Sepultar la deuda externa, ¿un sueño?

Liberarse de la pesada carga de la deuda externa implica abrir un horizonte de posibilidades a favor de la educación, la salud y la infraestructura, para que los ciudadanos de los países deudores dispongamos de servicios más baratos, y encontremos una  ventana de  oportunidades.
 Basta del lastre que atenta contra el ahorro interno, asfixia los presupuestos, desangra nuestros bolsillos y nos ata a una perniciosa herencia generacional.
 Basta de continuar sufragando el desarrollo de los países ricos a costa de la usura financiera, del anatocismo de la deuda externa, mediante cuantiosas transferencias de recursos hacia el exterior.
La deuda externa contratada por los gobiernos de América Latina a partir de los setenta y los ochenta, ha provocado un daño colateral evidente en la masa de pobres de la región.
En pleno siglo XXI, a unos cuantos años de arribar a la primera década, los especialistas analizan las posibilidades reales para  revertir el daño colateral de la deuda externa; para ganarle al reloj de las Metas del Milenio, y contener los escenarios donde la inestabilidad civil, las insurgencias y todo atentado contra la democracia pueden derivar de  los desequilibrios sociales.
La deuda externa ha cancelado nuestros proyectos de vida, simplemente recordemos la brecha entre  México y España: la década de los ochenta  fue crucial porque México siguió hipotecándose, en cambio, España cimentó los pilares de su crecimiento y desarrollo posterior.
Lo misma tónica la encontramos en el contexto latinoamericano: ¿Cuántos pobres lo son a causa de la cadena de los empréstitos externos?
En nuestra memoria histórica, los ciudadanos de América Latina sabemos también que buena parte del cordón umbilical hacia los organismos acreedores fue una consecuencia de malos gobiernos, pésimos administradores, llenos de corruptelas y pilluelos burocráticos.
Desde ese pasado reciente, en la  actualidad observamos un espectro internacional bastante interesante y fluido entorno de la temática de la deuda externa, con dos elementos fundamentales: el rol de los organismos internacionales; y el papel de los gobiernos en democracia en América Latina.
 El rol de los organismos internacionales, la ONU, el FMI, el Banco Mundial en el tratamiento de la pobreza, su evaluación y proyección, es fundamental para entender el por qué del surgimiento de las Metas del Milenio programa en el que sigue presente una ambigüedad.
Por un lado, persiste la preocupación por un mundo con más  pobres que ricos. En términos empresariales se atenta contra el beneficio; y en términos políticos contra la  estabilidad y gobernabilidad. Demasiado rencor social no es bueno para nadie y es más bien un enorme capital político que en manos de un enajenado representa una forma de poder.
Por el otro lado, tenemos una lenta acción para contribuir a favor de la ayuda para el desarrollo; y para continuar con el calendario de cancelación de la deuda externa de países que, como México, ya la pagaron varias veces.
El FMI, encabezado por un staff hispano-mexicano, alienta a los gobiernos de América Latina a tomar decisiones de usar parte de las reservas acumuladas para cancelar la deuda contratada con el FMI. Estaría mucho mejor si el fondo (desde hace mucho tiempo sin la suficiente liquidez para prestar) en esta actitud que busca regresarle margen de maniobra a sus arcas, hiciera una rebaja en las deudas. Pero no lo hace.
Domina la doble moral en la que se busca ayudar pero a cambio de un beneficio. En unos días más estaremos inaugurando un nuevo año, y la recta para el 2015 se acorta.
Ahora bien, en el papel  de los gobiernos en democracia en América Latina, ojalá que el desencanto hacia la democracia en una población que esperaba demasiado del cambio, pueda lograrse por medio de acciones concretas y específicas para librarnos de la oprobiosa carga. ¿Cuánto capital político lograría el presidente Vicente Fox para el PAN, si en el año  2006 nos dan la buena noticia de la cancelación de buena parte de la deuda externa pública? Representaría un  golpe directo a la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, a la Presidencia. Fox borraría toda su mediocridad y pasaría a la historia como el presidente que libró a los mexicanos del grillete financiero. Sería de júbilo popular.
 A la pregunta de: ¿Se puede? Señalamos que primeramente debe revisarse el calendario de vencimientos de la deuda externa pública. En primera instancia, la deuda externa total de México al cierre de 2004 se ubicó en  138 mil 772 millones de dólares, compuesta por la deuda pública externa y la deuda privada externa. En 2005, de acuerdo con el calendario de la Secretaría de Hacienda, se debieron  cubrir a los acreedores internacionales 25 mil 990 millones de dólares (11 mil 768 millones por el sector público y 14 mil 222 millones de dólares por el privado).
 Desde 2001, el gobierno del presidente  Fox, ha realizado acciones positivas para reducir el monto de la deuda externa pública, con la cancelación de los bonos Brady y después con la amortización adelantada de los vencimientos anuales.
 A octubre de 2005,  el saldo de la deuda neta externa del sector público contabilizó 69 mil 215 millones de dólares. En el mes de referencia, la  deuda neta externa pública per cápita se ubicó en  665.52 dólares, tomando en cuenta una población de 104 millones de mexicanos, según estadísticas de la Conapo. Esa es la cantidad, que cada mexicano que vive en el país, adeuda a los acreedores internacionales.
GALIMATÍAS
 Con bombos y platillos, Néstor Kirchner, presidente de Argentina, anunció la semana pasada la cancelación de la deuda externa con el FMI por nueve mil  810 millones de dólares mediante la utilización de las reservas internacionales, lo que implica un ahorro de casi mil millones de dólares por concepto de intereses.
 En América Latina, de acuerdo con el Fact Book de la CIA 2005, Brasil, Argentina y México ocuparon los primeros tres lugares por concepto de la deuda externa total: Brasil con 219 mil millones de dólares; Argentina con 157 mil 700 millones de dólares; y México con 138 mil 772 millones de dólares.
 El paso dado por Kirchner es decisivo, pero más allá del júbilo, queda demasiado por negociar. Lo mismo para Brasil que sigue el mismo camino.
Si superáramos las diferencias sería bastante benéfico que a la mesa de todos los acreedores concurrieran juntos México, Brasil y Argentina, para que, de una vez por todas, pongamos punto final a varias décadas de miseria. Si se puede.
Agradezco sus comentarios a:claulunpalencia@yahoo.com

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