Las cascadas de Micos, un rincón huasteco inolvidable
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Las cascadas de Micos, un lugar
bellísimo para visitar, pero sin ensuciar
Foto: Azteca21
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Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Ciudad Valles, San Luis Potosí. 22 de octubre de 2005. Como parte de las actividades programadas dentro del IV Encuentro de Decimistas y Versadores de Latinoamérica y el Caribe, esta tarde se llevó a cabo una de carácter recreativo y de convivencia: visita a las cascadas de Micos, un rincón de la huasteca potosina enclavado en este municipio y cuya belleza natural es simplemente impresionante.
Con el apoyo total de las autoridades municipales, el grupo de versadores, músicos, académicos y organizadores, abordó el autobús alrededor de las 13 horas en el estacionamiento del Hotel Valles, para en seguida dirigirse a Micos, precedido de un par de motociclistas municipales, como una deferencia a los distinguidos visitantes extranjeros.
El trayecto duró alrededor de 30 minutos, siempre en dirección a las majestuosas montañas teñidas de verde que dominan el paisaje y con el calor en su apogeo, lo que justifica que esta zona sea considerada como de clima tropical. Súbitamente, el autobús tomó una desviación y a los pocos metros se estacionó en un espacio acondicionado para ello, cobijado por la sombra de frondosos árboles.
“¡Al fin!”, exclamó el decimista italiano, quien ya no soportaba el calor y comentaba jocosamente que había cargado con ropa gruesa para el frío. Sin embargo, el calor humano y la excelente disposición de todos habían creado un ambiente inmejorable de alegría y fraternidad, el cual se reflejaba en el canto que acompañó el recorrido a cargo de los bulliciosos puertorriqueños de “Mapeyé”, del cubano “Papillo”, los venezolanos, mexicanos…
Descendimos y de inmediato nos topamos con un pico de monte imponente, en el cual ondeaba orgullosa una pequeña bandera mexicana, como si se congratulara con la llegada de extranjeros enamorados de nuestro país, como éstos, que no ahorraban elogios para la cerveza mexicana, la amabilidad de los lugareños, la belleza hierática de las huastecas…
En la entrada al lugar abundan los locales que rentan cabañas y ofrecen diversos servicios; más adelante, los puestos de comida típica se adueñan del espacio y los olores a cecina, pollo asado a las brasas y otros entraron a nuestros pulmones. Todo está listo para comer: en un céntrico espacio, enfrente de una de las cascadas, estaba una mesa con la comida dispuesta y, a un lado, varios micrófonos.
El agua de piña helada sacia la sed de algunos; otros prefieren hacerlo con cerveza; algunos más con agua simple. Pasta, pollo frito, sándwiches y pastel de manzana conforman el banquete. En orden, los comensales esperan su turno en la fila para ser servidos, mientras, grabaciones de son huasteco sonaban en ese mundo vegetal.
No faltaron las fotografías del recuerdo ni la compra de diversos artículos (playeras, llaveros, marcos…); de sobremesa, Víctor Hugo, el inspirado decimista venezolano comenzó a verter su emoción en sentidas palabras alusivas a los presentes, a la huasteca, a Ciudad Valles… hasta no dejar asunto sin pasar por el tamiz de su verso florido.
Después, Los Utrera (o un grupo mixto en el que estaban dos de estos músicos de son jarocho) deleitaron al público con su música y su cantar, aderezado por la improvisación de versos por parte de varios de los presentes.
Pero había que regresar. Al filo de las cinco de la tarde inició la retirada. Bien se dice que no es lo mismo bajar que subir. Así, a duras penas, emprendimos el retorno al autobús, que estaba a unos trescientos metros, convertido en un verdadero sauna. El regreso fue la prolongación de la alegría y el gusto por estar juntos, hermanados por el verso y la décima.
Alfonso Sanabria, decimista puertorriqueño, dio una muestra de su talento recitando décimas aprendidas, a lo que replicaba Miguel Compeán o Enrique Barona, o terciaban “Papillo” o el profesor Polo Palencia; en fin, que el regreso fue ameno y alegre, con el ánimo dispuesto a continuar con las actividades del Encuentro.
De esta manera, el grupo conoció un lugar ideal para pasar nadar, comer, caminar y cantar; para pasar momentos inolvidables, para llevarse grabado en el corazón un pedacito de México. Cuando desee conocer un lugar paradisiaco, venga a las cascadas de Micos que, formadas por el paso del cauce del río Tamasopo, el cual se une más adelante con el Pánuco, hacen de este rincón huasteco un lugar inolvidable.
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