ no es buena onda”.

Se entonaron himnos y se leían pancartas con emotivos mensajes como “We are your work force we build your economy”. O Somos Americanos, gente fiel que pide que nuestros lideres tomen posición y encabecen este movimiento por una extensa reforma migratoria es todo lo que pedimos”, decía un estadounidense nacido en Washington con un español bastante bueno e incitaba a los hispanos a apoyar llamando a senadores que apoyan los derechos de los latinos.

El impacto que causó la manifestación fue impresionante, no solo visual, aunque la multitud a simple vista alcanzaba a abarcar unas treinta cuadras. Hubo complicaciones en el tránsito vehicular y de trenes. A la manifestación se iban sumando personas de los edificios y de las obras de construcción. Por las ventanas de los rascacielos del centro la gente vitoreaba la marcha por la justicia y derechos humanos de los inmigrantes. Nunca se había escuchado tan fuerte la voz inmigrante, sobre todo la hispana que marcó la pauta. “No queremos irnos de aquí, del país de las oportunidades”, “los inmigrantes unidos jamás serán vencidos”, coreaban.

Y así en todo el camino se escuchaban las voces, gritos, las risas y la oportunidad de sentirse una fuerza poderosa. La policía manejó la situación con cautela. Hubo momentos en que tocaba cambiar de calle, pues venían personas de otros lados.

La participación estimada va desde cien mil hasta medio millón de personas, eso nunca se sabrá a ciencia, pero en verdad el día de hoy fue histórico. Muchas fábricas, tiendas y empresas dieron día libre a sus trabajadores, mientras otros prefirieron faltar al trabajo “porque valía la pena ver la expresión de los que nos veían pasar”, dijo un corpulento mexicano. (La Raza)

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