“Los tres entierros de Melquíades Estrada”, con guión de Guillermo Arriaga, por fin llega a México

Guillermo Arriaga,
por su guión se
hizo acreedor a
 ‘La Palma de Oro’
 en Cannes
de manera unánime
 Foto: Internet

Por Carlos Coronel
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 9 de enero de 2006. Que el paisaje desértico sea texano, que el grueso de los actores tenga pelo rubio y ojos claros, que los diálogos aparezcan con subtítulos en español, no significa que “Los tres entierros de Melquíades Morales” sea una película gringa. Aunque tenga como director y actor a Tommy Lee Jones, se trata de una historia muy mexicana escrita por el guionista de “Amores perros” y “21 gramos”, Guillermo Arriaga, quien aprovechó la filmación para salir en unas cuantas escenas y mostrar su gusto por la caza y las armas.

Tan mexicana es que, en la tragedia que encierra, lanza una feroz crítica contra el racismo y las injusticias de los “gabachos” por sus vejaciones cometidas sobre los paisanos “mojados”. Con su propia industria, en su propia lengua, con sus iconos estrellas, el escritor mexicano coloca un espejo –un caballito de Troya, una nueva incursión a Columbus- para esa sociedad poderosa, pero amedrentada, tan necesitada de imágenes para sentir y conmoverse.

Melquíades Morales es un joven ilegal –podría ser uno de los millones de ilegales mexicanos que hay en Estados Unidos- que trabaja de vaquero en Van Hors, Texas, un pueblito a orillas de la carretera, habitado en su mayoría por rancheros y familias de los agentes de la Border Patrol.

Como todos los paisanos “mojados”, Melquíades se cuida de no ser agarrado por “los de la migra”. Su soledad y aislamiento lo llevan a trabar amistad con el viejo Pete Perkins, con quien comparte el gusto por los caballos y algunas aventuras con mujeres. En algún momento, el desprendido Melquíades hace prometer a Pete que, si algo le ocurre, el gringo tiene que enterrarlo en Jiménez, una ranchería en el municipio del Tostón –símbolo de la miseria y la pobreza en que viven sumidos los pueblos mexicanos-, en Chihuahua, a donde le darán sepultura su esposa Evelia y sus tres hijas.

Desde luego, como en todos sus guiones, Arriaga evita la linealidad y recrea la historia colocando escenas hacia delante y hacia atrás en el tiempo. El espectador reconstruye todo a partir de lo que anuncia el título del filme. Los círculos, desencuentros y pistas que se abren, se van cerrando hasta completar la anécdota.

No es determinante saber desde el principio el destino fatal de Melquíades; lo que importa en la cinta son las relaciones que se traban entre estos seres, aun después de la muerte. El mexicano y el tejano pertenecen a un mundo que ya no existe, o está a punto de desaparecer. Bien podría tratarse de dos héroes sacados de un western, con sus propios códigos de valores: aún creen en la amistad y en la palabra empeñada.

Sus vidas llenas de sentido contrastan enormemente con las familias del pueblo: las que viven allí desde años; y las recién llegadas, divididas entre ilegales y las familias de los patrulleros fronterizos. En ese pequeño gueto vive Mike, un patrullero violento y frustrado, con su linda esposa Lou. El destino ciego cruzará fatalmente a Melquíades con Mike y desencadenará un viaje profundo hacia la raíz de la tierra. El cruce de sus vidas será también un cruce de fronteras y valores abismales enormes.

Lo que comienza con un western moderno, deviene en un hors-movie, por llamarlo de alguna manera. Ascendiendo montañas y valles profundos, los tres –el terco Pete, el difunto Melquíades y el insensible Mike- penetrarán en las profundidades de sus motivaciones e instintos para expiar cada uno su destino: uno cumplirá su promesa; el otro su deseo; y el tercero aprenderá de sus errores.

En ese viaje de lo urbano a lo rural entrarán en contacto con un mundo “olvidado” de curanderas, viejos abandonados que piden la muerte, y de ilegales y polleros en busca del sueño americano. La grandeza del paisaje con sus extensos desiertos y la sierra mexicana imponente, encogen las ambiciones de cualquier hombre y el objetivo de los agentes fronterizos se adivina una defensa destinada al fracaso.

Tal vez por eso, cuando los tres personajes han llegado al pueblo de Jiménez y Pete cumplido su promesa con su ya descompuesto amigo, obliga a Mike a pedir perdón a los parientes de Melquíades fijados en una vieja foto. El agente fronterizo llora como nunca lo había sentido, soltando por primera vez su miedo y gritando que de verdad lo siente, que no quería fregar a Melquíades Morales. Toda esa escena se vuelve una metáfora de la deuda histórica que tiene la nación de las barras y estrellas con los mexicanos. Un perdón que llega tarde. Un perdón que no devolverá la vida a Melquíades. Y cientos como él que han perdido la vida en manos de la migra.

No por nada “Los tres entierros de Melquíades Morales” ganó a mediados del año pasado el premio al Mejor Guión concedido en Cannes. A partir de la LVI Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, comenzará a exhibirse en las salas de todo el país. Y vale la pena ver este desquite artístico.

“Los tres entierros de Melquíades Morales” (EU, 2005), dirigida por Tommy Lee Jones, guión de Guillermo Arriaga. Con Tommy Lee Jones, Barry Pepper, Julio César Cedillo, January Jones, Vanessa Bauche, El Rodríguez y otros.

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