“Alegato de un poeta”, Eduardo Vázquez Martín entrevista a Tomás Segovia

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Por Darío S. González M.
Reportero Azteca 21
Ciudad de México. 16 de enero de 2006. Como ya lo había expresado de una u otra forma en ensayos escritos en la década de los años sesenta (tanto en “Los intelectuales y la prosperidad” como en “La tercera vida de Nerval”), Tomás Segovia expone sus ideas acerca del socialismo, del progreso, del neoliberalismo y del binomio valor-deseo en la entrevista que le concedió a Eduardo Vázquez Martín, a mediados de diciembre de 2003, en el café Comercial de la ciudad de Bilbao, España.
Dicha entrevista ostenta el título “Alegato de un poeta en contra de la lógica del cálculo egoísta y a favor del deseo”, el segundo número de la serie Cuadernos, publicada en julio de 2005 por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí (pero apareció por primera vez en Cuadernos de Crítica de la Cultura, en “Archipiélago”, número 64, en Barcelona, en diciembre de 2004).
Tras una sucinta presentación del poeta español-mexicano, y tomando como base el modelo que Carlos Marx llamó ‘lógica del cálculo egoísta’, Vázquez Martín inicia la entrevista a Tomás Segovia a propósito del tema del romanticismo expuesto en “La tercera vida de Nerval” (señalemos que Segovia ha sido traductor fundamental de este poeta francés) y explica su propuesta de cambiar el nombre del pensamiento marxista de materialismo histórico a “materialismo romántico” debido, sobre todo, a que ambos, en su tiempo, fueron revolucionarios y reivindicadores de lenguajes oscuros, y pone por caso ejemplar a Nerval.
La diferencia entre ambos materialismos, diría Segovia es la intromisión de la política: “El deseo romántico se realiza bajo la forma de la Revolución Francesa, pero cuando las ideas pasan a la acción política inevitablemente se enajenan.” La misma idea tendría Octavio Paz cuando analizó a la revolución socialista rusa: la utopía en el poder asesina; premisa cuyos resultados han padecido miles de individuos.
Segovia, por su parte, contrapone dos conceptos clave a partir de los cuales lanza su crítica hacia la política: justicia y orden. Todo poder necesita justificación, hela aquí: el poder necesita existir para que haya orden y justicia. “La izquierda es en principio aquella que está dispuesta a sacrificar algo del orden a favor de la justicia, mientras que la derecha prefiere la justicia en nombre del orden”, aclara el ganador del premio Juan Rulfo 2005 (tal vez el último con ese nombre debido al requerimiento de la familia del autor de “Pedro Páramo”, la cual insiste en retirarlo debido a algunas declaraciones atribuidas a Segovia en relación con el autor jalisciense).
La izquierda se opone a la idea de progreso porque, en sí, no es un valor que le sea inherente, antes bien es una bandera que ondea el liberalismo económico, cuyos apologistas no sólo hacen uso de ella, sino que también abusan al grado de caer en el error de “hacer lo mismo que le reprochaban a la izquierda dogmática e ideológica cuando pontificaba sobre las bondades del socialismo: convierten la idea de progreso en una entelequia, la vacían de contenidos precisos y en la práctica la reducen a la posibilidad o no de consumir, no de ser más sabios, más libres, más felices, sino más consumidores”, puntualiza el autor de “Besos”.
Otros de los puntos cruciales son los que atañen a la dignidad y a la libertad, valores fundamentales para la humanidad que, no obstante, la derecha se empeña en desaparecer: “La derecha degrada la libertad porque la convierte en puro instrumento para el consumo y la vida humana deja de valer”. El resultado, como es de suponerse, es nefasto, no sólo porque al quedar degradada la libertad se degrada la vida humana, sino porque “[se] convierte al hombre en un ser que no tiene ningún valor en sí mismo y, por lo tanto, le arrebata su dignidad. Así se explica que esa dignidad se busque en las religiones y en los nacionalismos”.
Lo grave en este caso no es que existan religiones ni que se ame a la patria, el problema es cuando este aspecto se radicaliza produciendo resultados que todos padecemos (pongamos por caso la última invasión estadounidense, la de Irak), pero, por si fuera poco, nuestro poeta concluye algo más: “La falta de dignidad, es decir, de valor de lo humano, lleva a un proceso de negación del otro. Para poder ser yo tengo que afirmarme bajo la forma de negación del otro, para poder ser yo tengo que decir que soy diferente. Esto es lo que han reivindicado los machistas para oprimir a las mujeres, y los blancos para oprimir a los negros. El hecho diferencial es la justificación, vagamente biológica o histórica, de la injusticia”.
La postura de Tomás Segovia es por aspirar a que el hombre busque la dignidad dentro de la libertad, pues afirma que la dignidad del hombre es la libertad, no el sometimiento a los poderes religiosos. Muy a su estilo, y para finalizar, nos explica el punto con una cita de Shakespeare en el personaje de Julieta: “cuanto más te doy más tengo, cuanto más me quitas, más quiero darte. Lo que Julieta está diciendo es que hay algo que sucede en el mundo del valor, que es diferente a lo que sucede en el mundo del mercado, donde lo que doy dejo de tenerlo. En el mundo del amor, lo que doy lo sigo teniendo. La lógica del consumo es: o me lo como yo o te lo comes tú. En el mundo del valor es diferente: en la cama, por ejemplo, para que uno de los amantes goce no se necesita que el otro no goce, todo lo contrario: mientras más goces tú, más gozo yo.”
Así, con este Cuaderno la Secretaría de Cultura potosina sigue brindando la oportunidad de leer a autores importantes en ediciones atractivas y asequibles, que representan un buen ejemplo de lo que se puede hacer, sin tantos aspavientos, para que México de verdad se convierta en un “país de lectores”.
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