Las dos caras de la dolarización

En el libro “en la órbita del dólar”, de editorial Random House Mondadori, analizamos el grado de penetración del “billete verde” en la economía mexicana y abordamos lo que al respecto se ventila en ambos lados, a favor y en contra, con sus costos y beneficios implícitos.
Para los amables lectores interesados en saber más acerca de este proceso, a continuación les comentamos las dos caras de la moneda.
Primero, la  dolarización total de una economía frena la posibilidad de una gran depreciación y las fugas de capital que se producen en el clímax devaluatorio.  La eliminación del riesgo cambiario presupone una estabilidad monetaria; si hay ingreso de capitales, el país produce, vende al exterior y genera divisas. Este escenario, proyectado a largo plazo, implica un atractivo para la inversión y para mantener los capitales en el país.
 Segundo, la reducción de la inflación es uno de los efectos en la política monetaria del país que aplica la dolarización. Ésta es considerada una medida efectiva para economías que sufren una espiral de precios y que ya han intentado todo para frenarla, incluso fórmulas heterodoxas como las de poner un techo  los precios y concertar el precio del factor trabajo en las revisiones sindicales.
Tercero, se elimina el riesgo monetario, pues la tasa de interés nominal tenderá a equipararse con la tasa de interés real.
Cuarto, los países que usan la misma moneda experimentan un incremento considerable en sus relaciones comerciales. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Berkeley, la dolarización permite un aumento en el comercio internacional y una reducción del costo de las transacciones y del costo del capital. Las personas y empresas que participan en el comercio internacional se benefician de la simplificación de las transacciones y el uso de operaciones contables homogéneas. Por ende, la dolarización hace más transparente la economía.
Quinto, la dolarización de una economía constituye un incentivo para el establecimiento de nuevos bancos internacionales. La consideración de esta premisa surge a partir de la creencia de que la integración financiera, que elimina las crisis de balanzas de pagos a través de los flujos del capital, contrarresta los efectos de cualquier shock externo.
SERPIENTES Y ESCALERAS
Si bien cada rubro señalado anteriormente tiene su contraparte, el costo más alto para un país que dolariza, con o sin el consentimiento de la Reserva Federal, es el social.
Más allá de los efectos positivos en política monetaria y cambiaria que derivan de una dolarización, habrá que poner gran énfasis en indicadores esenciales para la población en su conjunto, la que, por principio de cuentas, es la que verdaderamente absorberá el costo de asimilar a su sistema económico una moneda que no es la suya.
¿Cuál será el costo para la población? Un país que dolariza sigue siendo vulnerable a los ciclos. Incluso una vez dolarizado, pierde toda capacidad para maniobrar en la política cambiaria y monetaria, lo que deja el trabajo como único factor para enfrentar los desequilibrios.
El empleo y los salarios se convierten entonces en los receptores de los shocks externos, y esto implica un grave riesgo para un país como México, que arrastra un enorme desequilibrio en el mercado laboral y un deterioro salarial que se refleja en un menor poder adquisitivo.
Así, los  argumentos más frecuentes en contra de esa medida:
Primero, para aquellas economías que transitaron de un tipo de cambio fijo utilizado por largos periodos a lo largo del siglo XX y que luego, por recomendación del FMI y del Banco Mundial, cambiaron el esquema en la década de los noventa por uno de libre flotación, la dolarización implicaría un regreso tácito a un tipo de cambio fijo irrevocable.
Aunque no es perfecto, el tipo de cambio flotante ha demostrado ser un esquema que funciona bien en la globalización. Al dolarizar una economía se retornaría a un esquema fijo que, incluso, pasaría a limitar la capacidad de gobierno y el margen de maniobra de la política monetaria. Otra consecuencia negativa puede ser la pérdida de competitividad relativa de las exportaciones del país dolarizado.
Segundo, el  país podría sufrir repercusiones frente a la devaluación que experimenten otros países competidores con productos similares en el comercio mundial.
Tercero, al adoptar el dólar, se pierde la moneda nacional y sus tres funciones esenciales, que son las de reserva, unidad de cuenta y medio de pago. Algunos países que han dolarizado, como Panamá y Ecuador, han dejado su moneda local como moneda fraccionaria para complementar al dólar en las transacciones comerciales pequeñas.
Cuarto, al dolarizar, un país con inflación controlada de un dígito no experimentará los efectos que tiene la dolarización cuando se aplica en economías con problemas de inflación
Quinto, el sostenimiento de la dolarización depende del equilibrio fiscal del país, lo que implica una enorme prueba de administración y presupuesto para los gobernantes y sus asesores. De no lograrse el equilibrio la dolarización no puede sobrevivir, debido a que un déficit fiscal provocaría distorsiones en el sistema y la consiguiente pérdida de credibilidad. Es un tema muy complejo.
Sexto, en términos monetarios, la dolarización vuelve más vulnerables las economías y, sobre todo, las hace más dependientes de la Reserva Federal de Estados Unidos. Cualquier variación en la política monetaria de dicho país impactará en forma mucho más directa a la economía.
Séptimo, el país que dolariza corre el riesgo de convertirse en un paraíso para el lavado de dinero y en imán de los narcodólares provenientes de otros países.
Octavo, al no contar con el banco central como prestamista de última instancia, el Estado, para financiarse, deberá obtener recursos mediante mayores impuestos, alza de tarifas públicas, endeudamiento externo y venta de empresas que queden por privatizar.
Noveno, el país que dolariza aumenta su dependencia hacia la economía de Estados Unidos. El mayor peligro deriva de la sensibilidad al ciclo económico estadounidense y de la exportación de la recesión de su economía hacia los países dolarizados.
Décimo, perdemos una mayor soberanía y se traslada el pago de  señoreaje a la Reserva Federal.
Sé que tratamos un tema álgido, controvertido, que divide opiniones y confronta intereses, pero consideramos que el debate debe abrirse de tal forma que nuestra voz cuente para el segundo escalón en la integración con Estados Unidos y Canadá. ¡Hagamos que cuente!

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