Dolarización: diversos procesos

Un punto importante entre un esquema de dolarización y otro es el rol que desempeña el banco central. En un sistema con dolarización semioficial o de dolarización extraoficial o informal, el control de la política monetaria sigue en manos del banco central.
En cambio, cuando un país oficializa la dolarización de su economía, el banco central pierde toda atribución monetaria y las ganancias por concepto de señoreaje se trasladan a la Reserva Federal de Estados Unidos.
El señoreaje es el ingreso que percibe el gobierno de un país como resultado de su poder monopólico para imprimir moneda. El señoreaje neto es la diferencia entre el costo de poner dinero en circulación y el valor de los bienes que se comprarán.
 Según la Reserva Federal y el Congreso de Estados Unidos, el costo de impresión de un billete de un dólar es de aproximadamente tres centavos, pero el gobierno de Estados Unidos puede usarlo para comprar bienes por valor de un dólar.
En una forma más general, el concepto de señoreaje se aplica no sólo a los billetes de un dólar, sino a toda la base monetaria, billetes y monedas en circulación, más las reservas bancarias.
Para el gobierno de Estados Unidos el señoreaje neto de emitir dólares, medido de acuerdo con el flujo de pagos que el Sistema de Reserva Federal hace al Tesoro, es de aproximadamente 5 mil millones de dólares al año. Ésa es una gran cantidad en términos de dólares, pero es menos que 1.5 % del total de los ingresos del Gobierno Federal y apenas 0.3 % del PIB de Estados Unidos.
Cuando los extranjeros poseen billetes de dólar, crean señoreaje para el gobierno de Estados Unidos. La Reserva Federal estima que los extranjeros poseen de 55% a 70 % del valor total de los billetes en circulación, lo que indicaría que a ellos se deben quince mil millones de dólares al año del señoreaje por la emisión de dólares.
Al igual que Estados Unidos, otros países ganan señoreaje por emitir su moneda local. De acuerdo con las disposiciones actuales, los países que dolarizan oficialmente pierden el ingreso por señoreaje para pagárselo a la Reserva Federal. Explicado con mayor amplitud, cada país que reemplace su moneda doméstica por el dólar dará al gobierno de Estados Unidos el señoreaje que recibía usualmente antes de dolarizar.
 En cada economía es diferente el peso del señoreaje en relación al Producto Interno Bruto (PIB). Con esto queremos decir que no todos los países, sus gobiernos, utilizan el señoreaje como fuente primordial de ingresos. Hay que recordar que cuando un país tiene problemas de déficit en sus finanzas o en su presupuesto, el gobierno echa mano de todos los mecanismos y recursos para financiar el déficit y el señoreaje es una forma de socorrerlo.
 Precisamente este tema lo abordamos en mi segundo libro titulado “en la órbita del dólar”, de tal suerte que encontramos que para algunos países de América Latina, Bolivia destaca al obtener la proporción más alta de señoreaje respecto del PIB. De 1975 a 1985 el señoreaje en Bolivia tuvo un peso de 5% del producto. De 1991 a 1997 fue de 4.6 por ciento. Y en México la relación del señoreaje respecto del PIB, de 1975 a 1985 fue de 2.71% y de 1991 a 1997 subió a 3.3 por ciento.
A COLACIÓN
 ¿Por qué pensar en la dolarización? El estadounidense Noam Chomsky, crítico del sistema capitalista impuesto por su propio país, utiliza una visión clarificadora para explicar el camino que sigue la llamada aldea global desde hace
más de tres décadas: “Desde los primeros años del decenio de los años setenta, el mundo ha estado encaminándose hacia lo que se llama tripolarismo o trilateralismo”.
Chomsky expresa que el perfil internacional se ha ido moldeando hacia la consolidación de tres bloques económicos que competirán entre sí. En el libro “lo que realmente quiere el Tío Sam”, el escritor señala que los bloques serán: a) El primero, basado en el yen, con Japón en el centro y las antiguas colonias japonesas en la periferia. b) El segundo, un bloque competitivo en Europa y dominado por Alemania, lo que podría llevar a Estados Unidos a  convertirse en una potencia de segunda clase. c) El tercero, dominado por Estados Unidos, impulsado por el dólar y extendido a través de tratados de libre comercio. Bajo esta perspectiva, la dolarización sobresale como una respuesta necesaria a los contrapesos del nuevo orden mundial que surgió tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética gracias a la Perestroika (reforma politico- económica) y la Glasnost (transparencia informativa) con el consecuente desmoronamiento de la cortina socialista del Este.
Tampoco podemos olvidar las consecuencias geopolíticas y geoeconómicas de los atentados terroristas del 11 de septiembre  de 2001 en Estados Unidos, que endurecieron la política exterior del gigante americano con respuestas belicistas.
A raíz del fin de la Guerra Fría, el mundo se quedó sin contrapesos políticos ante Estados Unidos, el país que enarbola la victoria del capitalismo sobre el modelo socialista, ciñéndola además a cánones de democracia. Entre las primeras consecuencias visibles, el capitalismo evolucionó hacia una nueva fase: la globalización del capital de la mano de las multinacionales y la liberalización del comercio. Estados Unidos ha buscado e insistido en esta promoción para ganar tiempo ante el fortalecimiento económico del bloque europeo y de la fortaleza que acumula China en el terreno comercial y financiero.
La dolarización de América es la premisa inevitable para los capitalistas estadounidenses, quienes no quieren ceder su poderío comercial, financiero y económico en un mundo que se globaliza pero que, a la vez, se perfila hacia la formación de bloques o modernos neoprotectorados.
Ante la pregunta ¿por qué pensar en la dolarización?, una de las primeras respuestas es que tiene una finalidad hegemónica que busca contrapesos en el terreno monetario, económico y financiero.
Una segunda respuesta lógica es que cuando dos economías guardan entre sí una estrecha interrelación económica y comercial, se llega a la dolarización.
Si tomamos como ejemplo México y Estados Unidos, vemos que la vinculación del ciclo económico entre ambas economías se realiza a través de sus respectivos aparatos industriales y, en concreto, de la actividad manufacturera. Más de 50 % del comercio exterior mexicano es, en realidad, producción industrial.
En la columna del día de mañana abordaremos, la otra cara de la moneda, la  de los costos y desventajas de dolarizar una economía.

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