La valoración de las fórmulas

Fernando Savater, filósofo español, escribió en “Los diez mandamientos del siglo XXI”,  que sin duda son los políticos quienes, en cualquier lugar del planeta, cargan, con mayor o menor justicia, con el sambenito de ser quienes más promesas hacen y, por el contrario, los más incumplidores.
 Algunos párrafos después, Savater reflexiona: “Muchas veces somos demasiado  exigentes con las promesas de los políticos. Estos personajes las utilizan para ofrecerse y venderse a los electores”.
 “De todas formas habría que preguntarse: ¿les toleraríamos que no nos hicieran esas promesas? ¿Realmente votaríamos a un político que confesara sin pudor sus limitaciones, o que  reconociese que las dificultades son grandes y que, a corto plazo, no podría resolver los problemas, o que va a exigir grandes sacrificios a la población?”
 Después Savater afirma que muchas veces nos quejamos  de que los políticos mienten, pero de forma inconsciente les pedimos que lo hagan.
 Usted, amigo lector, ¿votaría por un candidato que le hablara con toda la crudeza acerca del verdadero margen de maniobra y de los sacrificios que la población deberá seguir haciendo para pagar la deuda interna?
 La respuesta puede ser tan compleja como aquella que deriva de observar un vaso con agua, que para algunas personas puede estar medio lleno o medio vacío. Habrá quienes se inclinarán por la búsqueda de políticos honestos y congruentes en el verbo y en el quehacer, capaces de reconocer sus limitaciones, de exponer abiertamente los problemas y concretizar las áreas de acción. Habrá otros que prefieran al político con tintes de “mago”, el alquimista que promete demasiado, habla muy bien, enciende al auditorio, pero en la acción de gobernar acumula promesas truncas.
 Coincido con el maestro Savater, en que la ciudadanía pedimos demasiado y con celeridad, pero al mismo tiempo me queda muy en claro que no hay los quince minutos en política, y mucho menos en economía.
A COLACIÓN
 El sentimiento de contar con  la capacidad de resolver todos los grandes problemas que aquejan a la ciudadanía se disipa ante la falta de una respuesta congruente al ¿cómo lograrlo? No tener un rumbo preciso en el desarrollo de las propuestas implica una dispersión que lleva precisamente al fracaso.
 Esta inconsistencia la observamos en los candidatos instalados en la arena electoral. Me pareció muy notoria en los discursos presentados tanto por Roberto Madrazo, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador en el foro de la American Chamber of Commerce of México, A.C.
 Los tres políticos participaron en la convención nacional de esta importante organización independiente, fundada en el año de 1917,  con la finalidad de impulsar negocios, comercio e inversión entre Estados Unidos y México. Fue la primera participación de los tres presidenciables en un escenario que entrelaza los intereses monetarios del capital estadounidense.
 La visión de un gobierno priísta, la explicó  Madrazo  entre un esquema “que no es populista” ni “pretende ser neoliberal”. No obstante Madrazo nunca abundó  acerca de cuál  es su tercera vía, si es que él tiene alguna y más bien cayó en una actitud esquiva.
En representación del blanquiazul, durante su intervención, Calderón hizo hincapié en una palabra primordial para sus anfitriones, me refiero a la inversión extranjera.
El candidato panista señaló a la inversión extranjera como al pivote para el crecimiento de México, aunque se le olvidó comentar cómo piensa captar los recursos externos sin caer en una extranjerización excesiva del país a la sazón de Argentina.  En este concepto, el de las privatizaciones, cabe la comparación del vaso medio lleno o medio vacío, porque para algunos analistas -entre los que me incluyo-, la extranjerización en el país ya llegó a su límite, lo vemos en el sistema de pagos y el control que tiene la banca extranjera. En cambio, otros analistas, consideran que todavía quedan muchas áreas atractivas para el capital foráneo, principalmente gas, petróleo y todo lo que engloba la energía.
.En este punto en específico, Calderón más que diferenciarse del presidente Vicente Fox, recurre a la táctica que  Fox utilizó como candidato a la Presidencia en el 2000 basada en las reformas para atraer más inversión extranjera que permitirían “tasas de crecimiento sostenidas del 7 por ciento”.
 Esta obsesión,  Fox la plasmó en el PRONAFIDE con los escenarios condicionados de “si hay reformas”” y “si no las hay”.
 Hemos señalado con profunda insistencia los peligros de descansar un programa sexenal en una sola variable o un par de éstas, ha sido la maniobra priísta más socorrida, y que tanto hemos criticado, y que tan mal nos ha salido. Hemos tenido presidentes con estrategias de crecer por medio del petróleo; del turismo; del adelgazamiento del Estado; de las privatizaciones y la inversión extranjera; del libre comercio.
 En veinticinco años de recurrir a una sola variable o un par de éstas tenemos el resultado de un  crecimiento con altibajos, tan errático como nuestra capacidad de ahorro y de mejora familiar y empresarial.
GALIMATIAS
 En el turno de López Obrador, el perredista aprovechó para mandar un mensaje tranquilizador a los hombres de negocios de Estados Unidos, país que es  la principal fuente de inversión extranjera en México,  él lo dijo así: “Hay una desinformación, no voy a estatizar la economía”.
 López Obrador señaló a la pobreza y a la corrupción como a los dos principales problemas. Sin embargo, tampoco desmenuzó una fórmula, recurrió al crecimiento para crear empleo, cuando sabemos que no es la única premisa, es más ni siquiera es suficiente. El crecimiento debe ir acompañado por una serie de condiciones para que el  sector público y el privado otorguen empleo.
 A pesar de las inconsistencias, el foro de la American Chamber fue  un primer termómetro interesante.  En momentos en que estamos por cerrar el año y comenzar con las campañas, es menester invitar a los candidatos a que desarrollen fórmulas de crecimiento en las que combinen diversas variables, internas y externas, para que, en momentos de desaceleración del ciclo mundial y de baja en la economía de Estados Unidos tengamos un margen de acción. Trazar un plan económico basado únicamente en premisas externas: la inversión extranjera, el  comercio con Estados Unidos, los precios del petróleo, es mantenernos vulnerables a lo qué pasa allá afuera y eso nos deja sin capacidad. Hay que combinar premisas y crear fórmulas de desarrollo con visión de largo plazo, de estadistas.
Agradezco sus comentarios a:claulunpalencia@yahoo.com

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