México sin deuda externa, mejor futuro

Un país sin deuda externa puede aspirar a un mejor presente y por supuesto a un futuro más aliviado después de décadas de una posición exangüe en las finanzas por la mala administración interna y por el pago de la hipoteca a los organismos internacionales.
 De una u otra forma, cierto grupo de países se han dedicado de manera histórica a sufragar la abundancia y el desarrollo de otro grupo de países.  Del saqueo a las colonias, la explotación de las materias primas, después utilizaron los  empréstitos concedidos como oxígeno financiero momentáneo pero que con el tiempo se convirtieron en una larga y pesada cadena.
 Como si no bastara, la nueva reconquista surge de la mano de las multinacionales y de las baterías militares de los países que desean asegurar la perpetuidad de su expansión industrial por medio del petróleo que poseen otros países.
 Es la dialéctica de la Historia, con ciclos que se repiten de manera constante en los procesos hegemónicos.
 Del grillete de la deuda externa, México tiene una larga exposición de hechos, una espiral que se detonó a partir del sexenio de Luis Echeverría Álvarez, que vivió sus peores momentos en el gobierno de José López Portillo y que le estalló en las manos al presidente Miguel de la Madrid, cuando los rumores internacionales subieron de tono por la  falta de liquidez. La palabra con más eco fue la de moratoria de pagos.
 Recordemos que en 1970, el sector público del país registró un saldo de deuda externa de 4 mil 262 millones de dólares. En los siguientes seis años, el gobierno de Echeverría aumentó el saldo hasta 19 mil 600 millones de dólares. Con López Portillo se triplicó el saldo  al aumentar a 58 mil 874 millones de dólares.
En los años subsecuentes fue totalmente imposible hacer frente a los vencimientos. Los Estados Unidos y los organismos internacionales respondieron entonces con negociaciones, país por país.
 Con la negociación unilateral surgieron los programas supranacionales: el Plan Baker, luego el Plan Brady, algunas reestructuraciones que no significaron ningún respiro más que alargar la deuda, con abonos chiquitos que no amortizaban el capital.
 A los pocos años, a principios de los noventa, nuevamente México y todos los países de la región estaban asfixiados. Había que ir a otra negociación.
 Fue en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari donde sucedió una renegociación exitosa, pero no del todo favorable para el país. Algunas especulaciones señalan que la carta de la renegociación ante Estados Unidos fue precisamente el  profundizar la apertura de la economía mexicana a favor del capital extranjero por medio del TLCAN.
 El hecho es que, como lo menciona Salinas de Gortari en su libro: “México, un paso difícil a la modernidad”, de editorial Plaza y Janés, la reducción de la deuda se  protocolizó el 4 de febrero de 1990.
 En ese año había una honda preocupación en México por el calendario de las amortizaciones de la deuda y es que las reservas internacionales en el  Banco de México eran de mil 500 millones de dólares. Por esa razón es que hoy tenemos un escenario muy distinto con reservas internacionales en el Banco de México por 62 mil 331 millones de dólares al 14 de octubre de 2005.
 En aquel escenario de hace quince años, prevalecía la falta de liquidez interna y externa y las tasas de interés a nivel internacional eran elevadas por lo que el costo del financiamiento y del endeudamiento eran demasiado altos.
 En la negociación de la deuda que realizó el equipo de Salinas de Gortari se consiguieron algunos aspectos positivos: 1) La reducción de la deuda agregó casi dos puntos a la tasa de crecimiento del país. 2) Disminuyó el peso del saldo de la deuda respecto al Producto Interno Bruto (PIB). En 1988,  la deuda externa total era equivalente a 44.5% del PIB. En 1994, la deuda externa equivalía al 16.5% del PIB. 3) Bajaron el pago de intereses. Mientras en 1988 se pagaba el 17.7% del PIB en intereses, comisiones y gastos de la deuda, para 1990, el pago por ese concepto había disminuido a 9.8% del PIB.
 Es cierto que la renegociación de la deuda le ha permitido al país arribar al siglo XXI con  un calendario más flexible, aunado a las importantes reservas internacionales acumuladas, a mejores indicadores en las finanzas y en general en la macroeconomía.
 ¿A qué costo? Es muy fácil intuirlo  con la penetración avasalladora de las multinacionales en el país y con el gran premio que obtuvo Citigroup-Citibank de comprar en una operación privada a Banamex, la institución de mayor raigambre e importancia por activos en el país. Nada es gratuito.
A COLACIÓN
 Con las cifras de escándalo, las que refieren que en 1982 el pago anual por intereses de la deuda externa ascendió a 14 mil millones de dólares, y que entre 1983 y 1988, la economía mexicana transfirió al exterior, cada año, el equivalente a cerca del 7% del producto nacional, con esto nos damos una idea de todas las escuelas que no se construyeron; de toda la modernidad en salud y educación que dejamos ir; del país de primer mundo que podríamos haber logrado sin el peso de la deuda. De todo el empleo, las carreteras, la infraestructura y los trenes de alta velocidad. Todo eso lo pudimos tener pero el dinero lo usamos para pagar la hipoteca de México.
 Andado el tiempo, en año pre-electoral rumbo a la definición de candidaturas, es importante que dentro de la agenda nacional de los candidatos, en el tema económico, además de incluir las reformas pendientes pueda destacarse el pago de la deuda externa del sector público.
 Hasta agosto pasado, Hacienda reportó un saldo de la deuda neta del sector público por 69 mil 681.4 millones de dólares, el presidente Vicente Fox, en uno de sus mejores aciertos instrumentó este año adelantar amortizaciones de deuda. Muy bien, sería irresponsable de mi parte sugerir el utilizar todas las reservas del país para pagar la deuda, pero es una buena propuesta el crear un paquete por 22 mil millones de dólares de reservas del Banco de México y de los excedentes del petróleo, para pagar deuda en el próximo sexenio y revisar únicamente 47 mil 890.2 millones de dólares de la deuda que están colocados en bonos antes el público inversionista, evaluar su fecha de vencimiento  y acordar algún esquema de flexibilidad con el FMI, Estados Unidos y los organismos internacionales ahora que están sumergidos en la caritativa actitud de condonar las deudas de diversos países.
 Estoy convencida de que llegar antes de 2012 sin deuda externa del sector público, nos abriría un mejor horizonte.
Agradezco sus comentarios a:claulunpalencia@yahoo.com

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