Don Gilberto Ortega Raga “Continúa… Cantándole a la Huasteca”

Las raíces de nuestra patria
entran a  nuestros corazones
cuando escuchamos
 los versos y rimas de Don Beto
 Foto: Azteca21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad Valles, San Luis Potosí. 23 de octubre de 2005. “Los motivos que tiene mi tío, don Beto Ortega, para cantar el huapango, aparte de su gran amor por la vida y por esta región maravillosa, bendita por el Creador, que es la Huasteca, están inspirados por su gente, el paisaje, las flores, los ríos, el cielo, la tierra y el mar, además de un sinnúmero de emociones que lo llevan a hacer su trova”, dice Bertha Hilda Mendoza Ortega en la “Semblanza” que viene incluida en el libro “Continúa… Cantándole a la Huasteca” (FONECAT/ITCA/CONACULTA, Ciudad Victoria, Tamaulipas, 2002), obra de don Gilberto Ortega Raga.

“Él nos crea valores a todos los que escuchamos sus versos y rimas. Jóvenes, niños y adultos, todos aprendemos a ser mejores huastecos y mexicanos. Las raíces de nuestra patria entran a nuestros corazones y se asoman a nuestros ojos con el vaho caliente de las lágrimas; se hace patente que desde lo más profundo nos conmueven sus enseñanzas”, agrega.

“Dice don Beto Ortega que siempre se ha preocupado por hacer décima huasteca, que es de su mayor agrado, con rima muy firme y seca. Resalta la belleza de paisajes y tradiciones y, como buen mexicano, hace uso de lo chusco al comparar una amistad de un mal amigo con un perro”, añade.

Por su parte, Ludivina Nieto Ornelas señala en el “Prólogo”: “Don Beto es un ser privilegiado que vino a este mundo a cumplir una misión: convertirse en un incansable promotor y difusor de formas poéticas casi olvidadas: los trovos, cadenas y décimas, que se encontraban en peligro de extinción. Por ello, es uno de los máximos exponentes de esta bella tradición del huapango”.

Don Beto Ortega, como es conocido por todos los amantes del son huasteco, estuvo en esta ciudad para participar en el IV Encuentro de Decimistas y Versadores de Latinoamérica y el Caribe, donde compartió sus experiencias y conocimientos con los participantes nacionales y extranjeros. Asimismo, nos concedió una entrevista y nos obsequió su libro.

Instalados en una banca de uno de los jardines del Hotel Valles, conversamos con este hombre íntegro, generoso y apasionado del son huasteco. “Dentro del son huasteco hay arreglos de trovos, cadenas y décimas, así como versería libre, que es la que cantan los trovadores huastecos, sin sujetarla a las reglas estrictas de las otras formas poéticas, y sólo para emplearla en el momento que se está viviendo”, afirma.

“El trovo se compone de siete estrofas, de seis versos cada una. Cada uno de estos seis versos iniciales, uno tras otro, será el verso final de cada una de las seis estrofas siguientes. La cadena se compone de un número indeterminado de estrofas, de seis versos cada una, y donde el verso final de cada estrofa da pie para la siguiente —se vuelve el primero de la estrofa que continúa la cadena— y así sucesivamente. La estructura de la décima huasteca es de diez versos octosílabos, que pueden ser de siete, pero con sílaba tónica final, y en ocasiones son nueve, pero se aplica la sinalefa, que resta una sílaba al verso”, explica.

“Yo nací en Mata Redonda, municipio de Pueblo Viejo, en el estado de Veracruz. Pero desde los trece años me vine a González, en Tamaulipas, después de la muerte de mi padre, de donde era él. Mi padre era trabajador de Petróleos Mexicanos y recuerdo que, cuando regresaba de trabajar, se sentaba a cantar y yo me ponía a su lado, a escucharlo. Así nació en mí el gusto por el huapango. Y me hice vaquero a fuerza de muchos trabajos. Luego, mi mamá encontraba versos o me los decía y yo los memorizaba. Años más tarde, ya casado, mi mujer me decía: ‘si tienes tanta versería, porque no la escribes, por si un día tú faltas y tus hijos la puedan leer’”, nos dice don Beto respecto de la génesis de su gusto por el son huasteco y de sus libros.

“Hace como diez años, di un curso, invitado por el ITCA (Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes), de versería para niños huapangueros. Después participé en mesas redondas sobre el mismo asunto, y con el tiempo a alguien se le ocurrió hacer un libro, que fue cuando me pidieron hacer el primero. A la fecha ya van tres y estoy trabajando en el cuarto, el cual espero tener listo para febrero de 2006, precisamente para la reunión que tenemos año con año en mi rancho, allá en González, el último sábado de febrero. A partir de la una de la tarde nos reunimos allí toda la familia, amigos y también llegan muchos huapangueros… Vaya, está usted invitado”.

Así, con esta invitación a un verdadero huapango, me despido de don Beto Ortega Raga, un hombre de 69 años que es un ejemplo de amor y pasión por el son huasteco en su máxima expresión. Un hombre que, afortunadamente, comparte generosamente sus conocimientos y su amistad con toda la gente. “Nos vemos, pues, en González, don Beto”, le digo antes de que aborde su camioneta y enfile rumbo a su rancho.

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